hoy es siempre todavía

miércoles, 27 de junio de 2012

No todo era imprevisible, ni mucho menos




No es cierto que la crisis económica tan nombrada fuera algo imprevisible y precipitado. De hecho, probablemente cada vez esté más claro que en parte, al menos, es algo que se ha buscado. Que algunos poderosos en Europa estén tratando de no verse gravados por más tiempo por las deudas españolas, a la par que nuestra economía pública está asfixiada y la financiera en el límite de sus recursos. Conclusión: que la sociedad entera se encuentra al borde de la quiebra por obra y gracia de la codicia que, aunque ahora se remite al ladrillo y a su crecimiento estacional, responde sobre todo a un planteamiento económico de beneficio ilimitado, y sobre bases inexistentes o ya mermadas.




Es verdad que mientras han durado las vacas gordas, la ganancia privada ha repercutido socialmente, desencadenando una cinta sin fin de compra y venta, donde no hemos mirado si nos endeudábamos por comprar lo innecesario o si éramos cautos a la hora de vivir con lo fundamental. Daba igual. El consumo ha sido durante las últimas décadas la pauta de comportamiento, el símbolo de la riqueza socializada (qué incautos) y el objetivo de vida en nuestra sociedad. Aquel que ha ahorrado, vía cualquiera de los productos que han ofertado los bancos (muchos de ellos engañosos o deficientes) tampoco se libra de esta situación de inestabilidad. Quien ande metido en hipotecas y créditos, y no le vayan bien las cosas, está con la soga al cuello. Es el caso de miles de empleados y trabajadores, y en menor medida de pequeños emprendedores (palabra que viene cundienco últimamente, para referirse a quienes realizan nuevas experiencias de trabajo autónomo) o empresarios tradicionales.





Si sumamos a esta tesitura la vuelta de tuerca que no parece tener fin de la Unión Europea y Alemania, principalmente, sobre la economía española y más en concreto sobre este Gobierno, incapaz no ya de saber por dónde se anda, que lo sabe sobradamente desde sus tiempos de oposición (tan cínica ella entonces), sino sobre todo de tomar medidas sin quedar en entredicho, el desasosiego español cunde, y no lo alivia ni la Eurocopa. Que la avaricia, la ganancia en espiral, los endeudamientos y dineros enviados a paraísos fiscales por la banca, o la mala gestión y el despilfarro a la que se han dado las administraciones públicas tengamos que pagarlas ahora el común de los españolitos tiene guasa. Todos los recortes van en orden a sanear lo fundamental por el sacrificio de la mayoría social. Precisamente es el partido del Gobierno el que más ha batido marcas de despilfarro y corrupción, lo cual convierte la situación en un capítulo de España negra de la mejor tradición. Justo los que ahora nos atan los cinchos del consumo y de la capacidad adquisitiva son los que peor ejemplo han dado en las autonomías donde dominan.



En el libro de Vicenç Navarro, Juan Torres López y Alberto Garzón Espinosa, titulado Lo que España necesita, se pueden leer algunos contenidos sobre la situación que estaban claros hace tiempo  para algunos especialistas del tema. Recojo estos dos párrafos:

 “La banca española tuvo unos años de solidez y beneficios extraordinarios pero ahora se encuentra con que una buena parte de sus activos no valen lo que en realidad dicen sus balances porque se trata de activos relativos a la actividad inmobiliaria que se ha venido completamente abajo. En consecuencia, necesita gran cantidad de liquidez y capital que no le resulta fácil encontrar y dedica sus recursos a los destinos más rentables y seguros (como compra de la deuda soberana con el dinero del Banco Central Europeo) en lugar de dedicarlos a financiar a las empresas que crean empleo, con lo que provoca que la economía se deteriore continuamente.




