hoy es siempre todavía

jueves, 31 de marzo de 2011

Acabados los obreros, llegan los emprendedores


No me cabe duda de que aunque textos mitológicos como el Evangelio de Juan dijera otra cosa, en el principio fueron los obreros, cuya condición originaria distaba de ser libre. Y fueron también los cazadores, y los artesanos, y los agricultores, y luego los empleados. La secuencia va un poco a lo loco. Me quiero referir a que sin aquellos que, desde el principio de los tiempos humanos, participaron en las transformaciones materiales, con su esfuerzo físico de brazos, piernas y mente, no habríamos llegado a donde hemos llegado. Con sus más y sus menos.


Pero eso fue al principio, y hasta hace muy poco, porque tal pareciera que estuvieran en trance de desaparición. Entre los cambios tecnológicos por un lado, con un amplio despliegue de robótica en los procesos productivos y de distribución, y la especialización masterizada por otro, pocos trabajadores van quedando. Al menos eso parece deducirse de lo que promocionan a bombo y platillo los organismos de las administraciones, las universidades privadas, las pymes y las cámaras de comercio e industria de las ciudades. Estamos ante el penúltimo invento sociológico: los emprendedores.



Difícil saber si en el futuro los emprendedores serán la composición básica de la sociedad, si se trata de una metáfora, de un truco para sacar ideas de los ocurrentes y hacerse luego con la patente los de siempre, o de una combinación aleatoria e imprecisa muy propia de tiempos de cambio, que otros llaman de crisis. Difícil precisar si el emprendedor es sólo quien tiene ideas y también capital, o sólo ideas mas no capital, o si el precio de un préstamo bancario para materializar sus ideas es que el emprendedor ceda sus derechos. Un emprendedor, ¿es también un empresario? ¿O se queda a medio camino? ¿Es un autoempleado especializado o se queda en aficionado? ¿Le respalda una demanda de mercado real o es la penúltima manera de disimular que el mercado de trabajo está donde está?





Raros tiempos estos en que la palabra obrero suena mal, la de trabajador a obsoleta, la de empleado a desvalorizada, la de artesano a historia y la de parado es la que reina. ¿Serán los emprendedores el recambio? ¿La nueva clase? ¿La reconducción de la vieja condición de explotado pero traducida a un lenguaje eufemístico? El caso es que este modelo que se erige en dirección de futuro desde los mass media y la publicidad suena a aquello de los autodidactas, que se lo hacían todo pero se beneficiaban poco. Y de ello bien y ocurrentemente habló Juan de Mairena, el de verdad, por boca de Antonio Machado:

“Se dice que vivimos en un país de autodidactos. Autodidacto se llama al que aprende algo sin maestro. Sin maestro, por revelación interior o por reflexión autoinspectiva, pudimos aprender muchas cosas, de las cuales cada día vamos sabiendo menos. En cambio, hemos aprendido mal muchas otras que los maestros nos hubieran enseñado bien. Desconfiad de los autodidactos, sobre todo cuando se jactan de serlo.”





(Las fotografías son del checo Michal Macku y el cuadro del suizo Peter Birkhauser)


martes, 29 de marzo de 2011

Paren las fotos





Vaya drama. Me entero de que a partir de hoy no pueden ya inaugurar nada las autoridades hasta después de las elecciones municipales y autonómicas. Según la ley electoral. Vaya aburrimiento. ¿Qué van a hacer mientras? ¿Pasearse como simples ciudadanos por nuestras calles? Por eso andaban con tanto trajín estos últimos días en pos de la foto, cortando cintas de banderitas y corriendo a apuntarse el tanto. Porque esa manía que tienen de que si no salen en la fotos y en los papeles es como si no hubiera obra es más bien un mal endémico.

Y daría risa, si no fuera por la cantidad de presupuesto que juega de por medio en pueblos, ciudades, provincias y regiones. Y ese comportamiento de nuestros mandos cívicos se ha manifestado hasta sumamente surrealista. Admitamos razonablemente, los hipotéticos votantes de tirios y troyanos, que los alcaldes y presidentes autonómicos se han pasado. Recientemente se han inaugurado aeropuertos sin aviones, sin vuelos, sin viajeros, sin servicio, en fin. Se han inaugurado maquetas (sí, simples maquetas de juguete) de hospitales y estaciones de trenes subterráneas sin trenes. Es decir, que últimamente se inauguran no ya obras, sino vulgares y verbales intenciones. Ya  les vale. ¿Nos toman por tontos? Se ve que sí, y lo seremos si se lo permitimos, y esos señores tienen nombres y apellidos de formaciones políticas. Sólo es cosa de enterarse.





