(Fotografía extraída del diario Público, de 29.06.11)
No es la primera vez que se utiliza el lema en otros países. Tal cual, en castellano. Ahora, por los periódicos, se nos muestra en las concentraciones de protesta en Atenas contra el plan de ajuste griego que exige la UE. Dos palabras que se han convertido a lo largo de los años en una imagen simbólica de alcance. Sospecho que los mismos griegos no la leerán en sí misma, es decir, no la verán tanto como dos palabras de alfabeto latino sino como una representación gráfica. Un icono de resistencia. Y en cierto modo lo fue y lo sigue siendo. Y además, emocionante, poderoso, pero también de logro incierto.
Porque es una propuesta cargada a su vez de malditismo. Lo que nació como una proclama casi numantina, tenaz y esforzada de la resistencia del Madrid republicano al asalto de las tropas de Franco, se convirtió en un hito y en un mito internacional. De tal manera que en muchos países donde se procuraba una resistencia a diversas invasiones o medidas antipopulares se ha esgrimido muchos años después en toda su rotundidad casi imperativa. Pero todos sabemos cómo las tropas desleales a la legalidad republicana y sus paramilitares ultraderechistas pasaron y arrasaron. De ahí que cada vez que veo que se usa en alguna parte con toda sus capacidad de impulso y de ánimo, sí, y con esa sustancia psicológica que rezuma exigencia y confianza, me alegra. Pero, a pesar de su mejor intención, me da la impresión de que es más un deseo que una realidad que nunca logra transformarse en resultados positivos.
(Fragmento de la película Canciones para después de una guerra, de B.M.Patiño)
Y me temo que, visto cómo el parlamento griego acaba de aprobar las durísimas medidas económicas y sociales, o dicho de otra manera, cómo se condena a los de siempre a apretarse el cinturón, cómo se vende parte del bien público de Grecvia, emerge una vez más tras nuestro más preclaro e internacional eslogan la mano gafe, el mal fario de un grito cargado de razón pero de mala suerte también. Volviendo a la funesta historia española de 1936/1939. Aparte de la represión feroz que los vencedores de la guerra civil prolongaron sobre los vencidos, creo que lo más me impactó siempre fue aquella canción preñada de desquite, de burla rencorosa y de chulería barata que cantaba Celia Gámez y que terminaba con una siniestra carcajada de triunfo. ¿Han vuelto a pasar las tropas del beneficio y del empobrecimiento por las calles griegas como en su día pasaron a sangre y fuego por las calles de Madrid? La Historia de los pueblos sigue siendo la del sacrificio, no me cabe duda alguna. Grecia, a estas alturas, no tenía dónde elegir. ¿Alguna vez aprenderemos los ciudadanos de todos los territorios las lecciones? Estaremos atentos, no obstante, a la perspectiva para los próximos tiempos.
P.D. Dura la cancioncita, ¿eh?