hoy es siempre todavía

miércoles, 14 de marzo de 2012

Los carritos híbridos de Sergio Garval



Observar las pinturas del pintor mejicano Sergio Garval conduce a la sociología de calle. Una de sus series de óleos, titulado precisamente Tiempos de compras, da la medida de nuestro tiempo. Si las mujeres con bolsa de malla de nuestra infancia definían unas sociedades recién salidas del trueque y de compra de subsistencia diaria, las mujeres y hombres de hoy reflejan otra realidad. Una realidad que se absorbe a sí misma, se reduce, se contempla, se extasía. ¿O es la sociedad y sus miembros quienes hurtan la realidad y se la ponen como uniforme? La imagen puede ser el carrito del súper, pero el carrito es el icono por excelencia de unos objetivos propuestos y con una larga secuela. Es algo más: la fe, la idea, la identidad de nuestro tiempo. 



Porque el carrito no es solo el individuo que hay detrás ni siquiera la tarjeta de crédito que proporciona carta de solvencia al consumidor. Es su razón de existir. Y ya se sabe cómo se las gasta la sociedad actual: eres en cuanto consumes. No importa que no tengas para unos días después, o que llegues de mala manera a fin de mes, o que las dificultades y carencias te lleven a regatear la hipoteca u otros préstamos. Lo que cuenta en estos tiempos es que te exhibas. Siempre me llamaron la atención las caras de felicidad y satisfacción de las gentes que deambulan con los carritos llenos por las grandes superficies cuando han cobrado la paga. Grandes superficies: ya veis, hasta el nombre de la naturaleza se hurta para concedérselo a la dimensión del establecimiento del mercado. Rostros cuya seguridad se multiplica y reafirma en períodos como las navidades, esas fechas de culto al consumo por encima de todas las fechas. 




Llevar el carrito es ser parte del carrito. De manera análoga a como el automovilista es un híbrido  -parte individuo físico, parte motor y ruedas-  el consumidor es un hombre-carrito, una mujer-carrito. Cuando veo, además, que el supermercado proporciona mini-carritos para los niños me estremezco. Pues bien, creo que Sergio Garval participa de este enfoque. Convierte a los individuos no en algo imaginario, sino que los reconoce en lo que son. Seres fantásticos que se elevan sobre su miseria no para superarla sino para proyectarla. Seres cuyo comportamiento cautiva a los individuos de otros territorios del mundo donde aún no se han transfigurado en eso, pero en los que el mercado se abre camino para lograr que lo sean. Incluso, ¿no son nuevos púlpitos para los eméritos patriarcas de toda la vida revestidos de pontifical?



9 comentarios:

  1. pucha, que me cae como un tiro por elevación, es muy real, solo hay que salir de compras ¿no? por lo del carrito, ya verás hasta el dolor
    saludos fraternales

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  2. Uffff, mis hijos siempre me la jugaban. Ya me había olvidado, como ya son unos señores tan mayores. Mis nietos son más civilizados... son alemanes. ;) Bs.

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  3. "Siempre me llamaron la atención las caras de felicidad y satisfacción de las gentes que deambulan con los carritos llenos por las grandes superficies"

    Eso fue porque no viste nunca la mía...:DDD

    No hay nada que más odie, sé que sin pretenderlo me he ido decantando por la compra de antiguamente, en la que me eduqué, la semanal o casi diaria, jamás he conseguido acostumbrarme a la otra, hasta puntos casi "enfermizos": cojo una canasta nada más, o dos, con lo cual termino la mayoría de las veces "escacharrando" medio supermercado tropezándome con todo o cargada hasta las trancas de cosas que no me caben en la canasta...pero lo odio, es superior a mis fuerzas. Hará un mes, lo intenté de nuevo, cogí un carrito, cuando llegué a mi casa me di cuenta de que se me había olvidado en el carro todo lo "menudo", que dejaba para pasar al final, o sea...que nueva reafirmación en mi manía hasta dentro de cinco años o así.
    Buenísimas las pinturas, no las conocía. Gracias por acercarlas.
    Un beso, Antonio.

