hoy es siempre todavía

lunes, 29 de agosto de 2011

Medicina Quijote



Desde hace tiempo, en aquellos días de turbación que me afectan, echo mano de píldoras. Por supuesto, el frasco se titula El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y una pastilla puede ser cualquiera de los párrafos irónicos y sesudos que contiene el tarro. Es una de esas medicinas sin caducidad; no tienes que mirar el lote de fabricación y si formalmente hay giros y sentidos que no captas bien, como mucho vas y coges el prospecto adjunto que una buena edición del Quijote trae a pie de página. No digo que cada dosis nos cure, ya que se multiplican las posibilidades de contagio de los gérmenes y virus de las conductas que nos rodean, de las afectaciones por los acontecimientos sociales y políticos, pero al menos alivia, ayuda a estar más consciente y menos dramáticamente receptivo.





Una de las partes que más me gustan de la obra es aquella en que Don Quijote da consejos a su escudero Sancho Panza. Y lo hace precisamente cuando éste va a tocar poder. Cuando le han ofrecido gobernar un territorio ficticio llamado la ínsula Barataria (en realidad es un invento del Duque, que pretende gastar al hidalgo y a su escudero una broma pesada), pero no menos ficticio que todos esos territorios u órbitas de gobernación que muchos políticos españoles van a dirigir efímeramente, durante cuatro u ocho años, en función de circunstancias de sus fieles electores. No es la primera vez ni será la última en que echaré mano de los textos cervantinos, pero son tan premonitorios de nuestros tiempos como comprobadores de la experiencia y avatares de su época.

“Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada.

Lo segundo, has de poner los ojos en quien eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el más difícil conocimiento que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra.

—Así es la verdad —respondió Sancho—, pero fue cuando muchacho; pero después, algo hombrecillo, gansos fueron los que guardé, que no puercos. Pero esto paréceme a mí que no hace al caso, que no todos los que gobiernan vienen de casta de reyes.

—Así es verdad —replicó don Quijote—, por lo cual los no de principios nobles deben acompañar la gravedad del cargo que ejercitan con una blanda suavidad que, guiada por la prudencia, los libre de la murmuración maliciosa, de quien no hay estado que se escape.”




La llamada eufemísticamente clase política sufre del mal de altura últimamente. No altura por la inteligencia, dignidad, sensatez y entereza moral, más bien crítica, y cuya labor está ínfimamente reconocida según la opinión de los españoles. Sino porque un sector de esa clase política, vinculada a la derecha española, debido a que ha ganado estrepitosamente las elecciones regionales y municipales y, según las encuestas, lleva camino de hacerse también estrepitosamente con el Gobierno del país, se siente en ascenso, triunfadora, jóvenes y no tan jóvenes sobradamente preparados, se creen ellos. Ya se ven copando puestos, repartiéndose cargos y presidiendo parafernalias múltiples. Ya se exhiben en abundancia en las fotos, creando ambiente y gobiernos en la sombra o paralelos, como si el voto ciudadano ya lo hubiera decidido todo. ¿Leerá el Quijote toda esa gente? No parece que la otra parte de la clase política, la que ha venido gobernando y se ha estrellado estrepitosamente también, lo conociera tampoco demasiado. Yo les recomendaría a tirios y troyanos que se bajaran de los altares donde se autoerigen (eso sí, justificándolo con los votos), distinguieran de una santa vez lo que son gigantes y molinos y no hicieran pagar a los de siempre el precio de una crisis que no hemos generado. Pero para eso haría falta que se leyeran con más atención los consejos del hidalgo y escucharan algo más. ¿Tal vez las voces difusas de los movimientos del 15M que, sospecho, ni unos ni otros han querido apreciar demasiado? Yo, de momento, sigo tomando mi dosis del Quijote, simplemente porque me ayuda a sobrellevar mejor el ascenso irresistible de los prepotentes de turno. Y lo que cabe esperar de ellos.  



