hoy es siempre todavía

viernes, 30 de diciembre de 2011

Hacer cultura en España ¿es morir?


Recitaba el poeta Luis Cernuda en su poema de 1937 A Larra con unas violetas:

Escribir en España no es llorar, es morir.
Porque muere la inspiración envuelta en humo,
Cuando no va su llama libre en pos del aire.

Póngase en lugar de escribir hacer cine o más genéricamente, crear cultura, y a uno se le viene el alma abajo. Por supuesto, creadores, artistas y plumas hay, tal vez no en sus mejores vuelos, pero escasa y mediana es la atracción que ejerce sobre los individuos de este país. Convertidos estos en meros consumidores, en ciudadanos nominativos poco exigentes, en simples devoradores de ocio fácil y de entretenimiento, el español medio se entrega a la liga futbolera, a los programas de televisión necios (¿es que hay otros que no lo sean?) y en menor medida al cine facilón.



Solo así te explicas que la película española más taquillera del año haya sido Torrente 4. ¿Por qué se medirá todo por el rutilante mercado, por los ingresos de caja y la ocupación de espacios de masas? Pero lo peor no es el balance económico, sino la estética de esa torrentera y el paladar de los espectadores, que responde siempre fiel y adicto y llena los patios de butaca. Torrente sigue la senda de la españolada, como llamábamos en nuestra infancia a las películas melifluas, aunque la rocíen con pretensiones de acción, guiones al gusto de los tiempos y con picardías. No dejará de ser una serie cutre que hasta ciertos críticos la salvan por aquello de que algo del alma española debe tener el personaje, sus tics fascistoides y sus chascarrillos de palillo en boca, eructo y exabrupto. Si el cine español remonta, como dicen algunos medios de incomunicación gracias a Torrente 4, ¿qué cabe esperar de la opinión pública?



No hace mucho me decían que solo es un esperpento el personaje y que la película obra como exorcismo de la mentalidad media. ¿De verdad se lo creen? Qué lejos queda de un surrealismo ingenioso, creativo y purificador, tipo Berlanga o Bardem, perfectamente inteligible, que te llegaba hasta la médula. ¿Puede ser para la industria del cine una palma de oro películas de ese calibre? ¿Eso es todo lo que exige la masa espectadora? ¿Se piensa salvar con esa línea de obras la creatividad y el arte de una industria en quiebra expresiva? Bien, se dirá, es lo que gusta y demanda la gente. Pues si es así, devolvamos la pelota a una ciudadanía que pasa de nuevo por uno de sus ciclos más afásicos, indolentes y de baja exigencia. No es inocente, y tristes y mezquinas son sus pretensiones culturales. Pero tampoco restemos responsabilidades a una industria cinematográfica española aletargada y a unas autoridades que no han dado pie con bolo ni con tirios ni con troyanos. Ya saben, los gobiernos sucesivos. Pobre Cernuda: hacer cultura en España es seguir muriendo. Sigue falleciendo la inspiración envuelta en humo y a la gente le encanta ahumarse con lo más cutre. 




* Se acompañan ilustraciones del fotógrafo Chema Madoz.


lunes, 26 de diciembre de 2011

Discurso ir-real


¿Discurso? ¿Qué discurso? La mediocridad periodística no da para más y llevamos dos días de telediarios y portadas digitales a cuenta de no sé qué discurso. Pero, ¿es que a estas alturas de la película constitucional va a haber interés en lo que repite el rey monótonamente año tras año? ¿Cabe esperar algo diferente de su propia cosecha y manteniendo una pizca de identificación con los problemas colectivos, que no sea una simple identificación formal y un discurso escrito? ¿O es que en esta ocasión interesaba más el morbo que las cuestiones clave del paisanaje? Tal vez los tiros han ido desde este ángulo y es que cuando toca jugarse el cocido  -un cocido de ocho millones y medio de euros anuales para sostener a toda la parentela-  hay que tapar los boquetes por donde se escurren las aguas malolientes. Y decir al menos pío. No ha tenido reparos en reconocer que le preocupa se genere desconfianza entre los españoles hacia la institución que le mantiene. Acaso sea esa la clave de su alarma, si bien la estrategia al respecto estará ya funcionando. De imputarse al yerno prácticas delictivas es probable que tengamos que oír  -con tal de salvar el honor de la casa-  que en todas las familias hay garbanzos negros.     