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  4. Omar, el tema no es el carrito o salir de compras, no me expresé bien, seguramente. El tema es la configuración mental híbrida de los habitantes de la Tierra. Pensar en carrito, ser carrito, vivir en función del carrito. Naturalmente, hay zonas del planeta que aún tienen vedada esta perspectiva, pero los industriales y comerciantes están en ello. Un afectuoso saludo en vísperas de otoño, vamos, el vuestro.

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  5. Emejota, ya lo decía el filósofo: Civilización o...España.

    Buen día jupiterino.

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  6. Sofía, comparto tu enfoque. El carrito, que es más bien carrazo, no lo soporto. Es que es muy práctico, oigo decir a clientes que trasladan montañas, a veces dos montañas; vienes una vez al mes y listo, te dicen. Pero luego sabes que vienen una vez a la semana...siempre que su sueldo dé de sí. Claro que como se paga al mes siguiente...Todo va en esa línea de engaño-autoengaño. ¿Puedes culpar al vendedor si tú entras al juego? Eso nos llevaría a desarrollar el asunto de la psicología de masas, versión comprador-cliente-creyente, jaj.

    Oportunidad habrá para sacar más el tema. Y el pintor mejicano tiene mucha obra que da juego ilustrativo, al cual le agradecemos: Sergio, muchas gracias por tus incisivas pinturas.

    Buena jornada.

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  7. Hola Juan
    Magnífico y real ,como la vida misma, este artículo que te ha inspitado.
    No me gustan las grandes superficies, prefiero los pequeños comercios donde aun se puede hablar de cosas con la dependienta mientras haces la compra. Me gustan los mercados,esos lugares de siempre con sus idas y venidas,los griterios, los cuchicheos.
    El carrito es el reclamo para una oportunidad fraudulenta. Te obliga a comprar más de lo necesario. Entras en una G.S para un paquete de arroz y sales con doce productos.
    Te absorbe, te magnetiza. Dicen, que hay que comprar para toda la semana, que es una pérdida de tiempo salir de compras todos los días. Eso es tamnbién un eslogan del consumismo.
    Pensar cada día en lo que se va a comer activa la imaginación y el apetito. Nos estamos volviendo robots y no nos damos cuenta.
    A mi me produce náuseas ver algunos carritos, si observas el contenido verás tal cantidad de comida basura que impresiona.
    Pagar con targeta también forma parte del espectáculo, es como decir yo tengo, puedo, cotizo y pago tres veces más por chula.
    Todo pierde su encanto para pasar a ser una exhibición.
    Cosas del la evolución-involutiva.

    Un abrazo

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  8. Buen día, Genetticca. Estás en la línea de los demás comentaristas. Con vuestro puntos de vista ampliáis, enriquecéis y redondeáis mi sucinto artículo, es formidable. Poco que añadir por mi parte. Decir que lo de acudir al mercado tradicional, ya sea cubierto y al aire libre, resulta más sano y placentero. Es una gozada aproximarse a los productos más frescos posibles, y mira que es díficl entre tanto invernadero. Pero ya se sabe. Aunque con lo que compramos en el mercado tradicional (ir a la plaza decía mi madre) viviríamos de lujo y nos nutriríamos sobradamente, parece que hay que caer en la compra de un una serie larga de neo-productos, desde los refinados e hiperelaborados a los más alterados y sofisticados, todos ellos más próximos a la comida basura, obviamente, como bien dices.

    Ciertamente, el mercado, en todas sus variantes, pero en particular las grandes superficies y de cualquier tipo de género, son verdaderos imanes. Y nosotros, que cada vez parecemos más chatarra, nos dejamos atraer. Resultado: ya se sabe que el metal en contacto frecuente con el magnetismo acaba siendo imantado.

    Un abrazo.

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  9. Maribel, lo que hace la informática. Gracias.

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