(Las imágenes son obra de la ilustradora madrileña AleKa, http://themrskfiles.blogspot.com/)


viernes, 26 de agosto de 2011

Ali Ferzat: la fuerza de las caricaturas


Hay momentos en que la sensibilidad explota dentro de uno. Los bárbaros son los bárbaros, y como la célula, nacen, crecen, se reproducen y, si la sociedad quiere, se les puede hacer desaparecer. Los movimientos en los países norteafricanos y árabes tienen desde hace unos meses en jaque a toda la geoestrategia occidental. Pero lo fundamental es que probablemente persiguen cambios profundos en sus políticas y en su reparto de riqueza. Está costando sangre, más sangre y más desgracia. Lo que está pasando en Siria parece que clama al cielo de las Huríes. Y lo último de lo que me entero es que a un notable caricaturista satírico llamado Ali Ferzat le han destrozado las manos los partidarios del presidente El Asad. Las fotos ya corren por la Red, pero yo prefiero rescatar una en su gabinete de trabajo antes del ataque sufrido.  



¿No recuerda esta anécdota cruel a aquella otra que se contó en su día de que los esbirros de Pinochet habían destrozado las manos del cantante Víctor Jara? Independientemente de que en el caso de Jara además fuera asesinado y de que Ali Ferzat de momento ha salvado la vida, no deja de tener un contenido simbólico potente la brutal acción. Es como si los energúmenos necesitaran el gesto de ver que aquella parte del cuerpo de un artista que pare los dibujos intencionados o con la que se toca una guitarra queda maltrecha. Piensan que acabando con la herramienta corporal acallan las críticas. O la vieja creencia de que matando al hombre se acaba con las ideas.




Pero imagino al caricaturista Ali Ferzat, hecho un cristo en una cama de hospital, según nos ofrecen las imágenes, imagino, digo, dándole vueltas a cómo va a caricaturizar la propia acción que han tenido con él. Coloco algunos de sus dibujos en reconocimiento al valor que este hombre ha mostrado en defensa de la libertad de expresión, de opinión y de crítica. El precio pagado es alto, pero sobrevive, pues otros intelectuales y artistas sirios opuestos al régimen han sido encontrados muertos en las últimas semanas. ¿Resonará también en Siria el feroz grito de ¡abajo la inteligencia, viva la muerte!? Tal parece que el grito del patético militar español que lo pronunció en 1936 ha creado escuela por el mundo de los que son de su estilo.




lunes, 22 de agosto de 2011

La voz silenciosa


Nuevamente me parece estar escuchando al maestro: “Si las palabras de siempre no os sirven, inventad otras nuevas; si os fallan las nuevas, retornad a las antiguas por si valoráis de otra manera su significante; pero si os traicionan tanto las viejas como las actuales, recurrid descaradamente al cultivo del silencio”. Perdón, porque no son del maestro bueno, sino de este párvulo de vía estrecha al que le gusta también el juego de la retórica, y de paso el de la contrarretórica.



Debe ser por influencia de los mensajes liminares. Lo liminar es lo que está en el umbral de algo nuevo y cuando uno ve en las paredes ciertas frases que hablan aunque parezca que callan, se pregunta si será premonición o surrealismo o lenguaje subliminal (y vuelta a la misma raíz) De todas las palabras que me encuentro pintadas por las paredes las que más me atraen son las que me obligan a dar vueltas y buscar posibles sentidos. Pongo algunos ejemplos cogidos al vuelo de los muros. Leer “Queremos la cabeza de Botín”, pues la verdad lo único que me lleva es a decir para qué puede querer alguien la cabeza de ese señor. Ya se la pedirán en su momento los consejeros de su imperio bancario si el negocio hace aguas. Porque utilizar la metáfora como grito de las masas para cambiar integralmente el sistema, incluído el financiero, pues ciertamente no se escucha precisamente con claridad. Leer un imperativo: “Toma la calle” me resulta nostálgico, suena a mi particular 68 y siguientes, y me pone mal cuerpo. Entiendo que tiene que ver con los movimientos recientes del 15M, pero es que por más que miro no veo a nadie tomando nada.