Un texto de Plutarco grabó para la posteridad aquello de que la mujer del César no sólo tiene que ser honrada, sino que además tiene que parecerlo. Hemos convertido la frasecita en parte de nuestro acervo cultural y dialogante, si bien no siempre la usamos con justicia y sí con demasiada cautela. Y sin embargo reviste algo de toque de atención, si no de vergüenza y pudor, para aquellos que están ungidos por la autoridad y la responsabilidad delegada. ¿Es por ello por lo que el rey de España se refería la otra noche de manera genérica e indirecta, si bien con intención aparentemente específica, a que la justicia debe ser igual para todos? ¿Lo descubría ahora? ¿O pretendía con tal expresión una recuperación del prestigio que van perdiendo? Los representantes del bipartidismo enseguida se han entregado a su afán laudatorio y sin condiciones  -vulgar pelotería que pasa como prudencia cuando no es sino entrega sin condiciones-  y uno lo interpreta en clave de que los dos partidos que cosechan más votos opinan que “si nos tocan la institución del Estado es que también nos tocan a nosotros.”



Es probable que la monarquía se sienta tocada por las pillerías de un advenedizo de la familia. Y que salgan al paso de manera diplomática y vergonzante ante lo que puede ir a mayores y comprometerles más. Sabido es que para los españoles hablar críticamente y con arreglo a razón y derecho de esa institución presupuestaria española es más tabú que blasfemar. Durante los últimos años cunden cada vez más rumores sobre diversas cuestiones acerca de la personalidad del rey, de su esposa y de la familia, que se extienden desde su lejana niñez, pasando por su elección y nombramiento por el ominoso Franco, y se deja entender por lo bajines la existencia de extraños y ocultos negocios, así como la pertenencia de la reina al club Bilderberg, club cuya función y objetivos resultan un misterio y algunos observadores ven en su existencia una actividad conspirativa. Así que cualquier tratamiento informativo acerca de la monarquía española es zanjado o pactado en instancias políticas y mediáticas, sin consideración al derecho de los ciudadanos a ser informados.



Hay un discurso de Manuel Azaña, presidente de la Segunda República Española, en el que con el cuidado reposado y la habilidad firme que le caracterizaban, no exenta de retórica, dice:

“…Puede suceder, de hecho sucede, ahora mismo está sucediendo, y eso es lo que nos apasiona, que principios tenidos por invulnerables, inspiraciones vigentes durante siglos, a lo mejor se esquilman, se marchitan, se quedan vacíos, se angostan, hasta el punto que la realidad viviente los hace estallar y los destruye. Entonces hay que tener el valor de reconocerlo así, y sin aguardar a que la ciencia o la tradición se recobren del sobresalto y el estupor y fabriquen principios nuevos, hay que acudir urgentemente al remedio de la necesidad y a poner a prueba nuestra capacidad de inventar, sin preocuparnos demasiado, porque al inventar un poco, les demos una ligera torsión a los principios admitidos como inconcusos.”

¿No es aplicable este párrafo pronunciado en octubre de 1931 a ciertas realidades actuales?  




miércoles, 21 de diciembre de 2011

¿Hombres o palabras?


Ya se ha cumplido uno de los rituales de la democracia española. El traspaso de gobierno, que no el del poder. El poder sigue estando en las mismas manos, con los mismos árbitros (jueces y parte, más bien) y nada asevera en el panorama que se avecina que la democracia va a ser más fuerte; más bien que no. En todo caso lo será el Estado. Y tampoco, porque hace tiempo que este instrumento viene haciendo dejación de la representación de la ciudadanía  -si es que alguna vez lo ha sido generosamente-  en función de intereses superiores, centrados en órbitas internacionales y en manos de la plutocracia financiera. Y el que tenga dudas, allá él.

