¿Qué fue de aquella España a la que canta
un coro de maduros eslovenos? De todo lo que invocan y homenajean estas
gentes queda la canción. El poeta León Felipe se habría removido en su
descreimiento. No en vano poetizó aquello tan impresionante, de lo que luego se
desdijo:
Franco...tuya es la
hacienda...
la casa, el caballo y la
pistola...
Mía es la voz antigua de la
tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante
por el mundo...
mas yo te dejo mudo...
¡mudo!...
Y ¿cómo vas a recoger el
trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
Porque también se quedaron con la canción,
no solo con haciendas y vidas, se quedaron con todo. Así que ahora que casi ya
no queda rastro del pasado -salvo los muertos de las cunetas, cierto
instinto cainita de algunos paisanos y un desvarío taifa en otros- es
impresionante escuchar a ciudadanos de un territorio centroeuropeo cantar
viejas canciones españolas.
El internacionalismo de otro tiempo -antes esperanza ciega y después frustración, pasando por la utilización maniquea de la potencia imperialista rusa, y revisado en sus intenciones y alcance- pervive en la música y el canto compartido. Al fin y al cabo también es exponente cultural, como lo son otras tradiciones. A León Felipe le habría gustado saberlo, no obstante su escepticismo. Escribió en el exilio una dura carta autocrítica veinte años después de acabar la guerra civil. Doy por casualidad con un vídeo de cantos en una reunión de ¿nostálgicos? de viejos regímenes para los que el recuerdo de la España republicana aún les conmueve. ¿O lo que les conmueve es el recuerdo de lo que a ellos mismos se les vino abajo hace tiempo? Restos del naufragio internacionalista, mientras tanto. Mientras esperamos otro mundo, bajo otras coordinadas y certidumbres, que ojalá sean más claras y honestas.
El internacionalismo de otro tiempo -antes esperanza ciega y después frustración, pasando por la utilización maniquea de la potencia imperialista rusa, y revisado en sus intenciones y alcance- pervive en la música y el canto compartido. Al fin y al cabo también es exponente cultural, como lo son otras tradiciones. A León Felipe le habría gustado saberlo, no obstante su escepticismo. Escribió en el exilio una dura carta autocrítica veinte años después de acabar la guerra civil. Doy por casualidad con un vídeo de cantos en una reunión de ¿nostálgicos? de viejos regímenes para los que el recuerdo de la España republicana aún les conmueve. ¿O lo que les conmueve es el recuerdo de lo que a ellos mismos se les vino abajo hace tiempo? Restos del naufragio internacionalista, mientras tanto. Mientras esperamos otro mundo, bajo otras coordinadas y certidumbres, que ojalá sean más claras y honestas.
""Carta
a Ángela Figuera Aymerich
Vuestros son
el salmo y la canción
León Felipe
México, junio de
1958.
Con estas palabras
quiero arrepentirme y desdecirme, Ángela Figuera Aymerich, de cosas que uno ha
dicho, de versos que uno ha escrito...Porque yo fui el que dijo al hermano
voraz y vengativo, cuando, aquel día, nosotros, los españoles del éxodo y del
llanto, salimos al viento y al mar, arrojados de la casa paterna por el último
postigo del huerto... Yo fui el que dijo:
Hermano... tuya es la hacienda...
la casa, el caballo y la pistola...
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡mudo!...
Y ¿cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
Fue éste un triste reparto caprichoso que yo hice, entonces, dolorido, para consolarme. Ahora estoy avergonzado. Yo no me llevé la canción. Nosotros no nos llevamos la canción. Tal vez era lo único que no nos podíamos llevar: la canción, la canción de la tierra, la canción inalienable de la tierra. Y nosotros, los españoles del éxodo y del viento... ¡ya no teníamos tierra!
Vosotros os quedasteis con todo: con la tierra y la canción.
Nuestro debió haber sido el salmo, el salmo del desierto, que vive sin tierra, bajo el llanto, y que sin garfios ni raíces se prende, se agarra, anhelante, de la luz y del viento.