Aunque la mayoría de nuestros gobernantes son precavidos y dosifican inauguraciones, cortes de banderitas y paseos a las obras a lo largo de los cuatro años de mandato. Siempre me ha llamado la atención ese marketing, esa imagen, ese exhibicionismo. Pero, ¿es que no es su función, para la que precisamente son elegidos, impulsar la gestión pública de la mejor manera, haya más o menos obras, más o menos realizaciones? ¿Acaso no son elegidos para hacer lo que hay que hacer, sin mayores alharacas? Porque de lo que se trata es que hagan lo necesario y de la mejor manera. Un principio éste que queda postergado con facilidad porque da la sensación de que el secreto de la gobernabilidad no es tanto ejecutar servicios verdaderos y eficaces como proporcionar negocios a las empresas, lo cual muchas veces descubre amiguismos, acuerdos en la sombra o corrupción descarada.

El ciudadano quiere ver menos fotos y más gestión inteligente. Más desarrollo de recursos públicos para lo público y no para ganancias privadas. Acepta inversiones fuertes si redundan en la comunidad y no en la privatización de bienes públicos. No, no es la política lo que falla por sí misma. Es la ética lo que falta en ciertos individuos votados en estos tiempos de dinero a raudales.



domingo, 27 de marzo de 2011

Aristóteles y los hombres de tirantes rojos

(Imagen de Peter Birkhauser)


Uno no sabe apenas de economía, política y materias afines. Tampoco por ello tengo mayor complejo, y visto cómo todos los sesudos profesionales de las llamadas ciencias económicas y políticas (los analistas mediáticos serios se cuentan con los dedos de la mano) han tropezado sucesivamente ante todo lo acontecido en los últimos años, pues me liberan de mis ignorancias. Uno es simplemente un ciudadano más que conoce un poco de la cosa pública porque un día, saliendo de la noche de los tiempos dictatoriales, se creyó ciudadano de verdad y más tarde por el peso, cada vez más oneroso, de las medidas económicas, de los recortes sociales y de las limitaciones políticas que caen sobre sus espaldas. Ya no solamente por las leyes que se ejecutan en materia de reforma laboral y pensionista, sino por ciertos gestos y actitudes que ensombrecen el panorama de la esperanza. La esperanza de los hombres que quieren ser libres, naturalmente.




Y esto viene a cuento de la reunión que ayer mantuvieron los cuarenta y un empresarios más poderosos de España con el presidente del gobierno. La oligarquía (el término está en vigor aunque el periodismo lo hubiera dejado de lado, pero ¿qué otra cosa o ente constituyen ese grupo nutrido que concentra con sus bienes la mitad del PIB?) le pidió al presidente que no diera ni un paso atrás en la adopción de medidas enérgicas en materia económica. Naturalmente, cualquier ciudadano que no sea ingenuo sabe que eso exige un alto precio social, que las medidas económicas tienen que ser apuntaladas por las legislativas y políticas.


(Imagen de Peter Birhauser)


El acoso y derribo reciente sobre las cajas de ahorro, al margen del caciquismo y partidismo provinciano que correteaba en el interior de las mismas, es una muestra clara de hasta qué extremo se llega, con esa conversión obligada en entes prestos para ser engullidos por el poder bancario nacional o los fondos extranjeros. A las exigencias empresariales, el presidente, obviamente, respondió con promesas, se supone que a cambio del respaldo inequívoco, algo que a los tradicionales adalides de la causa de la derecha española, el PP, les estará haciendo corroerse de envidia, porque el espacio político histórico está siendo sustituido por el pragmatismo cada vez más carente de valores de los actuales gobernantes.


(Forges en El País)


Pero no escribo esto para meterme ni con el presidente ni con la élite efectiva del país. Que de eso se encargue cada cual. Sino para subrayar un tema que me inquieta cada vez más. Lo subsidiaria, subalterna o subterfugio, elijan, que resulta hoy día la política respecto a la economía. De que aquélla, y por lo tanto todo su transfondo ético, quedará cada vez más limitada e infravalorizada en función de los altibajos, caprichos, necesidades y avidez de las fuerzas financieras e industriales, internas y externas, ya que hoy todo está prácticamente globalizado e interdependiente. Mi pregunta es pues: si los que controlan los medios productivos, de consumo, de materias primas y bancarios son los que van a decidir cada vez más sobre un país o un conjunto de países (UE, por ejemplo) ¿qué carácter va a tener la representación política? ¿En qué va a quedar el noble y liberador ejercicio de la Política? ¿O la política la han socavado desde dentro los que están en ella para medrar? ¿Qué tentaciones no vendrán tras el poder omnímodo de los oligarcas del mundo?




