hoy es siempre todavía

viernes, 29 de abril de 2011

Sé complaciente, que algo queda


Dice el verdadero Juan de Mairena:

“El español suele ser un buen hombre, generalmente inclinado a la piedad. Las prácticas crueles   -a pesar de nuestra afición a los toros-   no tendrán nunca buena opinión en España. En cambio, nos falta respeto, simpatía y, sobre todo, complacencia en el éxito ajeno. Si veis que un torero ejecuta en el ruedo una faena impecable y que la plaza entera bate palmas estrepitosamente, aguardad un poco. Cuando el silencio se haya restablecido, veréis, indefectiblemente, un hombre que se levanta, se lleva dos dedos a la boca, y silba con toda la fuerza de sus pulmones. No creáis que ese hombre silba al torero   -probablemente él lo aplaudió también-: silba al aplauso.”  

Simplemente con que colocara aquí esta cita bastaría. Es insuperable. La fina ironía, en absoluto condescendiente, que emplea el maestro no tiene parangón. Utilizando la imagen del acontecimiento por excelencia de la tradición española de masas. Cierto que el texto es anterior, creo, a la barbarie guerracivilista y a la sangrienta e infame represión posterior, por lo que su opinión sobre las prácticas crueles acaso hubiera sido diferente. Si el maestro viviera hoy probablemente emplearía otras imágenes. Y a mi me hace pensar.




Pensar en que si un gobierno, sea de competencia estatal o autonómico o local, aunque el estatal se lleva la palma o se proyecten más sus vaivenes, tiene equivocaciones y fallos, pero también aciertos y logros, sólo se mira la primera parte y no ésta. Lo ordinario es que se invalide una labor, incluso sistemáticamente, en lugar de repartir ecuánime y objtivamente los juicios, que implicaría invalidar unas gestiones y validar otras, porque ni todo será negativo ni todo maravilloso. Pensar en que si un equipo de fútbol de máximo estrellato pierde un partido o un campeonato, sus seguidores no sufren porque hayan perdido: sufren porque ha ganado el otro equipo de máximo estrellato. Pensar en que si un amigo saca una oposición o encuentra un trabajo, aunque se le ponga buena cara y fáciles palabras de participar su alegría, nos dejamos llevar por un impulso de celo al no haber sido nosotros sino el otro el que ha conseguido un curro. Y así podría seguir el rosario de imágenes, que la sociedad española las ofrece amplias y a la carta.


(La envidia, de Saura)


Evidentemente, nos sigue faltando auténtica y sincera complacencia con los demás. En el orden político yo lo veo manifestado en la ausencia de una conducta fundamentada en un mínimo pero al menos claro sentido de Estado que llevara a asumir acuerdos por todas las partes representativas. Pero si prima la vena electoralista, el papel de buitres al acecho de la carroña ajena que, a mayores, oculta la propia, el deseo de que al otro le salga todo fatal por aquello del “cuanto peor, mejor…nos irá”, resulta imposible una confluencia entre las distintas tendencia ante problemas de primera categoría por los que atraviesa el país.



Y esa insuficiencia de la satisfacción y el agrado, tan motivada por uno de los males intrínsecos más arraigados en el individuo, la envidia, no se afronta si encima es objeto de manipulación por parte de los intereses de cualquier tipo. Todo el mundo logra algo, en mayor o menor medida, y todos sufrimos nuestras pérdidas. Pero afrontar una pérdida no es alegrarse del mal del otro o envidiar su logro, sino asumir nuestra propia introspección. Buscar el valor, la capacidad y los límites que tenemos cada uno dentro. Se aprende más de lo que no tenemos que de lo que poseemos. Naturalmente, si somos capaces de dejarnos conducir a una conciencia de la pérdida, de analizar sus razones y de procurar enmendar las causas. Es una misión personal, nada delegable ni en otros ni en la grey ni en el Estado ni en los clanes. Por otra parte, uno no sólo está harto de los silbidos agresivos y nada reconocedores que se escuchan con frecuencia por cualquier parte (verás ahora que toca elecciones)  Uno está aburrido sobre todo de los aplausos a los propios, porque la mayoría aplaude sin motivos y como ovejas, dirigidos por el pastor y sus perros.



(De las imágenes: excepto el cuadro indicado de Saura, titulado La envidia, el resto son grabados de Goya)


martes, 26 de abril de 2011

Cuando la Justicia hace honor a su nombre

(Imagen de Manuel Boix, http://www.manuelboix.com/)


Dos alegrías que da la Justicia en pocas fechas. Que el Derecho existe todavía, aunque sea en sus términos siempre relativos, no me hace lanzar las campanas al vuelo.  Antigua como es esta disciplina, admito su compleja y ardua evolución de acuerdo con las demás facetas de la cultura social y política de la humanidad. A través de un camino lleno de piedras, espinas y alambres electrificados. Es decir, de todo tipo de obstáculos frente a los poderes, que o no han deseado la Justicia, o la pretenden controlar o simplemente reducirla en sus competencias. Para más inri, los agentes responsables de impartirla y decidir en alta instancia no siempre están a la altura de lo que los deseos de justicia y clarificación de los ciudadanos exigen. Ni siempre se comportan en su papel, sin dejarse interferir por otros poderes y por ideologías.