Pero como digo, los trastos de matar  -mira que me gusta poco el lenguaje taurino, pero en ocasiones es muy representativo-  ya se han pasado de unos a otros. El ritual formal ha congregado a todos los nuevos diputados elegidos en el Congreso, han soltado su discurso, por otra parte ya conocido en casi todos los casos, y hala, a legislar sin demasiadas posibilidades de éxito más que para el partido que salió con mayoría absoluta. ¿Alguna esperanza? Pues que al menos el panorama de coaliciones y partidos representado en el Congreso se ha abierto un poco más, rompiendo un poquito el Eje tradicional bipartidista. Y a poco que ese espectro de minorías asuma opiniones más plurales, las plantee con rigor e imaginación y actúen con cierta vehemencia cañera, que dirían los jóvenes, pues acaso haya algo de salsa en el órgano legislativo por excelencia. El tiempo y el quehacer dirán, y mientras, a no deprimirse demasiado.



Y para paliar la sequía y atemperar el alma inquieta, que diría el urbanitas paciente de provincias, pues he echado mano de uno de los artículos de costumbres del genial Mariano José de Larra, titulado Pesadilla política, y escrito nada menos que en 1835. No me digan que no se lee como si fuera actualidad. Es un poco largo, y eso que es solo un extracto, pero merece la pena pues, si bien salvando detalles, uno tiene la sensación de que los lodos de ahora ya vienen de aquellos polvos seculares de nuestra historia.



Habla Larra: 

Acababa de hacer estas reflexiones, cuando sentí sobre mí algo más fuerte que yo; oí sin ver, y mudé de sitio sin andar.

-Ven conmigo, dame la mano. ¿Ves esa mancha enorme que se extiende sobre la tierra y crece y se desparrama como la gota de aceite que ha caído en el papel de estraza? Es la segunda Babel. Estás sobre París. Mira los mortales de todos los países. Cada cual se apresura a traer aquí una piedra para contribuir al loco edificio. ¿No oyes ya la confusión de las lenguas? El inglés, el alemán, el español, el italiano, el...¡Babel la Nueva! Empiezan a no entenderse. Ya en una ocasión se han tirado unos a otros a la cabeza los materiales de la grande obra; el suelo ha salido de madre como un río de su álveo; las casas se han desmoronado...era el amago de la confusión, de la no inteligencia. "Una cadena nos pesa", dijeron; y en vez de añadir: "¡Fuera cadena!", clamaron: "¡Otra que no pese!". Risum teneatis? El lobo los comía, y en lugar de comerse ellos al lobo, se comieron unos a otros. Raro modo de entenderse. Corrió la sangre y hoy están como estaban. 

Sube a lo más alto y oirás el ruido inmenso, el ruido del siglo y e sus palabras, y oirás sobre todas ellas la gran palabra, la palabra del siglo.



- Lo que veo es los hombres muy pequeños; pero la distancia sin duda... 

-¡Bah!, de aquí no se ve más que la verdad. ¿Los ves pequeños? Ahora es únicamente cuando los ves como ellos son. De cerca, la ilusión óptica (ésta es la verdadera frase física) te los hace parecer mayores. Pero advierte qu esas figuras que semejan hombres, y que ves bullir, empujarse, oprimirse, retorcerse, cruzarse y sobreponerse, formando grupos de vida como los gusanos producidos por un queso de Roquefort, no son hombres tales, sino palabras. ¿No oyes el ruido que se exhala de ellos?

-¡Ah!

-Palabras del derecho, palabras del revés, palabras simples, palabras dobles, palabras contrahechas, palabras mudas, palabras elocuentes, palabras-monstruos. Es el mundo. Donde veas un hombre, acostúmbrate a no ver más que una palabra. No hay otra cosa. No precisamente a palabra por barba; tampoco. Despacio. A veces en uno verás muchas palabras, tantas, que aquel solo te parecerá
cien hombres; en cambio, otras veces, y será lo más común, donde creas ver cien mil hombres, no habrá más que una sola palabra. 