Puede parecer que Aristóteles quede lejos, y que leyéndolo al pie de la letra no sea aplicable al cien por cien, pero aquel olfato, aquella visión, aquella duda que él tenía sobre las relaciones de los hombres ¿no permanece, de alguna manera, en vigor? Leo en Política, libro tercero, capítulo VI, De la soberanía:

"¿Debe ponerse la soberanía absoluta para la resolución de todos los negocios en manos de los ciudadanos distinguidos? Entonces vendría a envilecerse a todas las demás clases, que quedan excluidas de las funciones públicas; el desempeño de éstas es un verdadero honor, y la perpetuidad en el poder de algunos ciudadanos rebaja necesariamente a los demás. ¿Será mejor dar el poder a un hombre solo, a un hombre superior? Pero esto es exagerar el principio oligárquico, y dejar excluida de las magistraturas una mayoría más considerable aún. Además se cometería una falta grave si se sustituyera la soberanía de la ley con la soberanía de un individuo, siempre sometido a las mil pasiones que agitan a toda alma humana. Pero se dirá: que sea la ley la soberana. Ya sea oligárquica, ya democrática, ¿se habrán salvado mejor todos los escollos? De ninguna manera. Los mismos peligros que acabamos de señalar, subsistirán siempre."


(Imagen de Aristóteles en el cuadro La escuela de Atenas, de Rafael Sanzio)

miércoles, 23 de marzo de 2011

La penúltima guerra



Debería estar hablando ya, como muchos, de esa penúltima guerra. Esta vez toca el norte de África. Pero ¿qué digo? Si no tengo opinión. Debería terminar aquí este texto y dejar constancia de mi incapacidad. Y mira que leo y releo noticias y comentarios en la prensa potable y soportable. Pero nada, no logro tener criterio. Entonces caigo en que me pasa un poco como a esa coalición de cruzados occidentales (no se me ocurre decirlo de manera más humorística) que no saben muy bien tampoco qué hacer ni cómo ni para qué. ¿O si lo saben pero no encuentran las maneras de contarnos el cuento?

El caso es que lo que me ha animado a echar una parrafada sobre el incidente es encontrar los siguientes versos de Proverbios y Cantares, de Antonio Machado:

Autores, la escena acaba
con un dogma de teatro:
En el principio era la máscara.




Y unos versos de un poeta pobre y que terminó mal me hacen pensar.  ¿Será ésta una guerra de máscaras también? ¿Qué papeles están tratando de representar los autores y los actores? Me da la impresión de que unos intentan destacar y revalorarse (Sarkozy, Cameron), otros guardar el tipo (Obama), otros están a la fuerza y con deslealtad hacia su amigo atacado (Belusconi) y algunos se dejan seducir por la apariencia de que se pertenece al concierto de las naciones occidentales (Zapatero) Los listos se han quedado en la retaguardia (Merkel) por si hay una segunda vuelta y va por otra parte.




Esta obra de teatro que uno no sabe si es drama, comedia o títeres (desde luego las víctimas del dictador Gadafi y las que se generen en los ataques aliados tienen muy claro su rol de sangre) busca un argumento que se nutre de palabras como protección del pueblo libio, razones humanitarias, derechos humanos…Algo que, parece ser, durante muchos años no se había querido ver. Tiene que haber algo más. De mis años de teatro me queda como acervo aquello de que una cosa es el argumento y otra el tema. El argumento sería como el desarrollo del tema. ¿Cuál es aquí el tema? No, no me acaba de alcanzar. ¿Se tratará más que de teatro de una película estilo Vidas cruzadas? Diferentes intereses, movimientos, ataques, defensas, encuentros, desencuentros, azares…toda una partida de ajedrez para lograr ¿qué? ¿Qué todo siga igual en el fondo, cambiando los actores que se han quedado viejos? Perdonadme, porque tengo malformación cultural por mor de haber visto demasiado cine en mis mejores tiempos.

Ah, y por favor, que no se entere el maestro de que volvemos a las andadas, no vaya a ser que creyera que nos ha dado de nuevo por las colonias africanas. Aunque bien pensado, Abd-el-Krim no nace dos veces. ¿O sí?


domingo, 20 de marzo de 2011

Pintorescos encuestados de lo nuclear





Me pregunto si los criterios de los españoles sobre los temas de envergadura son tan sorprendentes o ya nos conocemos lo suficiente como para no quedarnos boquiabiertos. A propósito del problema generado en la central japonesa de Fukushima, se hace en un periódico la consabida encuesta acerca de la aceptación por los españoles de la utilización de la energía nuclear. Como siempre, aparece la opinión de las dos Españas, aunque sea por eso de que quede claro que hay dos Españas y como si hubiera un fatum ineludible por el cual unos no pueden ni deben pensar como los otros. Al ser preguntados los encuestados si España debe abandonar la energía nuclear, el 49 por cien  de los encuestados dice que sí y el 46 por cien dice que no. Un posicionamiento con escasa diferencia numérica que no sé hasta qué punto es resultado de una buena información y por lo tanto si es consciente y sensato.