En esta situación a los bancos acreedores, principalmente alemanes, lo único que les interesa es salvar sus muebles, es decir, que se garantice que los bancos españoles van a pagar su deuda con ellos. Por eso, con el apoyo de sus gobiernos, presionan al español para que tome medidas que garanticen el saneamiento de sus balances y el pago de la deuda. Y no les importa que con dándole prioridad a esto se deteriore cada día más la economía porque esa es la excusa perfecta que tendrían para intervenir y “rescatar” a España, es decir, para obligarla a suscribir préstamos cuantiosos que se dedicaría directamente a refinanciar a los bancos españoles para que estos devolvieran a su vez la deuda a sus acreedores”.





* Las pinturas y dibujos son obra del autor expresionista alemán George Grosz.



miércoles, 20 de junio de 2012

Los pillos se pillan




Fuente inagotable y reflejo no solo del pasado español sino del presente arbitrario y querido por los españoles son los aforismos del Juan de Mairena que nos legó Antonio Machado. No me cansaré de echar mano de ellos porque siguen siendo fanal en la oscuridad, paciencia en la turbulencia y templanza en la acritud de los días que nos tocan vivir. Vista la incompetencia de quienes nos gobiernan, algo sobre lo que podríamos ser parcialmente comprensivos si ellos se manifestaran mínimamente honestos y coherentes, no es necesario emplear demasiadas palabras en criticarles y menos en calificarles. Lo que diariamente registran los medios de comunicación sobre sus pasos en falso, su constante desdecirse, su manifiesta incompetencia en comprender lo que ocurre y la tardía y dudosa reacción que ofrecen, más el engaño y el desprecio como táctica contra quienes no piensan como ellos, pero que se torna bumerán contra ellos mismos, está ante los ojos de todos. De todos los que quieran ver y no sean ciegos voluntarios, que los hay en abundancia.





El ridículo que el presidente y su cohorte están haciendo ante los foros económicos y políticos mundiales (nada palomas estos, por otra parte, y hartamente halcones y depredadores), la actitud de decir en un sitio una cosa y ante los españoles otra, las medidas de doble rasero, consistentes en hacernos cargar la deuda privada de la Banca a costa de los sacrificios de los sectores laborales y ciudadanos en general, y el servilismo vendido en una caída sin fondo son un triste y lamentable espectáculo de los pocos meses de ínclita gobernación del país. Para rematar la jugada, porque cada día se produce una jugada nueva, distinta o que rebosa sobre la anterior, ellos, los de la arrostrada valentía patriótica de pacotilla, pretenden escaparse de dar explicaciones. Leo ahora mismo que este año el presidente ha decidido que no tenga lugar el debate sobre el Estado de la Nación (hay que ver qué bonito suena, ¿de dónde se habrá copiado?) Me da igual cómo lo justifiquen; dice muy poco sobre su fe en la Democracia y contiene una dosis enorme de desprecio a los conciudadanos, incluidos los que les votan a ellos. En unos momentos en que se necesita urgentemente que se clarifique la embrollada situación de España donde tiene que hacerse, en el Congreso de los Diputados, que para eso existe, el señor presidente reacciona a la defensiva. ¡Y estos son los que pretenden salvar al país!





Este tipo de gente  -tecnócratas de bajo nivel, politiquillos provincianos (con respeto a las provincias) y caciquiles, profesionales de la política sin mayor afán que perpetuarse como casta, cortejadores y carreristas de la pirámide de su propio partido-   ya fue excelentemente dibujada por Don Antonio en sus escritos, a través de su heterónimo Mairena. Por supuesto que el siguiente párrafo no es aplicable con carácter exclusivo a los políticos y gobernantes del PP, sino que podría aplicarse a todos aquellos que medran y se regodean de la utilización del cargo público para su propio beneficio.


“La verdad es -hubiera comentado Mairena- que la química debe al arte cosmética y al deseo de engañar al prójimo tanto como a la guerra, o al deseo, no menos vehemente, de aniquilarlo. También es cierto que nadie sabe a punto fijo de qué se tiñe y que, en cuestión de afeites, el hombre propone y la tintura dispone.