Y es que los caminos de impartir justicia son intrincados. Ojala no sean tan inextricables, como a veces parecen. Pero de vez en cuando,  casos sonoros te hacen creer un poquito. Por una parte un caso que topa con la Iglesia, como dice el refrán. El Tribunal Constitucional ha dictado reciente sentencia amparando a una profesora de religión que hace diez años fue expulsada de la enseñanza concertada por el episcopado, por el tremendo delito de casarse por lo civil con un separado. Diez años de lucha judicial por parte de esa mujer llamada Resurrección Galera, cuyo nombre se llena de connotaciones esperanzadoras. ¿Resurrección de la Justicia? Algo es algo. Sólo falta que la resurrección se produzca también en el poder Ejecutivo, donde reside la pelota. Pero el asunto es que la Iglesia, que tanto predica de boquilla el amor y la justicia entre los seres humanos, se cree al margen de las humanas leyes de un Estado de Derecho. Ella se creó en su momento su propio Derecho (el Canónico) y aún pretende deambular con él por una sociedad variada ideológicamente, sin acatar normas, costumbres y legislaciones que nos obligan a los demás.

Mientras se mantenga un concordato del Estado con el Vaticano, la propiedad laica y libre de un Estado como el español es falsa. Que la Iglesia permanezca cerril, egoísta y poco propensa a admitir que su reino es de este mundo mucho más que otros (en el fondo de sus resistencias sigue estando el dinero, la propiedad, el control y la influencia, sin los cuales elementos no serían nada)  no es nada nuevo. Pero que no haya manera de que dispongamos de un Gobierno que corte sus compromisos históricos y nefastos con un organismo religioso al que se le concede aportaciones presupuestarias directas y otras concesiones indirectas, en grado abundante, sigue siendo una deuda pendiente con la propia sociedad.



(Imagen de Xue Jiye)


El otro tema es el de la injuria. Cierto señor llamado Miguel Ángel Rodríguez, el ínclito portavoz de Aznar cuando éste gobernó, ha sido condenado a una multa por delito continuado de injurias graves con publicidad. Este personaje se permitió insultar al Doctor Montes (aquel médico madrileño que sufrió el acoso del consejero de sanidad de la comunidad de Madrid bajo la égida de Esperanza Aguirre) llamándole nazi. "El que decide matar a alguien es un nazi", dijo en su día, desfigurando el delicado y sensible trabajo de cuidados paliativos que el doctor Montes llevaba a cabo en el hospital con los pacientes más desesperados.






Lo curioso de esta nueva sentencia no es tanto la condena al personaje como la amonestación, no sé si muy severa pero al menos que genera precedente, a las cadenas Telecinco y TVE, por aceptar este tipo de insultos, provocaciones y falta de respeto en sus tertulias. Acaso sirva de ejemplo y las telebasuras (ya no hay donde elegir) elijan mejor a sus invitados. Claro, ya se sabe. Si la gente pide bazofia, hay que darle bazofia, como dijo no sé quién en cierta ocasión. Yo creo que no. Que lo que la ciudadanía está demandando es más verdad, más información, más debate, más clarificación. Pero sospecho que ninguna televisión (y si hay alguna excepción pido disculpas) quiere mojarse. Money is money, y la ética me la encontré en la calle.


domingo, 24 de abril de 2011

Leer en la adversidad



Pasé de puntillas sobre el Día del Libro porque soy un escéptico. Vivimos en unos tiempos en que las celebraciones  están tan extraordinariamente mercantilizadas que sospecho que se impone más la forma y la transacción que el fondo. Tampoco sé si, salvo en Cataluña, tan arraigados en sus tradiciones inteligentes, en otras partes del país habrán cundido las ventas por aquello del regalo, del autorregalo o del descuento. De acuerdo, siempre ha existido el mercado. Que hagan lo que quieran, uno prefiere refugiarse en un Día del Libro el día que quiere, de la hora que elija y del lugar en el que le apetece leer. Por esa razón ignoré el Día. Ah, y Cervantes es algo más que un Día en su honor.



Pero hoy, que es un día común, que no una jornada ordinaria, un artículo de Mónica Zgustova en El País, titulado Libros en el gulag, me hace considerar ciertas cuestiones. La principal: el valor que tiene leer en determinadas condiciones nada elegidas. O mejor dicho, en circunstancias adversas. Por ejemplo, en medio de una enfermedad, preso en una cárcel, aherrojado al exilio o simplemente en un lugar del mundo donde apenas hay libros y bibliotecas. E incluso conozco algún caso en nuestra sociedad actual de algún empleado que llevaba un libro y a hurtadillas lo leía en el retrete o en tiempos que generaba adelantando su trabajo. Zgustova se centra en las mujeres que conoció en un viaje a Rusia y que habían sufrido en el pasado el gulag, y que cuentan cómo disfrutaban leyendo una y otra vez un texto de Gogol, de Tolstoi o e Pasternak, aunque fuera a escondidas, a trozos, en libros ya viejos que habían pasado por mil manos. Y habla de lo que significaba para ellas esas lecturas escasas pero ricas.