Porque viene la segunda parte, bastante paradójica. Cuando se pregunta al personal: “¿Hasta qué punto estaría de acuerdo con que se instalara en su municipio y/o en su provincia y/o en su comunidad autónoma una central nuclear?”, ay, amigo, entonces el poco o nada de acuerdo sube al 74, al 70 y al 65 por ciento respectivamente, según, se trate de una entidad administrativa u otra. Es decir, según el cerebro de los encuestados conciba la proximidad o la lejanía del lugar donde se instalara la central ve el tema de otra manera.





¿Somos pintorescos o qué somos en este país? La contradicción es palpable: hay poca diferencia entre los partidarios y los no partidarios de lo nuclear cuando la pregunta es más general y sin embargo la brecha de opinión se abre considerablemente cuando a la gente se le invita a que piense en  términos de aceptación del ingenio en su proximidad habitable. No sé si es desconocimiento, egoísmo, dejación o pereza mental lo que lleva a muchos a no tener una idea clara y seria. En resumen, que en plan chusco podría concluirse: qué bueno es algo cuando me beneficio siempre que el riesgo lo corran otros. Con este panorama hablar de ciudadanos modernos, solidarios o simplemente consecuentes parece algo fuera de lugar. Pero con estos tics el debate informado, decisivo y vinculante sobre el futuro del uso de la energía nuclear lo vamos a tener muy difícil. Y sin embargo es necesario. ¿Por qué será que la misma España de siempre me sigue helando el corazón?



jueves, 17 de marzo de 2011

Ni el Guadalquivir ni el Duero tienen dueño

(Fotografía de T-Enami)


Nuestras vidas son los ríos que van a dar a la mar…recitaba el formidable Jorge Manrique. Y así debe seguir siendo. Pero también deberíamos cantar que las aguas de los ríos deben bañar todas las tierras posibles y ser disfrutados por todos los que respiran y penan en esta probada vida. Y que las aguas superficiales y subterráneas deben preservarse, tanto en calidad como en caudal, porque es un tesoro que no queda en segundo grado respecto a la importancia que se concede a los carburantes. Deberíamos proclamar desde los niveles de la enseñanza básica la excelencia que supone disponer de agua abundante, que no existe precisamente para regar campos de golf y otros despilfarros, y enseñar a los niños a hacer buen uso y a cuidar y amar los cursos fluviales, que tan hermosos paisajes proporcionan.



(Fotografía extraída de http://joachimmalikverlag.blogspot.com)


Nunca podré olvidar las caras de los niños saharianos que vienen de colonias a España con algunas familias. El agua del grifo, las fuentes y las piscinas es lo que más les admira y les deja mejor recuerdo. Y nosotros, para variar, derrochando. Pues aunque parezca mentira, los ríos y sus cuencas han dado guerra y han enfrentado a habitantes de unas y otras regiones españolas. Es un asunto que nunca he entendido muy bien. Eso de que este río – es decir, su cuenca fluvial-  es nuestro y lo gestionamos nosotros me ha parecido que tenía siempre un tufo egoísta y propietario exagerado. Todo es dialogable, todo se puede conceder e intercambiar buenamente, pero, eso sí, para darle un buen fin a los medios que la naturaleza ha puesto en las manos humanas.







Me choca que a estas alturas el Tribunal Constitucional niegue a Andalucía el traspaso y gestión del Guadalquivir y a Castilla y León lo referente al Duero. Supongo que esta decisión traerá cola política, porque la jurídica ya está cerrada (nunca se sabe cuándo se cierra, pero así anda la cosa) Soy un pobre ignorante de pugnas y litigios sobre la propiedad de los bienes colectivos, pero me obligo a llamar la atención. Más nos valiera vigilar la limpieza y uso del agua. La parte administrativa de las cosas no deberían ser nunca ni un límite ni una rémora a lo que suponga satisfacción de los bienes públicos colectivos. Pero mientras, las aguas no se libran tampoco de transcurrir por los cauces fieramente humanos.

"Cuidad los ríos para que podáis beber y para que podáis regar vuestro alimento -diría Juan de Mairena si supiera de las peleas jurídicas actuales-. Están sus aguas a vuestra disposición, y no olvidéis que ya existían antes de que llegaseis. Por lo tanto, ¿a qué esas disputas si al final donde os ahogáis es en vino, ya que habéis olvidado hacerlo en el amor?"







Acompaño estos vídeos de Bill Viola porque en sus perfomances de agua hay un vínculo de la materia con la naturaleza humana que no tiene pérdida. Dusfrutadlos.

miércoles, 16 de marzo de 2011

A propósito de Fukushima




Catástrofes como la que se está produciendo en Japón estos días tienen un aspecto positivo con efectos generalizados: que nos pueden enseñar a todos los habitantes del planeta muchas cosas con más claridad. Bueno, hay otros aspectos positivos que merecerá la pena analizar: la conducta social, la organización y la respuesta comunitaria y solidaria entre los que están padeciendo la desgracia, los japoneses.