Yo hablé también un día del salmo. "El salmo es mío", dije, "el salmo es una joya que les dimos en prenda los poetas a los sacerdotes... y ahora lo rescato, me lo llevo, me lo llevo del templo, me lo llevo en mi garganta rota y desesperada..." Y dije también: "El salmo fugitivo y vagabundo es el lenguaje justo del español del éxodo y del llanto"... Palabras, palabras nada más. Yo no me llevé el salmo tampoco. Nosotros no nos llevamos el salmo.
Al final todo se hizo grito vano, lamento hinchado, blasfemia sin sentido, palabras de un idiota llenas de estrépito y de furia que se perdieron como burbujas de hiel en el vacío... Y nos quedamos luego todos mudos... Los mudos fuimos nosotros... ¡Los desterrados y los mudos!
De este lado nadie dijo la palabra justa y vibrante. Hay que confesarlo: de tanta sangre a cuestas, de tanto caminar, de tanto llanto y de tanta justicia... no brotó el poeta.
Y ahora estamos aquí, del otro lado del mar, nosotros, los españoles del éxodo y del viento, asombrados y atónitos oyéndoos a vosotros cantar: con esperanza, con ira, sin miedos...
Esa voz... esas voces... Dámaso, Otero, Celaya, Hierro, Crémer, Nora, de Luis, Angela Figuera Aymerich... los que os quedasteis en la casa paterna, en la vieja heredad acorralada... Vuestros son el salmo y la canción.
México, D.F., junio de 1958.
León Felipe""
(*) Publicado en la revista Universidad de México, como prólogo a Belleza cruel (ed. 1958, 1978) y en Obras completas de Ángela Figuera. Págs. 205-206.
Hermano... tuya es la hacienda...
la casa, el caballo y la pistola...
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo
y me dejas desnudo y errante por el mundo...
mas yo te dejo mudo... ¡mudo!...
Y ¿cómo vas a recoger el trigo
y a alimentar el fuego
si yo me llevo la canción?
Fue éste un triste reparto caprichoso que yo hice, entonces, dolorido, para consolarme. Ahora estoy avergonzado. Yo no me llevé la canción. Nosotros no nos llevamos la canción. Tal vez era lo único que no nos podíamos llevar: la canción, la canción de la tierra, la canción inalienable de la tierra. Y nosotros, los españoles del éxodo y del viento... ¡ya no teníamos tierra!
Vosotros os quedasteis con todo: con la tierra y la canción.
Nuestro debió haber sido el salmo, el salmo del desierto, que vive sin tierra, bajo el llanto, y que sin garfios ni raíces se prende, se agarra, anhelante, de la luz y del viento.
Yo hablé también un día del salmo. "El salmo es mío", dije, "el salmo es una joya que les dimos en prenda los poetas a los sacerdotes... y ahora lo rescato, me lo llevo, me lo llevo del templo, me lo llevo en mi garganta rota y desesperada..." Y dije también: "El salmo fugitivo y vagabundo es el lenguaje justo del español del éxodo y del llanto"... Palabras, palabras nada más. Yo no me llevé el salmo tampoco. Nosotros no nos llevamos el salmo.
Al final todo se hizo grito vano, lamento hinchado, blasfemia sin sentido, palabras de un idiota llenas de estrépito y de furia que se perdieron como burbujas de hiel en el vacío... Y nos quedamos luego todos mudos... Los mudos fuimos nosotros... ¡Los desterrados y los mudos!
De este lado nadie dijo la palabra justa y vibrante. Hay que confesarlo: de tanta sangre a cuestas, de tanto caminar, de tanto llanto y de tanta justicia... no brotó el poeta.
Y ahora estamos aquí, del otro lado del mar, nosotros, los españoles del éxodo y del viento, asombrados y atónitos oyéndoos a vosotros cantar: con esperanza, con ira, sin miedos...
Esa voz... esas voces... Dámaso, Otero, Celaya, Hierro, Crémer, Nora, de Luis, Angela Figuera Aymerich... los que os quedasteis en la casa paterna, en la vieja heredad acorralada... Vuestros son el salmo y la canción.
México, D.F., junio de 1958.
León Felipe""
(*) Publicado en la revista Universidad de México, como prólogo a Belleza cruel (ed. 1958, 1978) y en Obras completas de Ángela Figuera. Págs. 205-206.