Mira las palabras de dos caras, palabras-bifrontes, Janos; son las palabras de honor, llamadas así por apodo; según te necesiten las verás del bueno o del mal frente. A su lado, las palabras-promesas,
palabras manifiestos, regularmente coronadas, siempre escuchadas y creídas, pero tan ambiláteras como las otras; palabras-callos, endurecidas, incorregibles, que han de arrancarse de raíz si han de dejar de doler.




* Las imágenes adjuntas pertenecen a obras del pintor mejicano Antonio Ruiz el Corzo (1892-1964)


jueves, 15 de diciembre de 2011

Tiranía del reloj




“Sí, el hombre es el animal que usa relojes. Mi maestro paró el suyo  -uno de plata que llevaba siempre consigo-, poco antes de morir, convencido de que en la vida eterna a que aspiraba no había de servirle de mucho, y en la Nada, donde acaso iba a sumergirse, de mucho menos todavía. Convencido también  -y esto era lo que más le entristecía- de que el hombre no hubiera inventado el reloj si no creyera en la muerte.”

Esto decía el verdadero Juan de Mairena a sus discípulos. Y eso me da pie para pensar en lo ponzoñoso y retorcido que resulta el uso del reloj. No tanto por llevarlo en una muñeca o tenerlo en una esquina de la pantalla del ordenador como por la dependencia que nos genera o nos recuerda respecto a nuestros propios actos. Muchos de ellos –ay de esa vorágine de cosas a hacer al cabo de una jornada-  inútiles, de los que podríamos prescindir sin mayores quebrantos. Consideramos el reloj como un elemento que nos hace pensar que disponemos del tiempo y que lo medimos. Nada más erróneo. Ni el reloj nos hace dueños del tiempo ni el pensamiento acerca de la muerte más seguros de nuestras vidas. El reloj nos deshumaniza y no es casual que otorguemos tanto valor a lo que señala desde su esfera o su pantalla líquida. Ni la creencia, escasamente mencionable aunque nos devore internamente, en la muerte nos hace ser más comprensivos, más desprendidos o más bondadosos. De la misma manera que vivimos de espaldas al acontecimiento de la muerte  -la nuestra, la propia-  deberíamos vivir más de espaldas al reloj. Para ser menos avariciosos y dejarnos tentar en menor medida por lo líquido, lo que pasa sin dejar huella en nosotros, pero ocupándonos –y toda ocupación es un desgaste- impunemente.

sábado, 10 de diciembre de 2011

Del racionamiento al despilfarro


Recordando los años del hambre, la década de los 40 del siglo pasado, mi padre solía decir: que no tengáis que pasar nunca penurias ni necesidades. A los que ya hemos crecido, si bien no en la abundancia y el despilfarro, como ahora, sino en una contenida y modesta subsistencia que iba cubriendo lo imprescindible y un poco más, aquello del hambre en España nos parecía cosa exagerada. Incluso había quien opinaba que todavía había sido peor aquella década de aislamiento que la guerra en sí. Bueno, la cosa iría por barrios, se supone. Pero tras el resultado del fin de la guerra civil, la situación alimentaria fue bastante precaria y homogénea para el ochenta por ciento de la población al menos. Pobreza, carencia, paro, dificultad para dar de comer a todas las bocas de una familia.



Empeñado como estuvo el nuevo régimen en una autarquía económica sin precedentes, las producciones agrarias fueron canalizadas por el estado, aunque los grandes propietarios y latifundistas se quedaban con una parte para especular y vender en el mercado negro. Fue el llamado estraperlo. Como no había por lo tanto capacidad de compra ni mercado accesible para toda la población, los alimentos llamados de primera necesidad se racionaron. Azúcar, pan, aceite, arroz, carne, llegado el caso. Para hacerlo posible se instauraron las cartillas de racionamiento. Se adjudicaban equis cantidades por persona y familia, y se arrancaban los consiguientes cupones. Por supuesto, todo resultaba insuficiente y probablemente sería irregularmente repartido.  Era la intervención alimenticia sobre una sociedad sumida en la miseria, donde no obstante el férreo control de la policía y los falangistas, la gente vivía inquieta y disconforme con las carencias.