La globalización  -a la que los mass media han contribuido indudablemente, aunque de modo dual y contradictorio-  permite que ciertos asuntos o problemas puedan ser conocidos y sentidos en el mundo en tiempo record. Ciertamente, hablar de cómo se captan estas cuestiones en los diferentes países es desigual. Paradójicamente, en Occidente, donde hemos dispuesto de elementos de representación política e informativa, también nos hemos visto interferidos por un planteamiento ciego de sociedad consumista desenfrenada que no ha querido ver muchas veces más allá de sus narices. Por el contrario, hay grandes zonas del planeta donde las dictaduras políticas o la presión de la miseria impide a sus habitantes tener acceso y derecho a ser informados y decidir.





También tenemos el hándicap occidental de haber visto las cosas desde el ombligo de nuestros intereses. Ahora se lleva mucho culpar a los políticos que han gobernado. Pero las consiguientes sociedades han ratificado electoralmente las propuestas de los políticos y les hemos dejado hacer. No seamos hipócritas. Los mismos propietarios de la prensa y de las televisiones han hecho el doble juego: hacer que hacen información y ocultarla. Excepciones aparte, la prensa ha aportado algo más en el debate de los problemas. Pero las cadenas de televisión niegan prácticamente una información.





Porque informar no es seguir un esquema de noticia, con tantos intereses de por medio, sino aportar medios y elementos de análisis y debate. ¿Cuántos programas, serios, me refiero, no de tertulianos ultras y deslenguados, existen en las televisiones? Ya sabemos que estas empresas, entregadas  a la publicidad de todas las marcas de productos habidas y por haber, no están por la labor de hacer valoraciones rigurosas de las cuestiones importantes del mundo, con gente competente y que aporte. Curiosamente, no son los políticos interesados los que más suelen aportar; se echa en falta científicos, ciudadanos informados y gente de organizaciones que trabajan los temas por el interés común.





La catástrofe  -que se va confirmando como tal-   de la central nuclear de Fukushima es un tema de primer orden de interés mundial. Aunque sólo sea porque hay nucleares por todo el planeta, principalmente en los países más desarrollados, el asunto debería ser tratado por los media con prioridad más severa, con elementos y dando voz a los ciudadanos, y no dejando solamente la pelota en las empresas eléctricas, las juntas de energía nuclear o en gobiernos que han venido concediendo a aquéllas.

La desinformación y la ocultación, por no decir la  mentira, sobre las supuestas bondades de la energía nuclear como fuente de energía y consumo han sido la pauta permanente a lo largo de la no larga historia de la implantación nuclear para uso civil. Yo he llegado a ver a representantes de Iberdrola, por ejemplo, por colegios para explicar a los alumnos la bondad de una energía que es, ante todo, negocio. Y luego, alto riesgo. ¡Y pensar que la derecha rancia y  reaccionaria critica ahora la asignatura de Educación para la Ciudadanía! Estamos, desgraciadamente en un sentido, ante un momento idóneo para desarrollar un debate generalizado sobre lo nuclear. Ahora bien, sabiendo que tendremos que abordar el modelo de crecimiento y de vida  nuestra y de nuestros hijos, sin la cual no llegaremos jamás a poner el dedo en la llaga.







(He ilustrado la entrada con fotografías de T-Enami, uno de los más interesantes fotógrafos japoneses de finales del siglo XIX, que divulgó la técnica estereoscópica. En ellas se refleja una sociedad ya desaparecida, pero que se nos acerca a los occidentales con toda su riqueza cultural y su desbordante humanidad)



sábado, 12 de marzo de 2011

La ola de Hokusai

(La ola, de la serie Cien vistas del Monte Fuji, de Hokusai)


Muchas veces me pregunté si la ola que pintó Katsushika Hokusai era real o se trataba de la imaginación de un pintor onírico y preciosista. Nunca imaginé que casi dos siglos después pudiera tener la respuesta. Aunque, bien mirado, la respuesta la tienen en su propia carne quienes han padecido el terremoto y su consiguiente tsunami en el norte de Japón. Lo que percibimos los demás es puramente virtual. Lo que vemos en televisión es una imagen. Desde el sofá nos sorprendemos y acaso nos horrorizamos, pero a continuación en el fondo pensamos: menos mal que no nos ha pasado a nosotros.

Además de todas las secuelas que va a traer el seísmo  -desaparición de personas y bienes, destrucción de comunicaciones, posibles escapes en las centrales nucleares, paralización de la actividad productiva, problemas a corto plazo de recuperación económica- y que los japoneses van a palpar y padecer, el asunto obliga a reflexiones más profundas. Digamos que más existenciales. 