Hay que imaginar cómo debe saber la lectura en esas circunstancias terribles represivas. Pero podríamos extenderlas a los otros casos, al mismo de una enfermedad, que siempre parece que está más a mano. Y uno recapacita sobre lo que debe producirse en esa tesitura. Por ejemplo: mayor fijación al leer, más capacidad memorística, más atención con los significados. La prisa o la urgencia no es lo que condiciona al lector, por lo que éste puede demorarse cuanto desee en el texto. La lectura en estas condiciones difíciles y escasas debe establecer un vínculo entre lo leído y el sueño de lo que el lector no tiene. Y que se procure a través de la historia narrada un escape que no tiene en la realidad, una comprobación de sensaciones de la que carece, un viaje que no podrá hacer probablemente nunca o al menos en bastante tiempo. Y hay más en el fondo: se trata de leer para anular el sufrimiento (el físico y el síquico), leer para ejercitar la mente, leer para fugarse de lo cotidiano, leer, en definitiva, para huir de la locura.



¿Será esta clase de lectores a la que de verdad se le puede denominar lectora? No lo serían tanto los que están al día de lo que se edita, ni los que compran compulsivamente, ni los que leen a la carrera sin retener ni gozar apenas, ni los que no seleccionan lecturas cuando la edad va avanzando y uno se vuelve más exigente, ni cuantos acumulan bibliotecas. Tal vez no hay como una adversidad, un crisis temporal, por ejemplo, como para volcarse en la lectura como quien se adentra en otros mundos. 

Especialmente me ha llegado al alma este testimonio que transcribe Mónica Zgustova:

Galina Stepánovna Safónova es más joven que las demás porque nació en un gulag siberiano en los años 40. Puesto que la barraca, que de niña compartía con su madre y otras presas, era lo único que conocía de pequeña, lo vivía como algo natural. Y hasta hoy conserva los libros que las presas confeccionaron para ella. Tomé uno al azar, Caperucita roja: papeles de distinto tamaño, cosidos juntos a mano; en cada página dibujos hechos con lápices de colores: Caperucita con su cesto de regalos; el lobo con la abuela; Caperucita con el lobo disfrazado…y el texto inscrito con pluma: “Qué feliz me hizo cada uno de esos libros” exclamó Galina: “De niña esos fueron mis únicos puntos de eferencia culturales. Mire, los he guardado toda mi vida, ¡es mi tesoro!”

(Los dibujos incluídos son obra del artista andaluz Antonio Álvarez Gordillo, http://antonioalvarezgordillograbadosyp.blogspot.com/)

miércoles, 20 de abril de 2011

Al margen del delirio de la masa

(Imagen de Xue Jiye)


No pensaba hoy escribir. Miento; pensaba escribir de otro tema. Pero vuelvo sobre mis pasos y escribo simplemente para decir que escribo. No tiene mayor importancia ni valor sobre qué. Acaso para dar testimonio de mí mismo. Para decir: quiero que mi tiempo sea mío. No me gusta delegar mi tiempo, ni en el espectáculo ni en el grupo. No me gusta vender mi tiempo ni que me lo roben ni que lo invadan de publicidad. Escribo mientras tiene lugar un partido de fútbol de máxima rivalidad, es decir, que concentra a millones de individuos trasuntados en ese ente llamado masa para no llegar a ninguna parte. El otro día tuvo lugar otro partido con idénticos protagonistas y recabó análoga atención. De ello rinden cuenta con soberbia y satisfacción  los negocios mediáticos, en los cuales reside gran parte de ese asunto llamado equívocamente deporte y que es inequívocamente mercado. Tampoco estuve viendo ese espectáculo, como no veo el de hoy, por la sencilla y honesta razón de que no me interesa. Disiento de la opinión mayoritaria y espero que este ejercicio personal de discrepancia no moleste ni a la industria del fútbol, ni a las autoridades, ni a los hosteleros, ni a la masa. Y si les molesta, me da igual. Tan hormiguita soy como los que componen la masa de este país, pero me apetece tener otros gustos. Gustos en los que me palpe y me encuentre. Nada que ver con los gustos donde te da igual ser tú que otro, porque la masa va a tomar cuerpo por ti. Y los comerciantes de toda clase caen sobre ti para que les compres ociosidad organizada y dirigida. Me gusta el ocio como al que más. Pero un ocio elemental y sencillo. Un ocio por el que no tenga que pagar factura. Ocio implica disponibilidad de tu tiempo. Con quedarte parado ya eres consecuente y feliz. Que nadie me intente mover hacia ninguna parte si yo no quiero. Me gusta permanecer ajeno al delirio de la masa. No sé. Es raro todo lo que sucede. En tiempo de Roma existía aquello de pan y circo. Como ahora. También existía Espartaco. Ahora no.