Esto viene a cuento de considerar el modo antípoda, respecto a aquellos desgraciados tiempos, en que se vive hoy día. En vísperas del gran mito, o de la adoración a ese gran becerro de oro que es el consumo desaforado de las llamadas Navidades, si te paseas por los grandes almacenes verás que la gente cae ya sobre las secciones para ejercitar el monótono culto al regalo que no es sino el tradicional impuesto al consumo, aderezado por la costumbre y el mito de lo entrañable y lo familiar. No se sabe bien todavía si las tradicionales comidas y cenas de empresa y amigos se van a mantener como en años anteriores, aunque conociendo la psicología del paisanaje sospecho que no se reducirán considerablemente. Por supuesto, desde aquella época del hambre y de las privaciones a ésta de lujo y de vivir por encima de la satisfacción de las necesidades ha transcurrido demasiado tiempo para que la memoria siga con cierto eco de vigencia. Uno no quisiera que volvieran jamás los malos tiempos, pero tal como están las cosas, al menos vamos a pasar un período difícil. Deberíamos dedicar un punto de reflexión sobre nuestros modos de vida. Dicen que hay mecanismos de regulación biológica de las sociedades. Adaptación a los cambios. Pero, ¿por qué no instaurar un modo de vida menos gastador y derrochón que aquél que ha dañado los recursos naturales y los mismos cuerpos humanos?  Ah, ya, con la avaricia desmedida de las finanzas, la  industria y el comercio hemos topado, amigo Sancho. Y por el volumen de basura acumulada por doquier conoceréis a los depredadores, dice una voz en off.

jueves, 8 de diciembre de 2011

El drama griego (y el de todos)



Dice el poeta griego Hesíodo en su obra Trabajos y días “…y es que los dioses mantienen oculto para los hombres el medio de vida, pues de otra manera fácilmente trabajarías en un día de manera que tuvieras para un año aun estando inactivo; al punto podrías colocar el gobernalle sobre el humo y cesarían las faenas de los bueyes y de los infatigables mulos.”  Uno lee en esta frase algo así como que los mitos clásicos ya reflejaban la disposición y el ejercicio maniobreros de los dioses sobre los hombres. Y si bien los dioses de entonces eran inmortales, pero producto de la inventiva humana como todos los dioses, en los tiempos presentes los endiosados de las grandes finanzas, si bien son mortales afortunadamente, su capacidad de dominio, control y manipulación de la economía y de las sociedades no tiene límite.




Su avaricia y su acometida destructiva contra la política y la ética que deben regir las relaciones humanas y sus instituciones no tienen parangón. Y aunque esa casta en las alturas  -¿es su reflejo o su herramienta pensante ese misterioso y en la sombra club Windelberg que periódicamente se reúne para hablar de los destinos del mundo, al cual pertenece, por cierto, la reina de España?-   constituye materia humana no parece haber clase social, ni resorte político, ni fuerza organizada, ni ciudadanía capaz de poner coto a sus tejemanejes, cuyos objetivos comienzan a mostrarse cada vez más predecibles y obvios.

 


Hesíodo, o bien por su experiencia o bien por su clarividencia (aunque no creo que dispusiera de la bola de cristal para saber lo que iba a acontecer veintisiete siglos después de vivir él) decía también: “A partir de los trabajos los hombres son ricos en rebaños y en oro; y si trabajas serás mucho más grato para los inmortales (es decir, los dioses) y para los mortales, pues muchos desprecian a los inactivos. Nada reprochable es el trabajo, muy reprochables es la actividad. Pero si trabajas muy rápidamente, el hombre inactivo te envidiará a ti que te enriqueces, pues éxito y prestigio acompañan a la riqueza.”  Naturalmente, Hesíodo no podía prever la evolución de las clases sociales y el papel que éstas iban a jugar en la historia, pero el hombre ya iba sacando sus conclusiones, aunque no me queda claro en qué bando estaba.