La primera, que la naturaleza sigue teniendo una capacidad y una fuerza que desborda a los humanos y sus sociedades con sus manifestaciones repentinas. La segunda, que los humanos hemos alcanzado cotas altas de desarrollo tecnológico y productivo   -mal repartidas, evidentemente, en el planeta-   pero que se pueden volver contra nosotros mismos, porque no nos proporcionan una seguridad al cien por cien, ni mucho menos.

Pienso entonces en el riesgo de las centrales nucleares, por ejemplo. El gobierno español había avisado recientemente de que va a reemprender una actividad energética basada en lo nuclear, prolongando de momento la duración de las nucleares existentes (uno se acuerda enseguida en Garoña, que ya estaba en el límite temporal) Las empresas de electricidad iban como buitres tras una política más liberal y habían logrado ya su objetivo. Ahora llega este drama de Japón, que ojalá no cause devastación pero que al menos debería valer de lección. ¿Servirá para que volvamos a considerar el tema de auspiciar energías que no acabamos de controlar?


jueves, 10 de marzo de 2011

La lista Forbes




¿Sirve para algo que la revista Forbes divulgue el ranking de los ricos más ricos del mundo? Claro, supongo que para más exhibición et gloriam de los pertinentes mencionados. También para actualizar la vergüenza, no la de estos, sino la objetiva, la que existe la toquen o no los hombres. También para fomentar la ira y para hacernos más descreídos a todos. ¿No querrán los ricos más ricos precisamente eso, que seamos más escépticos, más desinteresados y resignados?

Que los ricos más ricos no tienen necesidad ni obligación de justificarse es obvio. A ver quién les tose. Y si lo hicieran, por alguna extraña y recóndita mala conciencia subyacente, que dudo que la tengan, proclamarían las excelencias de su abnegado esfuerzo. Dirían que lo que poseen en sus patrimonios personales se lo han ganado a pulso y honradamente. Aquí el término y concepto de honradez hay que interpretarlo conforme a las leyes de mercado. Ya se sabe que la ética social en los negocios no existe, pero sí sus propios códigos de conducta adaptados a las circunstancias,  y que el lenguaje se compra y se vende. 

Aun si cedieran a dar explicaciones, vendría la retahíla de que lo que tienen es consecuencia de sus inversiones que, a su vez, han generado riqueza social, puestos de trabajo y bienes múltiples. Eufemismos por doquier. Se sabe también que algunos de estos ricos más ricos suelen inventarse fundaciones (que de paso les sirve para desgravar en Hacienda) que se justifican en compromisos con la infancia desnutrida, el desarrollo agrícola de zonas paupérrimas o la salud de los habitantes atacados por la virulencia de las enfermedades tropicales. La sensibilidad como justificación o el dar algo para no rendir cuentas del todo.





Así que indignarse a estas alturas al contemplar la lista de la revista de los ricos puede ser un sano ejercicio de conciencia y discrepancia, de condena del acaparamiento de una minoría, o de repugnancia moral. Sin embargo, recibimos la herida como si desconociéramos dónde radica el mal. Mañana, ya no nos acordaremos. Entonces, se me ocurre hacer un diálogo de ficción al estilo de Juan de Mairena, que podría ir por estos derroteros:

“  -  ¿Por qué tienen tanto los que más tienen, maestro?
 -   Porque han cogido más.
 -   Pero, ¿cómo es posible? Si hay tanta gente que apenas dispone para sí, ¿cómo van a poder darles?
 -   No he dicho que les hayan dado, sino que aquellos simplemente lo han cogido.
 -   Aviados estamos. Pero, ¿de qué sirve entonces que nos enseñaran lo del sexto, del no robarás?
 -  ¿No sabes, querido discípulo, eso otro tan catequístico de con los dineros hemos topado? “

martes, 8 de marzo de 2011

El entierro de la sardina



Es probable que los Carnavales de hoy tengan más de fashion que de celebración contracultural y sobretodo de reacción contra la norma moral y de obligado cumplimiento (con la Santa Madre dirigiendo las vidas de sus hijos) que gobernaba la vida española de nuestros antepasados. Hoy se rescata el valor etnográfico en unos pagos y la ganancia fácil en otros, vía turismo y gremio hostelero. Pero ya no tiene el alcance que tuvo en el pasado, del cual dio buena cuenta Goya y sobre todo, ya en la primera mitad del siglo XX, José Gutiérrez Solana.