Hay en el mundo -decía Juan de Mairena- muchos pillos que se hacen los tontos, y un número abrumador de tontos que presumen de pillos. Pero los pillos propiamente dichos, que no siempre son tontos, suprimirían de buen grado la mentira superflua, es decir, la mentira que no engaña a nadie, porque, como dijo un coplero,

Se miente más que se engaña
y se gasta más saliva
de la necesaria.

Pero los tontos propiamente dichos, que son un número incalculable de aspirantes a pillos, se encargan de mantener en el mundo el culto de todas las mentiras, porque piensan que, fuera de ellas, no podrían vivir. En lo cual es posible que tengan razón.”






sábado, 2 de junio de 2012

Un día más de las fuerzas cotidianas




Cuenta Juan Benet en su libro Otoño en Madrid hacia 1950:

“…un par de años más tarde Alberto Machimbarrena y yo fuimos a hacer el servicio militar ordinario, por culpa de nuestras negligencias y a causa también de las pocas simpatías que teníamos por las Milicias Universitarias. Yo me fui con la Infantería a Toledo y él, creo recordar, a un Regimiento de Transmisiones acantonado cerca de Madrid. Durante el período de instrucción, me explicaron en la teórica lo que es la patria. El sargento dijo: “Hoy os voy a explicar lo que es la patria. Con las manos enlazadas a la espalda dio una vuelta al corro de reclutas sentados en el suelo, nos miró con furia y tras elevar los ojos al cielo para solicitar inspiración, dijo: la Patria es nuestra Madre”. Parece ser que la teoría en el regimiento de Alberto era un tanto diferente. Ante idéntica situación su sargento preguntó a varios reclutas qué pensaban acerca de la patria y como no le satisfacieran las respuestas, dijo: “Os lo voy a explicar de una vez para siempre. ¿A que cuando veis a un francés os da rabia? ¿Sí? Pues eso es la Patria”. Y también por aquellos años, Caneja terminaba de resumir nuestras amargas consideraciones con una definición propia, sugerida al cruzar por delante del portalón de una Casa-Cuartel de la Guardia Civil: “Patria es todo lo que no se puede defender con las armas”.





Pienso en ello mientras cuentan en televisión sobre la celebración de no sé qué actos relacionados con el oficio de las armas, donde se exalta en discursos el principio de Patria, sin saber muy bien a estas alturas si sigue siendo el mismo de aquella época que Juan Benet recuerda. Y ya que se empeñan, uno se ve obligado a preguntar si el tema de la Patria tendrá que ver también con la corrupción de los próximos al poder, la defensa de los grandes negocios auspiciados por una banca ladrona y por otras fuerzas vivas arrimadas a las viejas prácticas del negocio concedido delictivamente entre las familias de arriba, con el modus vivendi de ciertos entes trasnochados que presumen de ser el fiel de la balanza institucional o simplemente con el mantenimiento de ciertas castas.

Con una economía al borde de la quiebra no es descabellado sugerirles que se dejen de zarandajas y de gastos superfluos sobre celebraciones. ¿Por qué no preguntar a los mineros asturianos y leoneses sobre su idea de patria? ¿O a los obreros que se van a la calle por los EREs de sus empresas? ¿O a los miles de jóvenes parados o con contratos menos que basura? ¿O a los profesionales de la Enseñanza que ven mermados sus medios y aumentados sus esfuerzos en deterioro de la calidad educativa? Etcétera. Tal vez Caneja tuviera razón. Las armas no defienden la vida cotidiana de la gente. Porque el enemigo de esta está casi siempre dentro de casa. Y se le deja hacer. Hoy es un día más de las fuerzas y el esfuerzo cotidiano de los de abajo. Simplemente.





* Las ilustraciones son obra de Joaquín Aragón Vega.