Me envían este vídeo que anda por la red, grabado y emitido por un español que vive en Atenas. Sin tanta poesía como Hesíodo, pero con un realismo feroz y contundente no parece andar descaminado en cuanto a la apreciación de lo que sucede en Grecia y en Europa. No solo en espacios sino en tiempo...en lo que va a venir.






(Las tres primeras imágenes son obra del pintor, poeta y grabador inglés William Blake)


martes, 6 de diciembre de 2011

Tres eran (fueron) tres



Huele a conmemoración oficial y punto. Una fecha más que se traduce en festividad y en conducta social de ocio y salida disparada (quien puede) ¿Eso es todo lo que dice a los españoles ese sistema fundamental de leyes supuestamente garantes de sus derechos  llamado Constitución? No sé qué tienen las cartas magnas que escasamente han cundido en este país que o se ignoran o se traicionan o simplemente se quedan viejas porque no se adecuan a los tiempos. Y ésta de ahora hace agua por distintas partes, sin que ni los juristas de prestigio ni los políticos que nos tocan en suerte ni los ciudadanos, que somos los que más interés deberíamos tener en su puesta al día y en su aplicación, planteen su revisión, el cambio, una nueva redacción basada en amplio diálogo y acuerdo, que responda al momento histórico.




De ahí que en estos tiempos que llegan en que se exigirá al ciudadano más sacrificios para salvar los problemas gigantescos de las altas finanzas y de la dudosa gestión económica mundial, en que las injusticias van a ser más notorias dado que se restringirán los ingresos salariales y la atención social, en que el acceso al trabajo se reduce sin parar, en que la política sufre una merma considerable de su capacidad de influencia y decisión, y en que poderes que superan la esfera doméstica son ya decisivos y van a pedir lo imposible a la gente, convirtiéndonos en víctimas más que en ciudadanos de pleno derecho, muchos nos preguntemos: ¿qué garantiza la presente Constitución ahora mismo? ¿Se trata de papel mojado para mantener el paripé y que nada se mueva para dar sensación de estabilidad jurídica? ¿Es que acaso ha quedado también resuelta la percepción territorial de las diversas comunidades de España o se la ha arrinconado una vez más? ¿Se va a respaldar con la Constitución en la mano la denuncia de los débiles y se va a hacer frente a la injusticia?



Ahí quedan esas preguntas, por no cansar haciendo otras nuevas que se irían generando en cadena. Aprovechando la fecha, quiero traer aquí la redacción de los tres Artículos Primeros de tres Constituciones de la etapa contemporánea de España. Dos de ellas traicionadas y la actual en trance de perecer en su propia inacción. En el lector dejo que compare, que tenga en cuenta las circunstancias históricas diferentes y también el valor con que se encuentran redactadas. Y de paso, invitar a conocerlas en su texto ampliado.  

CONSTITUCIÓN POLÍTICA DE LA MONARQUÍA ESPAÑOLA, PROMULGADA EN CÁDIZ A 19 DE MARZO DE 1812.

ARTÍCULO 1. La Nación española es la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios.

ART. 2. La Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona.

(Incluyo el artículo 2 por la peculiaridad del matiz que aporta ¡nada menos que en 1812!)







CONSTITUCIÓN DE LA REPÚBLICA ESPAÑOLA DE 9 DE DICIEMBRE DE 1931.

ARTÍCULO 1. España es una República democrática de trabajadores de toda clase, que se organiza en régimen de Libertad y Justicia.
Los poderes de todos sus órganos emanan del pueblo.
La República constituye un Estado integral compatible con la autonomía de los Municipios y las Regiones.
La bandera de la República española es roja, amarilla y morada.




CONSTITUCIÓN ESPAÑOLA DE 6 DE DICIEMBRE DE 1978

ARTÍCULO 1. España se constituye en un Estado social y democrático de Derecho, que propugna como valores superiores de su ordenamiento jurídico la libertad, la justicia, la igualdad y el pluralismo político.