(Huída. Mural de Luis Quintanilla)
Lo sorprendente de la obra Juan de Mairena de Antonio Machado es que sea tan clarividente como premonitoria. A uno le cuesta imaginar la tortura interior de un hombre -Machado como muestra, una más, del padecimiento moral de los exiliados de edad avanzada sobre todo- en ese final de su vida. Una negación total que se le deparaba. Parece que se le aplicase lo que anticipara en su día como sentencia heterónima:
“Los honores -decía mi maestro- deben otorgarse a aquellos que, mereciéndolos, los desean y los solicitan. No es piadoso abrumar con honores al que no los quiere ni los pide. Porque nadie hay, en verdad, que sea indiferente a los honores: a unos agradan, a otros disgustan profundamente. Para unos constituye un elemento vitalizador, para otros un anticipo de la muerte. Es cruel negárselos a quien, mereciéndolos, los necesita. No menos cruel dárselos a quien necesita no tenerlos, a quien aspira a escapar sin ellos. Mucha obra valiosa y bella puede malograrse por una torpe economía de lo honorífico. Hay que respetar la modestia y el orgullo; el orgullo de la modestia y la modestia del orgullo. No sabemos bien lo que hay en el fondo de todo eso. Sabemos, sin embargo, que hay caracteres diferentes, que son estilos vitales muy distintos. Y es esto, sobre todo, lo que yo quisiera que aprendieseis a respetar” (Habla Juan de Mairena a sus alumnos, capítulo XXXIV)
Qué claridad en sus palabras. No solo por esa escondida premonición que el destino ejecutó con él. Sino como una sentencia crítica de pleno vigor en una sociedad como la española, tan dada a prebendas, homenajes, exaltaciones y babosidades múltiples por parte de cualquier administración y órgano de la sociedad. Práctica que, desgraciadamente, sigue en activo, porque se ha convertido en un marketing desmesurado. ¿Qué honores tuvo Machado en Colloiure? Apenas la modesta despedida del grupo de exiliados que le arroparon y colocaron la bandera legítima sobre su féretro. Suficiente. Los otros honores, innecesarios. Quedaron las páginas de los escritos que nos legó. Y la lectura de los mismos, descubierta por los nuevos españoles, es el mejor reconocimiento. Después de todo, lo decisivo de una obra es que revierta en cada individuo.
¡Què gran idea abrir un blog sobre Juan de Mairena! Soy discípulo suyo (Mal discípulo)
ResponderEliminarOtro gallo nos cantaría si...
¡Felicidades!
Jones, no sé muy bien todavía sobre qué va a ser este blog. Pero siendo como es un faro Don Antonio, todo lo que nos ilumine buena acogida tendrá en este espacio abierto.
ResponderEliminar...otro gallo nos cantaría, ya lo creo.
Gracias, te hago partícipe de cualquier cosa que se te ocurra.