(Imagen de Xue Jiye)



Olvidado Grimau


Hay un tema triste y lejano, sobre el que no sabría muy bien qué decir, pero lo voy a recordar porque es una muestra del pasado a sangre y fuego de este país. Y ha habido muchas. Me entero por otro blog que hoy hace 48 años (qué mal suena, qué imagen vetusta y aparentemente inútil recurrir a los aniversarios) que Julián Grimau fue asesinado en Madrid por el Estado presidido por Franco. Yo era chico y recuerdo vagamente las noticias de Radio Nacional ocultando los apoyos que Grimau estaba teniendo y resaltando su lado criminal (para el gobierno de la dictadura todo español que disintiera era antiespañol y criminal, o sea, dos culpas en una)



Todos los involucrados en el crimen deben estar muertos. No, hay uno que no. El ministro de Información y Turismo de entonces, Manuel Fraga Iribarne, que presumía de aperturista pero que mantenía una ley de prensa férrea, es hoy un anciano venerable, aunque muy achacoso, con plaza vitalicia en la representación de la democracia formal. Las gestiones internacionales (gobiernos europeos, sindicatos, el Papa, la gente en las calles de París y otras ciudades…) trataron de presionar para que se anulara la pena de muerte que se había dictado contra el dirigente comunista, tras un juicio sin garantías. La compañera de Grimau telefoneó incluso a Fraga Iribarne. Éste se limitó a responderle que le iban a ejecutar. ¿Alguien tiene alguna duda de por qué a la derecha española le escuece tanto el asunto de la Memoria Histórica? Va a ser verdad aquello de la mala conciencia. Ay, esta España nuestra, que cantaba Cecilia.


lunes, 18 de abril de 2011

Carretera Lisboa-Helsinki


Hace muchos años, una carretera internacional que pasaba por mi ciudad de la Meseta se denominaba Autovía Lisboa-Helsinki. Me gustaba el nombre, tan lejano de estas siglas de ahora como son A-62 o N-VI que hablarán a los técnicos, pero no a los humanos. A mucha gente le chocaba el nombre, y lo consideraba pretencioso. Pero que tomara como referencia los nombres de dos ciudades, en cierto modo extremas, del continente europeo, le daba calor.  Mas de aquella nomenclatura razonable ¿qué queda hoy día? ¿Sólo la telaraña vial que si la sigues y pagas el carburante te permite llegar casi al polo norte? ¿Permanece aún un vínculo solidario y de destino común entre ambas ciudades y sus países respectivos?




Creía hasta ahora que sí. Pero el resultado electoral de ayer en Finlandia con un porcentaje de votos de ultraderecha tan elevado me desconcierta. Y creo que está inquietando a mucha gente. De momento ya hay algo claro. Si depende de ese casi 20% de votos, el rescate a Portugal en su crisis económica y financiera peligra. Se dirá que un porcentaje no obstante bajo todavía no puede hacer peligrar políticas de orden superior. Y sin embargo, probablemente sí. Basta con que los dos partidos que han conseguido una ligera ventaja por encima de la ultraderecha no se pongan de acuerdo para que la posición de Finlandia sea decisiva en orden a temas tan decisivos hoy día como echar una mano a los países del Sur con problemas o asumir las migraciones africanas. Los finlandeses no parecen estar por la labor de sentirse europeos de otra Europa que no es tan de bienestar como la suya y que lleva camino de serlo menos.





Sabíamos que Europa no era lo que parecía, pero no habíamos perdido la confianza. No obstante, uno tiene la sensación de que, una vez más, los poderes financieros han metido al continente en una trampa mortal, a pesar del valor del euro. Y esa trampa tiene más visos políticos de momento y sólo para el sector de países más débiles supone un golpe económico, puesto que las posibilidades de salvación aparecen cada vez más confusas. La división Norte-Sur se incuba también en los viejos territorios de Europa. Ante la indecisión de los políticos por construir una Europa más social, uno teme que entremos en una vorágine peligrosa en todos los sentidos.


sábado, 16 de abril de 2011

Admoniciones a favor de la humildad



Se habla mucho de la crisis en abstracto o de sus vertientes económicas, pero poco de la crisis de identidad. Cuando miras en derredor y ves la apariencia en que se vive, no puedes por menos que recordar orígenes nada lejanos. La burbuja de un modelo de crecimiento socioeconómico de doble filo, acontecido en los últimos treinta años, nos hizo olvidar a los españoles que antes habíamos sido míseros, pobres y pícaros. Nadie quería acordarse de un pasado humilde o, como otros dirían, del largo y funesto subdesarrollo. Un pasado de carencia de recursos, de vivir al día y de analfabetismo latente, por sintetizarlo de alguna manera.



Pero tal vez de aquellos tiempos peores se salvaba un sentido de la dignidad que hoy no encuentras fácilmente, una actitud de modestia y humildad que parece haberse desalojado del corazón de los peninsulares y una capacidad de rebeldía que hacía apretar los puños en los bolsillos ante las obvias injusticias y que hoy se ha sometido a rendición.




