¿Acaso hubo tiempos en que se habló con más avidez, frecuencia y angustia del dinero que en estos nuestros? No hay noticia, ya no de cada día sino de cada hora, en la que no salgan las palabras crisis, euros, cotizaciones bursátiles, primas de riesgo, bonos, pagarés, fiscalidad, precios, ahorro de costes, inmersión o emersión de dinero negro…No hay conducta humana que no se cuantifique en dinero. No hay objeto cuyo mérito de realización como objeto no esté desvirtuado por el valor monetario. Por el intercambio, la adulteración, el beneficio desmedido. Quevedo cantó mordazmente aquello de poderoso caballero, pero Octavio Paz, ya en el siglo XX, volvió a incidir en el asunto que lo pringa todo, lo corrompe todo, lo mancha todo, lo engaña todo, lo mata todo. Reflexionemos acerca de la parte IV del poema titulado Entre la piedra y la flor, escrito originalmente en 1937 por el escritor mejicano.
El dinero y su rueda,
el dinero y sus números huecos,
el dinero y su rebaño de espectros.
El dinero es una fastuosa geografía:
montañas de oro y cobre,
ríos de plata y níquel,
árboles de jade
y la hojarasca del papel moneda.
Sus jardines son asépticos,
su primavera perpetua está congelada,
sus flores son piedras preciosas sin olor,
sus pájaros vuelan en ascensor,
sus estaciones giran al compás del reloj.
El planeta se vuelve dinero,
el dinero se vuelve número,
el número se come al tiempo,
el tiempo se come al hombre,
el dinero se come al tiempo.
La muerte es un sueño que no sueña el dinero.
El dinero no dice tú eres:
el dinero dice cuánto.
Más malo que no tener dinero
es tener mucho dinero.
Saber contar no es saber cantar.
Alegría y pena
ni se compran ni venden.
La pirámide niega al dinero,
el ídolo niega al dinero,
el brujo niega al dinero,
la Virgen, el Niño y el Santito
niegan al dinero.
El analfabetismo es una sabiduría
ignorada por el dinero.
El dinero abre las puertas de la casa del rey,
cierra las puertas del perdón.
El dinero es el gran prestidigitador
evapora todo lo que toca:
tu sangre y tu sudor,
tu lágrima y tu idea.
El dinero te vuelve ninguno.
Entre todos construimos
el palacio del dinero:
el gran cero.
No el trabajo: el dinero es el castigo.
El trabajo nos da de comer y dormir:
el dinero es la araña y el hombre la mosca.
El trabajo hace las cosas:
el dinero chupa la sangre de las cosas.
El trabajo es el techo, la mesa, la cama:
el dinero no tiene cuerpo ni cara ni alma.
El dinero seca la sangre del mundo,
sorbe el seso del hombre.
Escalera de horas y meses y años:
allá arriba encontramos a nadie.
Monumento que tu muerte levanta a la muerte.