Leer “Vivir con miedo…etc.”, por ejemplo. Aparte de la sintaxis enrevesada, suena excesivamente sacra, pero me gusta ese puntito de retorno a aquella vieja didáctica ácrata que buscaba la afirmación personal en la condición obrera y la reafirmación de su clase como elemento dinamizador y revolucionario de la sociedad. Mas, ¿sigue hoy en vigor tal precepto? ¿Permanece aquella fe? ¿Está la condición trabajadora de hoy, en su atomizada y contradictoria dispersión, por aunar fuerzas tras objetivos idealistas?



Sin embargo, me intrigan otros mensajes como “Mamá se muere”, porque es literatura pura y probablemente dura. Vincular dos elementos tan íntimos y familiares como la madre y la muerte pueden dar repelús, pero también atracción y morbo. No obstante, enseguida entras en el juego de las preguntas. ¿Se lo dice un hermano a otro con el que no se habla colocando la pintada frente a su casa? ¿Es una señal entre unos y otros clanes mafiosos? ¿Una clave entre iniciados sectarios? ¿Se refieren a una madre metafórica? ¿O no tan metafórica como Gea o la Tierra, por ejemplo? ¿Es una referencia al Estado del Bienestar? ¿Es el primer capítulo de otro que dirá algo así como “Pasa y despídete”? Al final resultará que, como siempre, el medio era el mensaje. Aunque reconozco que el mensaje que más aborrezco es aquel que desde mi infancia más adorna nuestras paredes: “Prohibido fijar carteles”.




jueves, 18 de agosto de 2011

Volver a las tablas


Leer el Juan de Mairena como si fuera un Libro de horas, por lo que tiene de entrega a él. O hacerse acólito del mismo como si consistiera en un Tratado del saber vivir, por aquello de que uno necesita la ironía y la paradoja. Y hallar de pronto este párrafo:

“…Es la dramática un arte literario. Su medio de expresión es la palabra. De ningún modo debemos mermar en él los oficios de la palabra. Con palabras se charla y se diserta; con palabras se piensa y se siente y se desea; con palabras hablamos a nuestro vecino, y cada cual se habla a sí mismo, y al Dios que a todos nos oye, y al propio Satanás que nos salga al paso. Los grandes poetas de la escena supieron esto mejor que nosotros; ellos no limitaron nunca la palabra a la expresión de cuantas naderías cambiamos en pláticas superfluas, mientras pensamos en otra cosa, sino que dicen también esa otra cosa, que suele ser lo más interesante.”




Si eso es así, uno piensa que deberíamos tomar como ejemplo a esos artistas. Y esforzarnos en que la dramática cotidiana de nuestras vidas se elevara algo más con la palabra bien utilizada. Vivimos ordinariamente una inercia de las palabras, lo cual nos conduce ineludiblemente a un agotamiento por vaciedad, repetición o pérdida de significado. Si las palabras pierden significado en nuestro interior y en su uso con los demás lo que está retrocediendo es el sentido de las cosas. Y la sensatez se ausenta, la interpretación empieza a mostrarse extraña, la cordura ingeniosa se devalúa, el diálogo, el interior y el exterior, se torna monólogo de sordos. ¿Por qué se despilfarra tanto la palabra? ¿Por qué se la traiciona? ¿Por qué no es hacedora de entendimiento en lugar de escupitajo distante? Se me dirá: es que hay palabras y palabras. Sí, pero no me refiero a su variedad y cuantificación. Me refiero a la calidad de la palabra. A su recuperación para la cohesión en la tribu. Y para el aplacamiento de las turbulencias. Como dice el maestro, abundamos en un tiempo y en un mundo donde la nadería y la superficialidad se imponen al esfuerzo mental, a la indagación y al argumento aproximativo. Mamá, yo quiero ser artista de las tablas. Al menos ellos decían con más intención lo que había que decir y lo que los espectadores tenían que escuchar, aunque antes nadie se lo hubiera dicho.