En los últimos años pocos españoles se consideraban ya obreros. ¡Todos somos clase media!, parecía ser el grito unánime. Como aquel otro de ¡al fin europeos! Pero la clase media, se diga en singular o en plural, no es una clase constituida como tal. La condición de sus miembros es trabajadora, como la verdad es la verdad lo diga Agamenón o el porquero. Sólo la percepción salarial de cierto nivel o ese fenómeno más frecuente en estos años de que dos o más miembros de una familia trabajen ha permitido una capacidad adquisitiva y de ahorro a un tipo de españoles. Justo los que se consideran clases medias. Pero que no se olvide que la clase media es sólo posición de clase. Seguramente temporal, pasajera, efímera. Porque las medidas económicas en marcha, el acaparamiento financiero de la gran banca, los recortes salariales y de pensiones, la reestructuración de empresas y consecuentes despidos, la elevación de impuestos y la bajada o eliminación de servicios asistenciales va a barrer a parte mayor o menor de esos sectores que han vivido con mayor disponibilidad económica.




Tal vez lo que venga, y los augurios no son nada favorables, aunque algunos se empeñen en mostrarnos sonrisas mcdonald, sacuda también esa especie de frivolidad humana en la que se ha vivido. Esa soberbia del yo pago y exijo. Ese creernos alguien cuando lo que hemos estado es vendiendo nuestra primogenitura de la dignidad. Entonces, cuando uno tiene este tipo de pensamientos acres recurre al Quijote y rebusca entre las admoniciones que el ingenioso hidalgo hiciera a su escudero Sancho, tales como éstas:


“Haz gala, Sancho, de la humildad de tu linaje, y no te desprecies de decir que vienes de labradores, porque viendo que no te corres (*), ninguno se pondrá a correrte, y préciate más de ser humilde virtuoso que pecador soberbio. Inumerables son aquellos que de baja estirpe nacidos, han subido a la suma dignidad pontificia e imperatoria; y desta verdad te pudiera traer tantos ejemplos, que te cansaran.

Mira, Sancho: si tomas por medio a la virtud y te precias de hacer hechos virtuosos, no hay para qué tener envidia a los que padres y agüelos tienen príncipes y señores, porque la sangre se hereda y la virtud se aquista (**), y la virtud vale por sí sola lo que la sangre no vale.”

(* que no sientes vergüenza/ ** se adquiere)

Para quien desee leer el resto, que mire la Segunda Parte de la obra, capítulo XLII. No tiene desperdicio el ojo clínico de un español, Miguel de Cervantes, que digería a su manera su tiempo y su país.


(Las imágenes está extraídas de http://joachimmalikverlag.blogspot.com/)

jueves, 14 de abril de 2011

La luz que arroja el Maestro



Entiendo que no es ordinario tener en la mesilla de noche este libro. No es best seller, ni lo último en moda recomendada por los profetas de la literatura. A estos últimos cada vez se les escucha menos y cuando se les oye hablan como las solapas de los libros. Uno ya no está para dejarse aconsejar por la publicidad. Sí por un amigo que de verdad lea y te cuente de verdad por qué le gusta lo que lee. Entonces, puede que entres a saco con una novela por la credibilidad que concedes al amigo fiable. Sólo puede.




Este libro de la mesilla ni me quita el sueño ni me lo pone. Digamos que simplemente me reconcilia con el pasado y sobre todo me da luz. Porque la forma, ese humor deslizante de Machado, enriquece el fondo, lo hace más vívido. Y el fondo está impregnado de lo mejor de la cultura española que el escritor metabolizó. También es cierto que, acuciado por los tiempos que tuvo que padecer, hay textos amargos como hay otros cuyo ingenio no se sabe si es el del heterónimo o el del pueblo llano, o el de ambos a la vez.




Celebrando el ochenta aniversario de la proclamación de una República traicionada  y no respetada por las oligarquías y las castas, me encuentro este texto insólito y deslumbrante en boca del Maestro:

“La patria  -decía Juan de Mairena-  es, en España, un sentimiento esencialmente popular, del cual suelen jactarse los señoritos. En los trances más duros, los señoritos la invocan y la venden, el pueblo la compra con su sangre y no la mienta siquiera. Si algún día tuviereis que tomar parte en una lucha de clases, no vaciléis en poneros del lado del pueblo, que es el lado de España, aunque las banderas populares ostenten los lemas más abstractos. Si el pueblo canta la marsellesa, la canta en español; si algún día grita: ¡viva Rusia!, pensad que la Rusia de ese grito del pueblo, si es en guerra civil, puede ser mucho más española que las Españas de sus adversarios”.