Ni siquiera Antonio Machado podía ser ajeno a la obra espectacular, deformadora, expresionista a su manera y única que el pintor cántabro desarrolló. Puesto que los cuadros, bien lienzos o simples dibujos, desarrollaron ampliamente el tema del carnaval, Machado también tuvo que decir. Y leemos en Los complementarios:

“Este Goya necrómano o, lo que es igual, este antípoda de Goya, pinta con insana voluptuosidad lo vivo como lo muerto, y lo muerto como lo vivo. Mas hemos de perdonarle su insania en gracia a lo valiente de su pincel. Este realismo de pesadilla que anima trapos, calaveras y maniquíes y amortigua los rostros humanos exaltando cuanto hay en ellos de terroso e inerte, es el sueño malo del arte español, tal vez la visión complementaria de nuestra vigilia estética. Añadamos un poco de fiebre al ingenuo naturalismo que pasa con planta segura, de la materia vista a la materia soñada, sin pisar un momento en lo ideal, y tendremos ese equívoco expoliarium de la pintura de Solana”.



He leído por alguna parte que puede que esa obsesión por las figuras carnavalescas, las máscaras y los disfraces en la obra de Gutiérrez Solana estuviera marcada porque de niño le impactó la irrupción en su casa de un grupo de disfrazados. Más esotérico sería considerar que Solana nació en un domingo de Carnaval, pero aun y todo no deja de ser chocante. Dice al respecto Manuela B. Mena en un artículo sobre Solana y su mirada goyesca:

“…El carnaval de Madrid de finales del siglo XIX y principios del XX, tenían unas características especiales, de gran agresividad visual, según todas las referencias de la época. Las máscaras de deformidad animalesca y las destrozonas con sus mandiles y escobas imponían en las calles una estética violenta, lejana de la fiesta en otras regiones, como en Andalucía, y, desde luego, en otros países, en los que el goce de los disfraces y máscaras fue entendido de forma muy diferente, como había hecho ver, por ejemplo, Tiépolo y sus escenas del carnaval veneciano.”




Y es aquí, precisamente, donde siempre aparece la diferencia española. Algo de especial violencia y virulencia nutría la manifestación contracultural carnavalesca, al menos en las ciudades. Probablemente, las gentes de la baja y media sociedad que tomaban las calles precuaresmalmente no se gastaban dineros en sus disfraces. Y estos eran una deconstrucción brutal, tanto en vestimentas como en rostros ocultos, que les volvía más tenebrosos. Si a eso se le añadía la exposición pública de hombres con capirotes (¿antiguos reos del sambenito impuesto por la Inquisición?) la imagen tenebrosa debía mantenerse en la tradición de la España más negra y desgarradora.


domingo, 6 de marzo de 2011

Hoy comamos y bebamos, o Carnestolendas

(Fotografía de Carnestolendas, espectáculo de Loc-Art)


Curiosamente, no es la Cuaresma cristiana lo que me hace traer a colación la canción de Juan del Encina.  Sin negar la colosal fuerza y brutal ironía de las reacciones populares del pasado al calendario litúrgico de la todopoderosa Iglesia, si actualizamos el significado cuaresmal y lo reconvertimos en pagano me basta con abrir la prensa. Y hoy, por ejemplo, las páginas salmón de un importante rotativo aporta estos titulares: “Ahora o nunca. Los líderes europeos tienen tres semanas de plazo para alcanzar un pacto que salve de la catástrofe a la moneda única”.

¿Es éste el rostro actual de la Cuaresma en ciernes? ¿Qué prohibiciones laicas nos esperan si no funciona una perspectiva conjunta por parte de los gobiernos de los gobiernos europeos? Porque en Europa hay gobiernos que gobiernan y gobiernos que son gobernados. Y no todos los gobiernos se identifican necesariamente con un Estado territorial. Algunos lo son más, y son los decisivos: Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Bundesbank, si me apuras.


(Fotografía de Carnestolendas, espectáculo de Loc-Art)



Así que los tiempos de Carnestolendas, que llamaban nuestros contemporáneos antiguos (ya es mucho rizar el rizo) se agitan en vísperas de un riesgo de delgadez social y económica con una pinta muy dudosa. Yo no voy a desentrañar aquí  -líbreme el azar de tamaña tentación-  lo que no hayan descuartizado en los medios de prensa los habituales comentaristas que creen saber de todo pero no hacen sino estrellarse en sus previsiones. Llámenseles premio Nobel, catedráticos de economía aplicada o haragana, o simples periodistas salmoneros. Sencillamente me da por la reflexión no comprometida y cruzo los dedos para que la imprevista Cuaresma europea no acabe en Crucifixión para sus ciudadanos. Porque en nuestra historia cotidiana no está nada claro que resucitemos al tercer día.






Gocemos de la música y la letra del gran Juan del Encina, en versión de Jordi Savall:

Hoy comamos y bebamos
y cantemos y holguemos,
que mañana ayunaremos.