(Las pinturas son obra de la pintora gallega B. Santos, http://santoslavandeiras.artelista.com/)

sábado, 13 de agosto de 2011

Cuando Tel Aviv vibra


Leo esta parrafada del maestro, tan irónica como paródica, y pienso en ella por lo que me afecta: “El escepticismo pudiera estar o no estar de moda. Yo no os aconsejo que figuréis en el coro de sus adeptos ni en el de sus detractores. Yo os aconsejo, más bien, una posición escéptica frente al escepticismo. Por ejemplo: «Cuando pienso que la verdad no existe, pienso, además, que pudiera existir, precisamente por haber pensado lo contrario, puesto que no hay razón suficiente para que sea verdad lo que yo pienso, aunque tampoco demasiada para que deje de serlo». De ese modo nadáis y guardáis la ropa, dais prueba de modestia y eludís el famoso argumento contra escépticos, que lo es sólo contra escépticos dogmáticos.”



Que el escepticismo siempre me ha parecido un recurso defensivo y sabio ante tanta credulidad y tanto agobio, no me cabe duda. Pero es cierto que a veces uno teme verse envuelto en la espiral de perderse en la duda eterna, desfigurar los hechos y apartarse de sus secuencias inevitables. Es verdad que los medios de comunicación  -nunca me cansaré de citarlos y criticarlos-  generan presión, excesivas palabras vanas y escasos argumentos de ciudadanos con criterios constructivos. Pero también los hay, pocos pero los hay, en algún rotativo que otro. 



Que la violencia acapare portadas se justificará con que es noticia. Dejo la discusión para otro momento sobre los criterios que el periodismo corto y de negocio tiene sobre la noticia. Y así, estos días, toca tragar las revueltas londinenses, con escasez de análisis válidos y de perspectiva amplia. Esa sensación de que lo malo acapara portada y lo bueno pasa a páginas interiores, si pasa y en menor medida, es uno de los factores que alimentan mi escepticismo respecto a leer medios informativos. Hace unos días, previamente al estallido de violencia en Londres, tuvo lugar algo que me parece de una entidad digna de resaltar en portada y de prestar una atención más prolongada. Se trata de las manifestaciones masivas en Israel, al estilo del 15M,  de carácter pacífico, vindicativo y laico. Contra el aumento del precio de las viviendas, el coste de la vida, el deterioro de la asistencia pública, de las inversiones sociales,  y en defensa de una calidad  de vida digna de los ciudadanos de infantería de ese país. Bien, dicen que suscitó acogida principalmente entre clases medias que van siendo empobrecidas  -como parece ser la tónica en todas partes-  por las medidas de ajuste de todos los gobiernos. Los mismos que causan previamente el despilfarro y los gastos desmesurados para enriquecimiento de sus amigos los industriales y financieros.





Que hayan tenido lugar esas protestas cívicas en un Estado extraordinariamente militarista como es Israel, donde el presupuesto de defensa y de seguridad se lleva una tajada impresionante, con unos márgenes democráticos a veces deficitarios (en nombre de la defensa del Estado el Gobierno de turno limita lo que le place) y reservados a los que considera solamente sus ciudadanos, puestos que los palestinos de paso son sólo súbditos, y donde el peso del sionismo sigue condicionando una libertad superior, me parece digno de que se le preste atención. Fueron unas manifestaciones exigentes pero hacedoras de paz, y hechos así debe hacer concebir esperanzas de cambio en todo tipo de sociedades. Y sin embargo, la noticia, verdadera y loable noticia, ha durado lo que un pastel a la puerta de un colegio.



Cuesta no ser escéptico, de ahí que ese juego machadiano de proponer ser escéptico del escepticismo me parezca no sólo válido sino sugerente. Para evitar una parálisis de la conciencia y un inmovilismo en los actos. Algo se mueve en el mundo que ha tiranizado el capital a sus anchas que nos remite a pequeñas briznas de fe hacia otra manera de vivir el reparto de la riqueza. Mas mi lado escéptico me dice que el túnel es aún demasiado largo y que acaso la salida quede lejos. Mi parte más escéptica de lo escéptico apostilla: si la hay.