Escrito por Antonio Machado en plena guerra civil. ¿No lo dice todo? Más claridad no se le puede pedir. Para reflexionar. Salvando tiempos y distancias, hay que leer el Juan de Mairena con memoria y con ubicación. Y fluirá la empatía y la comprensión. Feliz 14 de Abril.

martes, 12 de abril de 2011

Islandia viaja al fondo de la Tierra

(Imagen de Ivan Kap, DGTLK)




Tal vez no sospechara Julio Verne que su imaginaria obra Viaje al centro de la tierra tuviera unas connotaciones más profundas ciento cincuenta años después de escribirla. Y que el vínculo siguiera siendo Islandia. Y que como con aquella novela, lo acontecido recientemente en ese país casi polar parezca también de ficción. Pero la ficción suele tener una larga mano en la historia y muchas veces se aprende más de ella que lo que tiene lugar con nombres y apellidos, pero que resulta difícil explicar o no se quiere hacer, y menos transmitir. Tal vez por esa razón las leyendas y los mitos tuvieron tanta acogida en el pasado y nutrieron el imaginario popular y el de los relatores que posteriormente dieron lugar a la literatura.



Que los ingredientes con que se cocina en Islandia desde 2008 sean los mismos que están cocinando las crisis de todos los países occidentales (con su secuela de proyección mundial, aún indescifrable) no nos consuela, pero hay algunas características que los hacen más nutritivos. ¿Qué parece ficción? Lo acontecido este fin de semana, donde en un referéndum los ciudadanos (apenas 330.000 habitantes tiene Islandia) han acordado no pagar la deuda originada por la crisis de un banco a los inversores ingleses y holandeses parece más novelesco que real. Expresan de esta manera que están hartos de que cuando hay beneficios los bancos se lo lleven entero y cuando hay quiebras tenga que salir el Estado a echar una mano y poner dinero público. Puede que esa decisión mayoritaria traiga cola para ellos, pero nadie puede negarles ese punto dignidad y de indignación que les eleva. ¿Será que no quieren ser más objeto de transacción? Demasiado bello para resultar verídico, ¿no?



Tal vez el asunto islandés sea una punta de iceberg más de todo lo que hay bajo la superficie del sistema. El viaje al centro de la banca, de las finanzas internacionales y de las políticas de los organismos económicos mundiales va a tener un largo recorrido. Posiblemente este nuevo viaje juliovernesco, en que los exploradores tendríamos que ser todos los ciudadanos exigentes no haya hecho sino comenzar. Porque todo huele a delito, a estafa y a ilegalidad en el mundo de las finanzas. Toda la politica financiera se ha convertido en una gran bola de fuego que va a arrasar el paisaje. Las autoridades mundiales resultan poco creíbles y no se ve una claridad en las medidas para enderezar el rumbo de la nave. ¿Será que no las tienen? ¿Que todo lo que sucede no sea sino un pulso de hondo calado entre entidades por una parte y con los diferentes Estados por otra, por un control superplanetario? 


Sí, puede que todo sea ficción. Islandia no es numéricamente importante y políticamente no tiene influencia exterior. Pero este país tiene derecho como cualquier otro a sobrevivir dignamente. ¿Que no se puede extrapolar y considerar como ejemplo esta rebeldía? Depende como se mire. Si se hace desde un supuesto poder efectivo, desde luego poco puede influir en el resto de países. Si se hace desde una referencia ética y resistente frente a este mundo de los tiburones de las finanzas, el valor de su decisión es elevado. Decía E. F. Schumacher que todo lo pequeño es hermoso, y en ese sentido habría que tener en cuenta esta actitud de los islandeses. La historia está repleta de pequeños detalles, pequeñas oposiciones, pequeños gritos cuyo eco puede llegar lejos.

sábado, 9 de abril de 2011

Viejas prácticas, antiguos vicios

(Imagen de Ivan Kap, DGTLK)


Hay veces en que conviene recurrir a la memoria del pasado para comprobar que nada hay nuevo bajo el sol. Y hacerlo leyendo o releyendo textos en que se valoran las conductas de los individuos y de sus sociedades. Yo lo hago con cierta frecuencia, en parte para no caer en desánimo y en parte para ratificarme en la importancia del conocimiento sobre la personalidad emocional de la que me nutro. Hace cuatro siglos el erudito inglés Robert Burton ya consideraba las motivaciones intrínsecas de los hombres, y cuando se le lee en su obra Anatomía de la melancolía lo que sigue,  uno se despoja de complejos. Dice, por ejemplo, Burton:

…cada hombre sólo se preocupa por sus propios intereses. Nuestro summum bonum es el interés, y la diosa a la que adoramos, la Reina Moneda, a la que ofrecemos a diario sacrificios, que gobierna nuestros corazones, manos, afecciones, todo: la diosa más poderosa, por la que se nos ensalza, humilla, eleva, estima, la única guía de nuestras acciones, por la que rogamos corremos, galopamos, vamos, volvemos, trabajamos y disputamos como lo hacen los peces por una miga que cae en el agua. No tienen importancia la virtud (eso es un bien teatral), la sabiduría, el valor, el conocimiento, la honestidad, la religión o cualquier cualidad por la que seamos respetados, salvo por el dinero, la grandeza, el oficio, el honor, la autoridad. La honestidad se considera necedad; la picardía, una norma; se admira a los hombres por lo que parecen, no como son, sino como parecen ser…



(Imagen de Ivan Kap, DGTLK)



