Mucho se debate hoy acerca del olvido y de la memoria histórica. Bueno, es un decir que se debate; solo a ciertos niveles de interesados. Pero si algo resulta evidente es que mientras los conocimientos sobre la historia no se profundicen más y no se hagan llegar a la población ésta no podrá tener una idea clara del significado e importancia del pasado. ¿Garantizaría ese conocimiento que el entendimiento entre los habitantes de unos países y otros o en el seno del mismo país resolvería los problemas del futuro? No de manera refleja, pero ayudaría a un cierto grado de comprensión mutua y a evitar tropezar una y otra vez sobre las mismas piedras.
No obstante, qué descuido y abandono tienen los medios de comunicación en nuestro país sobre un conocimiento aproximativo al pasado. La televisión hace dejación de una labor que podría ser enormemente educativa para la sociedad, si elaborase y difundiese programas sobre la Historia cuyos contenidos no fueran sospechosos de partidismo o doctrinarismo. Probablemente este mismo problema que nos sensibiliza a algunos ya venga de muy atrás.
El árabe de procedencia andalusí Abd-ar Rahman Ibn Jaldún (siglo XIV) en su visión avanzadísima de la Historia (escribió la impresionante obra Introducción a la Historia Universal. Al-Mugaddimah, también conocida como Prolegómenos) ya detectaba las dificultades para ser conocida. Aunque Jaldún, acaso con un exceso de valoración positiva dijera: "La historia es una de las técnicas que se transmiten de nación a nación, de pueblo a pueblo; que en pos de ella van los estudiosos hasta países remotos, siendo esta ciencia anhelada aun por el vulgo y la gente ociosa; compiten en su campo reyes y principales, y es asimilada al propio tiempo por los instruidos como por los ignorantes", tenía claras las dificultades existentes ¡hace seis siglos! ¿Qué diría hoy de saber lo limitado que llega el conocimiento de la historia a una sociedad más pendiente de lo banal que de lo trascendente?
He seleccionado unos párrafos donde Ibn Jaldún incide en cómo la mentira se introduce en el conocimiento y divulgación de la Historia. Vamos a disfrutarlos.
"...Sabed que la historia tiene por verdadera finalidad hacernos conocer el estado social del hombre, en su dimensión humana, o sea la urbanización y civilización del mundo, y de darnos a entender los fenómenos concomitantes naturalmente a su índole, tales como la vida salvaje, la humanización, la coligación agnaticia (“al-asabiya”), las diversas formas de supremacía que los pueblos logran unos sobre otros y que originan los imperios y las dinastías, las distinciones de rangos, las actividades que adoptan los hombres y a las que dedican sus esfuerzos, tales como los oficios para subsistir, las profesiones lucrativas, las ciencias, las artes; en fin, todo el devenir y todas las mutaciones que la naturaleza de las cosas pueda operar en el carácter de la sociedad.
Ahora, como la mentira se introduce naturalmente en los relatos históricos, convendría señalar aquí las causas que la determinan: 1° La adhesión de los hombres a ciertas opiniones o ciertas doctrinas. En tanto que el espíritu del individuo es de disposición moderada e imparcial, acoge el relato que se le presenta con el análisis debido y lo examina con toda la atención que el caso re-quiere, hasta conseguir dilucidar la exactitud o la falsedad de la noticia; pero si ese espíritu es susceptible a dejarse influir por su parcialidad de tal opinión o tal doctrina, aceptaría, sin titubeo, la narración que convenga a su partido. Tal propensión y esa parcialidad cubren cual un velo los ojos del intelecto, impidiéndole escudriñar las cosas y analizarlas detenidamente, cayendo así en la aceptación del embuste y su difusión.
La segunda causa que determina el embuste en los relatos es la confianza en la fuente transmisora. Para reconocer si es digna de fe, es preciso recurrir a un examen análogo al que se designa con los términos improbabtio et justificatio.
Una tercera causa es la falta de reparo en la finalidad que los actores persiguen en los grandes acontecimientos. La mayoría de los narradores ignoran el propósito con el cual las cosas que han observado, o de las que se les ha hablado, han sido hechas; exponen por tanto los acontecimientos conforme al modo de su entender, y, dejándose inducir por sus conjeturas, caen en la mentira.
La cuarta causa consiste en suponer la verdad erróneamente. Esto es un defecto bastante común; proviene, generalmente, de un exceso de confianza en las personas que han transmitido los datos.
Como quinta causa podemos señalar la ignorancia de las relaciones que existen entre los sucesos y las circunstancias concomitantes. Tal se advierte entre los historiadores cuando los pormenores de un relato han padecido retoques y alteraciones. Reproducen, por ende, los acontecimientos tal cual los concibieron, menoscabando la exactitud y la verdad misma.
La sexta causa estriba en la inclinación de los hombres a ganar el favor de los personajes y figuras relevantes, a efecto de elevarse en posición; se desbordan, por ello, en alabanzas y ponderaciones, enalteciéndoles sus hechos. Los respectivos relatos, plagados de falacia, son objeto de extensa divulgación. En efecto, los espíritus humanos encierran gran pasión por los elogios; los hombres aspiran a los bienes mundanos de toda especie, tales como el renombre y
la riqueza; por lo regular, muy poco ambicionan destacarse por las nobles cualidades o por demostrar consideración a la gente de verdaderos méritos.
Otra causa más, que aventaja a todas las ya expuestas, es la ignorancia de la
naturaleza del desarrollo social y sus circunstancias concomitantes. Todo acontecer, sea espontáneo o sea por el efecto de una influencia exterior, tiene, ine-ludiblemente, su índole propia, tanto en su esencia como en la circunstancia concomitante; por ello, si el que lo recoge conoce de antemano los caracteres que se presentan en la realidad, los acontecimientos y los hechos, así como sus causas, ello le ayudaría para analizar y controlar toda especie de relatos y discernir la verdad del embuste, pues tal recurso comprende mayor eficacia que
otro alguno."