(Las fotografías de las esculturas provienen de http://joachimmalikverlag.blogspot.com/  y son representaciones de los capiteles del Monasterio de las Dueñas, en Salamanca)




sábado, 6 de agosto de 2011

La resurrección de Claude Eatherly o 66 años de Hiroshima

(Claude Eatherly en fotografía de Avedon)


Sesenta y seis años de la barbarie de Hiroshima. Conceder un minuto siquiera de nuestras vidas al recuerdo de aquella obscenidad sangrienta por la que el Imperio norteamericano no llegó a pedir perdón jamás, que yo sepa. Unas obscenidades no suplen a otras, como unos crímenes no anulan los anteriores. También es la historia de un hombre que vivió traumatizado el resto de sus días. Claude Eatherly, piloto de uno de los aviones que participaron en la operación, el que tenía que proporcionar información precisa sobre el objetivo. Tras el crimen la personalidad de Eatherly no fue ya la misma. Pero se elevó por encima de las trampas de la administración militar norteamericana y por encima de su propia crisis interior que le hundió en psiquiátricos. ¿Hasta qué punto lo logró?



Ni siquiera la correspondencia que mantuvo con el filósofo  austríaco Günther Anders (o mejor dicho, de éste con aquél) nos responde con exactitud. Pero a través de esa correspondencia, el piloto Eatherly pudo afrontar su crisis. Aunque ya había cosas que vio con claridad desde el primer momento. Lo claro es lo que turba muchas veces, sobre todo si se siente uno impotente para tomar decisiones y sentirse, por lo tanto, libre.

“…solamente tenemos una vida, y si las experiencias de la mía pueden contribuir al bien de la humanidad, ése ha de ser su fin: no el dinero o la fama, pues yo debo a todos una explicación. Si actúo de este modo, mi vida será un continuado acto de reparación y me sentiré liberado de mi culpa. De estar ligado a otros fines, el dinero que pudiese obtener me recordaría las 30 monedas de plata que recibió Judas Iscariote a cambio de su traición. (Por lo demás, evidentemente siempre me pareció que el verdadero culpable del asesinato legal de Jesucristo fue el sumo sacerdote Caifás, el representante de la gente respetable y buena, en un sentido convencional, de todas las épocas, también de la nuestra) Aunque a esta  gente no se le pueda reprochar lo mismo que a Judas, también ella es culpable, pero en un sentido más sutil y profundo. Es precisamente esto lo que hace tan difícil que la sociedad comprenda el sentido de mi culpa, que yo reconozco desde hace mucho tiempo. La verdad es que la sociedad no puede aceptar mi culpa sin reconocer simultáneamente en sí misma una culpa mucho mayor…” 



Con esta sencillez y claridad expresaba Eatherly en una de sus cartas el fondo de la cuestión que estaba viviendo. Al entrar en la dinámica de la correspondencia con Anders lo hacía también con infinidad de personas que se dirigían a él desde muchos países, principalmente desde Japón, estimulándole y apoyándole en la lucha sin igual contra su mala conciencia y contra la proliferación de armas nucleares.

“…intento dar respuesta a todas las cartas que escribo. Creo que la correspondencia personal es el mejor camino para lograr que los hombres de todos los países del mundo se comprendan. Todos los hombres son iguales (all mankind is alike) No creo que existan líneas divisorias entre los pueblos, el único camino que puede conducir a la paz es la fraternidad y la comprensión mutua, no la guerra. Muchas de estas cartas las escriben jóvenes japoneses. En ella me cuentan que hacen todo lo posible para detener la proliferación de las temibles armas actuales, y que para ellos mis escritos son una especie de estímulo. Esto me hace muy feliz”, comentaba en otra de sus cartas con el filósofo.



¿Quién podría disputarle su esfuerzo y su clarividencia? ¿Un punto de contrición da al hombre la salvación, que se dice en el Tenorio? Y de no haber participado en primer plano en la barbarie, ¿mantendría esa actitud crítica y rigurosa sobre el peligro de nuestros tiempos modernos y del abuso de poder con el armamento destructor de que actualmente se dispone por parte de los gobiernos? Le confesaba a Günther Anders en otra misiva:

“…Nunca sabrás cuánto he necesitado a alguien como tú para mantener vivas mis convicciones. Para la mayoría, mi rebelión contra la guerra es una forma de locura. Pero no hubiese podido encontrar otra manera de explicar a los hombres que una guerra atómica no sólo trae consigo destrucción física, sino que también desmoraliza al ser humano. Me da completamente igual qué piensen los hombres de mi moralidad, si de esta forma puedo causarles perplejidad y lograr que comprendan que no pueden volver a hacerse esto a sí mismos ni a sus hijos”.