¿No suena todo esto a ya sabido? Estamos en vísperas de elecciones municipales y autonómicas. Se habla de recetarios de buenas prácticas y códigos de conducta intachablemente éticos, aunque me temo que traicionados descaradamente en origen por algunos de los concursantes. Sobre todo por esos involucrados de la trama Gürtel que van en listas electorales levantinas, y que constituye el ejemplo más extenso de corrupción a la sombra y protección de un partido en los últimos años. No estaría mal que echaran un vistazo al prefacio de Burton. Naturalmente, siempre que sea para corregir, admitir responsabilidades y no solo para divertirse viendo lo antiguos que somos en avidez, corrupción y obsesión por el poder. Pero sospecho que es pedir peras al olmo. Bueno, para remate preelectoral ahí va una joya de Robert Burton que, si no fuera por la distancia temporal, se diría escrita para la ocasión:  

…al ver tanta diferencia entre las palabras y los hechos, tantas parasangas entre la lengua y el corazón, los hombres que, como actores, representan una  gran variedad de papeles, dan buenos preceptos a otros, mientras que ellos mismos se arrastran y revuelcan por el suelo…

¿A que es una preciosa y clarividente opinión? Ya digo, cuatrocientos años nos contemplan.




jueves, 7 de abril de 2011

Muchos eran los llamados...



Quiero ser tranquilo  -los términos optimista y pesimista siempre me parecieron oscilantes, cuando no oportunistas, cuando no poco válidos-  ante la respuesta a la convocatoria juvenil de hoy en Madrid. Se pretendía emular a la juventud portuguesa (sí, ¡a los ejemplares jóvenes portugueses! a quienes les va a caer una deuda buena con el socorro de alto precio de la Unión Europea) que salió a tomar la calle hace unas semanas. Quiero contar los decididos que han respondido y conformarme, y seguir contando en el futuro. Quiero no dejarme afectar por una cifra y tampoco me da en hacer ficciones sobre las razones de por qué hubo tan escasa asistencia a un acto que podría interesar a un número mayor.

Cada vez me cuesta más perseguir liebres que no veo. Y como tengo talante constructivo, quiero reconocer a los que han acudido, motivados no sé si por inercia juvenil, por rabia, por hartazgo o por eso tan poco claro llamado conciencia, aunque no se sepa muy bien de qué. Tampoco me apetece lo más mínimo perorar generalizadamente sobre ese ciclo transitorio apellidado juventud, ni echar mano de los recursos fáciles de si el botellón es lo que arrasa.

Hombre, supongo tan felices a las fuerzas de facto y de jure de ese sector de la sociedad española con poder. Todo está bajo control. ¡El orden reina en Madrid! De momento. Pero la consigna del sistema está clara: hay que mimar a los jóvenes, ¿futuros ciudadanos? No me parece obvio tampoco. Pero sí presentes y futuros precarios, sí presentes y futuros clientes, sí presentes y futuros…El colchón social de familias y subvenciones vigila. Otra vez será.





lunes, 4 de abril de 2011

Yo quemo tu Corán, tú mi Biblia

(Obra del pintor chino Xue Jiye)



Y si esa dialéctica quedara en juego o en un mero ejercicio litúrgico o en un símbolo mutuamente purificador, sin mayor persecución ni desprecio, pues valdría como terapia. Pero ya se sabe que en la escalada de los desafíos de la intolerancia cada una de las partes o al menos una de ellas tiene que subir siempre un peldaño más. Considero que el fanatismo tiene una composición machista y androcéntrica, de tomo y lomo. En ella lo que parece contar es el “yo soy más bestia que tú”. Niños de escuela crecidos en el odio perverso.

Como la bestialidad humana y la condición energúmena de ciertos seres va vinculada a la pobreza, al dogmatismo de sus religiones y de sus sistemas patriarcales, y rebosa un componente enorme de sentimiento como víctimas del agravio, no es de extrañar que los estallidos sean frecuentes. En algunos países de Asia es una norma, y empiezan a extenderse ciertos choques entre mundos lejanos.






Que un loco de una secta cristiana de Estados Unidos decida agitar la quema del Corán suscita enseguida en el otro extremo del planeta –en este caso fue en Afganistán-  una reacción más virulenta aún. Porque la respuesta no fue simplemente quemar la Biblia sino quitar la vida a un grupo de humanos. Cierto que no podemos ignorar que hay otras intencionalidades detrás: en uno hacer espectáculo y que se hable de él, y en Afganistán que sean utilizados gestos como el del energúmeno pastor yanqui por parte de los talibanes y otros dogmáticos catequistas para hacer propaganda antioccidental. Siempre se persigue más de un fin con los comportamientos brutales de unos y de otros.






