Sí, hoy se cumplen setenta y dos años de que Antonio Machado muriera en Collioure. Qué más da. Nunca lograré verle como un vencido. Su obra de pensamiento y de literatura es un faro para mí. Su compromiso hasta el fin, una actitud moral. Uno descubrió hace tiempo que sólo se puede aprender de los vencidos. Habría que matizar: de los vencidos de las causas justas.
Permítaseme hacer un a modo de elegía sin rima. Y con tintes de libelo de mis años mozos. Antonio Machado pertenecía a la estirpe de los que no se rinden, ni traiciona, ni se traicionan, de los que no se venden, de los que no renuncian, de los que perseveran, de los que creen en el valor de una causa probadamente justa, de los que combaten la oscuridad en todas sus formas, de los que anhelan felicidades imposibles, de los que aman la palabra, de los que crean amor con la palabra, de quienes son fieles a sus actos electos hasta el final, de los que claman contra la ignorancia, de quienes mantienen el temple, de los que razonan, de los que creen en la vida.
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