¿Quién puede dudar de la entidad ética, del riesgo en su salud y el desprecio en su honor que padeció durante años Claude Eatherly por discrepar y no callar sobre la barbarie contra la población civil de Hiroshima y Nagasaki? Sesenta y seis años después, junto a las víctimas del holocausto causado por Estados Unidos en Japón, el piloto arrepentido bien merece el homenaje de nuestra memoria.


(Las fotografías son obra del artista japonés Eikoh Hosoe)



jueves, 4 de agosto de 2011

Más allá del límite de la tontería

(Montaje de Andrzej Polakowski)


Que las cosas que se dicen y se escriben no son necesariamente verdades, es algo que aprendimos algunos hace tiempo. Que, no obstante, mucha gente gusta de aceptar esas transferencias de la palabra, dándoles igual lo que contienen de luz o de tinieblas, sin valorar ni distinguir lo que hay de excelencia y de perverso, y pacen de manera abundante en ellas es un hecho innegable. El maestro Juan de Mairena, cuya sapiencia estaba fuera de toda duda, volvería a ratificar lo que en sus tiempos opinó:

Señores: nunca un gran filósofo renegaría de la verdad si, por azar, la oyese de labios de su barbero. Pero esto es un privilegio de los grandes filósofos. La mayoría de los hombres preferirá siempre, a la verdad degradada por el vulgo –por ejemplo: dos y dos, igual a cuatro -, la mentira ingeniosa o la tontería sutil, puesta más allá del alcance de los tontos.

Un discípulo de Mairena hizo – al día siguiente – algunas intencionadas preguntas a su maestro: "¿Cómo puede un hombre poner la tontería más allá del alcance de los tontos, es decir, más allá de sí mismo? Si, como usted nos enseña, la tontería del hombre es inagotable, ¿dónde pondrá el hombre la tontería que su propia tontería no le alcance? Y, en general, ¿cómo puede una cosa ponerse más allá de sí misma?”


(Montaje fotográfico de Gilbert Garcin)


Es probable que el maestro replanteara la pregunta y la matizara un poco más, de vivir ahorita mismo. O bien arriesgara respuesta, tentado por los cambios formales. Pues resulta obvio que el número de mentiras ingeniosas y de sutiles tonterías han crecido sobre manera. Yo diría incluso: cada vez hay más mentiras escasamente ingeniosas y hay que ver cómo entra la gente al trapo. Y la calidad de las tonterías no se ven tan sutiles ni delicadas, sino que más bien se muestran cutres y ruines. Pero a la gente parece no importarles.


(Grabado de Francisco de Goya)


¿Qué prueba aporto? Simplemente una: la televisión. A partir de esta tecnología socializada e interiorizada en la médula de los individuos, se despliega desde los embustes de la publicidad, pasando por los falsarios programas del corazón, siguiendo por las tramas pseudo dramatizadas sobre gente que no vale un real y concluyendo en los debatillos empobrecidos y partidistas sobre la cosa pública. Naturalmente, hay otra característica implícita al poderoso medio de nuestro tiempo: la ocultación de los hechos desnudos, el vivir a espaldas de las realidades sociales, el no traspasar la falacia del concepto noticia que esconde las verdades y vende las mentiras. Sí, la tontería se ha puesto al alcance de los tontos más allá de su tontería. La tontería, me atrevería a aseverar en nombre del maestro, es una autopista por donde circula la grey, sin ton ni son. No les bastaba la propia que diariamente les da por tomar más dosis. Y si no, deduzcan. Observen cómo viven, qué compran, cómo se comportan en sus conductas habituales, de qué hablan, de qué se inhiben, qué vendas se ponen y qué concesiones están haciendo al todopoderoso mercado sin que parezca importarles un rábano.

(Montaje de Gilbert Garcin)