La palabra profanación ha salido a relucir. Me pregunto: ¿valen más los símbolos que la vida? Cuando los humanos se refugian férreamente en un corpus de símbolos, muchas veces recalcitrantes e inútiles, es que algo no funciona bien ni en su pensamiento ni en su modo de vivir. ¿Qué llevará a unos hombres al fanatismo, a la intolerancia, al enfrentamiento permanente? La defensa obnubilada de una idea, por ejemplo. O acaso sus miedos íntimos, como individuos y como pueblos. O la inseguridad, hija de una visión cerrada y dogmática de la existencia. O la desconfianza en las reglas sociales pactadas abiertamente y con concesiones. O el temor al cuestionamiento de sus dominios patriarcales.

No es bueno que a estas alturas de la historia se sigan sacralizando textos que sus defensores llaman hipócritamente sagrados. Textos que fueron pensados en su tiempo, ya pasado, como obligados códigos de conducta dictados por las castas clericales que ha habido en todas las religiones. Textos utilizados para ejercitar la atadura de los individuos y el control social. Hoy no deberían contar. Quienes los esgrimen como activos y los ponen por delante de las leyes actualizadas por las sociedades presentes van contra un concepto del hombre basado en la libertad y el laicismo. Pero no todas las sociedades avanzan de la misma manera, ni saben poner límite a la influencia de las religiones y de sus clérigos. La laicidad sigue siendo una conquista pendiente en Oriente y en África, y corre riesgo siempre en Occidente.









Si el maestro viviera estos choques de dogmas manipulados como excusas de otros fines todavía más espurios se radicalizaría y diría algo así: “No cerréis vuestro pensamiento con lo que cantan las letras inamovibles, y que sin embargo resultan cambiantes. Ni siquiera los libros antiguos fueron verdades en su momento. Dejad que la literatura vuelva a la literatura. Sospechad de quienes la utilizan y la repiten con el fin de que cada uno de vosotros no encontréis vuestra propia letra. La que dicta vuestra mente y sólo sabe escribir vuestra propia exigencia de ser libres”.


sábado, 2 de abril de 2011

La sangre de las materias primas

(Obra del pintor chino Xue Jiye)



La guerra en Costa de Marfil no es sino el penúltimo conflicto de lo que ha pasado toda la vida. La lucha por la disponibilidad y el control de las materias primas ha llevado a los humanos siempre a guerrear. De manera más directa al principio, con usos más retorcidos e influyentes después, la extracción, explotación y comercio de las materias primas ha generado una espiral permanente de conflictos en la historia de la humanidad.

Además, es una cadena interactiva. Primero lo que se pretende es tener disponibilidad de una materia si se quiere el desarrollo de una economía, para lo cual hay que comerciar y negociar con ella. Para acceder a la materia prima se necesita o bien negociar un precio, o si éste resulta alto tener influencias directas sobre un país determinado para que lo rebaje, o si hay dificultades insuperables intentar obtenerlas a través de controlar territorios, poblaciones, individuos. Gran parte de la corrupción mundial a escala alta reside en la compra de influencias por parte de Estados desarrollados o por multinacionales o por ambos a la vez. Si un país se resiste a que sus materias sean controladas y su precio decidido por ajenos pueden sufrir invasiones, conspiraciones o particiones territoriales.





Viene de muy antiguo en la historia. Si los primeros pobladores de las ciudades querían obtener un material duro, hierro, por ejemplo, y no lo tenían en sus límites territoriales hacían incursiones en otras zonas. ¿Quién podía hacerlas? Quien era más fuerte. ¿Quién era más fuerte? El que se armaba más. ¿Quién estaba mejor armado? El que se había procurado la materia prima y la técnica más avanzada. En cierto modo el proceso era circular y bastante cerrado. Todo muy antiguo y, sin embargo, todo repitiéndose incesantemente.



Lo curioso: los intereses cruzados de potencias y empresas transnacionales, agazapadas éstas tras diferentes Estados. Así, en Costa de Marfil, que fue colonia francesa, el cacao resulta que supone nada menos que el 40% del valor de las exportaciones del país. Y leo el testimonio reciente del profesor marfileño de Historia Jean Arsène Yao, aparecido hoy en el periódico El País:

“El cacao representa el 40% de los ingresos de exportación del país. Ha servido para financiar grandes proyectos y también la guerra. Quien controla el cacao controla guerra, la política y la economía, de ahí el interés de las fuerzas de Ouattara de tomar el puerto de San Pedro, desde donde se exporta el cacao. El comercio y el transporte están controlados por los malinké, etnia de Ouattara. Económicamente fuertes, solo les faltaba el poder político, y Ouattara encarnaba esa opción. También están los intereses de las multinacionales. Costa de Marfil es un importante mercado que siempre controló Francia. Con la llegada de Gbagbo las cosas empezaron a cambiar. China, Rusia, Sudáfrica y Brasil han ganado mercado y restado poder a Francia, que ve en Ouattara a quien podría defender sus intereses.”

Como se ve por estas opiniones, nada nuevo. Viejas prácticas, viejos objetivos, viejas persecuciones de la riqueza y el poder a costa de otros. Sin que a los que las incitan y llevan a efecto desde la sombra y desde sus respectivas Bolsas de Valores les importe la sangre derramada. Algunos, en este caso, tendrán encima la desfachatez de decir que las matanzas son cosa de salvajes.