Por onrra de Sant Antruejo
parémonos oy bien anchos.
Enbutamos estos panchos,
rrecalquemos el pellejo.

Que costumbres de concejo
que todos oy nos hartemos,
que mañana ayunaremos.

Honrremos a tan buen santo
porque en hambre nos acorra.
Comamos a calca porra,
que mañana hay gran quebranto.

Comamos bebamos tanto
hasta que nos rebentemos,
que mañana ayunaremos.

sábado, 5 de marzo de 2011

El veto de la envidia (¿o de los mediocres?)



Me entero del veto para el título de doctores honoris causa a dos profesionales catalanes de la investigación histórica. No es que uno haya creído mucho en los títulos, menciones, premios y demás, porque en muchas ocasiones han sido huecos y convencionales, o reconocimiento a servicios prestados. Creo más en la calidad de la obra y en los efectos consiguientes. España nunca ha estado sobrada de historiadores competentes hasta hace cierto tiempo. En cambio, en el pasado lo que hubo fueron meros correveidiles ideológicos que escribían la historia. Como si la Historia fuera algo a escribir y no a interpretar. Pero ya llevamos unas décadas  -con precedentes durante la Segunda República-   en que el panorama de la investigación histórica bebe de historiografías y corrientes modernas y universales, cuando no las recrea con su trabajo cotidiano. Y pululan los trabajos sectoriales y amplios que cosiéndolos pacientemente elaboran el tejido de la interpretación.

Mas hete aquí que los historiadores Jordi Nadal y Josep Fontana, propuestos para el título citado por una serie de profesores importantes  -entre ellos Borja de Riquer y Jordi Maluquer de Motes-  han sido vetados recientemente por la junta de la facultad de Filosofía y Letras de la UAB. ¿Razones? Pues ahí debe residir el intríngulis. Porque mientras los defensores de la concesión del título a los dos profesores argumentaron ampliamente sobre los méritos de su trabajo científico, los que se opusieron a su concesión no dijeron ni esta boca es mía.

Esto lleva a pensar en que más que discrepancias de argumento y peso, lo que sobrevuela en ese estamento tan aparentemente influyente (es un decir) como la Universidad es todo un mundo de bajas pasiones, envidias, recelos, zancadillas y mermas a los méritos del trabajo real. Si no sólo es mi sospecha, el asunto es preocupante.  Porque lo que hoy es simple (aparentemente) veto mañana puede ser caza de brujas. Me pregunto si quienes se oponen al título a los profesores catalanes no tendrán en el fondo pelusa en el subconsciente, heredera de aquella órbita infantil de premios y castigos que muchos se tomaron en serio y les dejó marca envidiosa para siempre.

Les convendría leer a Juan de Mairena (una vez más salió el maestro) “Los honores, sin embargo, rendidos a vuestro prójimo, cuando son merecidos, deben alegraros; y si no lo fueren, que no os entristezcan por vosotros, sino por aquellos a quienes se tributan”.

Nada menos.




jueves, 3 de marzo de 2011

Pisar el suelo

(El viajero, de Bill Viola)



Tiene tanto, o a mi me lo parece, el Juan de Mairena de tratado del saber vivir (¿sólo para nuevas generaciones?) que empieza a convertirse para uno mismo en un texto balsámico y no sólo hacedor de comprensión. Sorprenderá que lo diga, pero es así. Las lecturas anteriores de esta obra tenían algo de distancia académica. Es decir, se leían como percepción de un pasado. Pero en la medida en que uno entra en años avanzados y en conflicto con los acontecimientos que nuestra sociedad vive apresurada y desquiciadamente, se percibe el valor directo y filosófico del texto.

¿No han cambiado, por consiguiente, tanto las cosas como para hacer envejecer los consejos, proverbios, profecías y recomendaciones de Juan de Mairena a sus discípulos? Pues acaso. Leo este texto, por ejemplo: “Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada a vuestra altura. Entonces, miro en derredor,  ¿y qué veo? Escenarios de medios visuales y periodísticos donde se erigen fantoches, plataformas en cualquier acto cotidiano en que la autoridad o la alternativa a serlo se muestra ilógica con cualquier excusa, púlpitos religiosos y laicos donde todavía los más insensatos pretenden pontificar en medio de un oleaje de cambios abrumador, pedestales espurios y efímeros donde más les valdría a todos callar.

Porque mientras unos y otros hablan con exceso de ruido, no escuchan lo real. Ni a los que sufren lo real. A veces parece que fuera la ficción el campo de acción en que los profesionales de la política y otras disciplinas del control social se mueven. Los discípulos del presente, que, por otra parte somos todos, pero en mayor medida quienes se arrogan representaciones y ejecuciones sobre lo público, deberían tomar buena cuenta de la actualidad del Juan de Mairena. Pienso.