hoy es siempre todavía

viernes, 2 de agosto de 2013

Poetas en España. W.H.Auden: Spain




La visión exterior sobre España es antigua y continua. Desde los primeros viajeros del mundo griego o romano, no digamos los árabes, hasta los que, corresponsales de prensa o escritores bohemios o becarios de hoy día, miran el país, sus gentes, sus actos. El siglo XIX, y sus condenadas guerras y períodos de constante inestabilidad, ya atrajeron a muchos escritores de fuera. Algunos venían reclamando el pasado de encrucijadas, riquísimo, eso sí, de España. Otros, buscando los elementos paralelos a los procesos revolucionarios de Europa en el siglo del desarrollo industrial. La Guerra Civil proporcionó un amplio argumento a los escritores para explayar sus sentimientos, ideas, emociones. Para sacar lo que tenían dentro y la España machacada les iba mostrando. Estudios, crónicas, novela, poesía, apuntes fugaces...de todo ha dado aquella guerra y las anteriores. Y los períodos no bélicos  -no me atrevo a hablar de paz-  donde los viajeros no se limitaron a mirar sino que indagaron sobre la espiral española. O el laberinto, que otros llamaron. Muchos nos conocieron en poco tiempo mejor que nosotros mismos, más mediatizados por los prejuicios y tópicos.

Me ha parecido interesante traer a colación retazos de los escritos  -bien prosa, bien ficción, bien poesía, bien relato de viaje-  de esa serie de gente que vinieron a descubrir en directo a los españoles. Más a los de abajo que a las clases pudientes o encerradas en sí mismas. Si descubrieron o no la frustración de estas y el freno que supusieron para el desarrollo social y el bienestar paulatino de los hijos de Sefarad, es un tema que las letras de nuestros visitantes nos pueden arrojar luz.

Lo de aportar el poema Spain, del inglés y luego norteamericano W.H.Auden, que en 1937 anduvo por la España republicana, es simple casualidad. Ya vendrán otros.





Ayer todo el pasado. El lenguaje del tamaño
extendiéndose hacia la China por las rutas de comercio,
la difusión del ábaco y de los dólmenes;
ayer el reconocimiento de las sombras en los climas soleados.

Ayer el avalúo de los contratos de seguro mediante fichas,
los augurios y profecías del agua; ayer la invención
    de las ruedas de carro y los relojes, la doma de los potros;
ayer el bullicioso mundo de los navegantes.

Ayer la abolición de las hadas y los gigantes;
la fortaleza como un águila inmóvil vigilando el valle,
         la capilla erigida en el bosque;
ayer el tallado de ángeles y de atemorizantes gárgolas.

El juicio, entre columnas de piedra, a los herejes;
    ayer la discusión teológica en las tabernas
            y la cura milagrosa en las fuentes;
ayer el Sabath de las brujas. Pero hoy la lucha.

Ayer la instalación de dinamos y turbinas;
la construcción de ferrocarriles en el desierto colonial;
          ayer la clásica conferencia
sobre los orígenes de la humanidad. Pero hoy la lucha.

Ayer la fe en el valor absoluto de la lengua griega;
la caída del telón sobre el cadáver del héroe;
        ayer la plegaria dedicada al atardecer,
y la adoración de los locos. Pero hoy la lucha.

Mientras tanto, el poeta susurra, asombrado entre los pinos
o,  allí donde canta libre la cascada, compacta o enhiesta
      sobre las  rocas junto a la torre inclinada:
'Ah, sí, mis visiones. Oh, sí, envíame la suerte del marinero'.

Y el investigador espía a través de sus instrumentos
 el territorio, las provincias inhumanas, el bacilo viril
                 o al enorme Júpiter acabado:
'Pero y las vidas de mis amigos. Yo indago, indago'.


Y... los pobres en sus hogares sin fuego dejan caer las páginas
     del diario vespertino: " Nuestro día es nuestra pérdida.
 Oh, Historia múestranos al operario, al organizador, que el tiempo
         nos guiará hacia el río refrescante.

Y las naciones  combinan cada grito, invocando la vida
  que da forma al vientre individual y ordena
  en la noche los terrores privados:
'¿ No fuiste tú quien fundó la ciudad-estado de la esponja,

el que erigió  los vastos imperios militares del tiburón
y del tigre, y fijaste la atrevida residencia  del petirrojo?
   Intervén. Sí, desciende como una paloma o
un papá furioso o un manso ingeniero: pero desciende.'

Y  la vida, si acaso responde, contesta desde el corazón
y los ojos y los pulmones, desde los comercios y plazas de la ciudad.

'Ah... no, yo no soy tu energía,
al menos en el día de hoy, no para ti. Para ti soy
'el obsecuente, el compañero de copas, ese al que engañan con facilidad:
yo  soy cualquier cosa que hagas; soy tu promesa
    de bondad, tu anécdota humorística:
soy la voz de tus negocios; soy tu matrimonio.

'¿ Cuál es tu propuesta ?  ¿Construir la ciudad de los justos ? Lo haré.
Estoy de acuerdo. ¿O es el pacto suicida, la muerte
       romántica? Muy bien, acepto, porque
yo soy tu elección, tu decisión: sí, yo soy España.'

Muchos lo han oído en penínsulas remotas,
en llanos adormecidos, en las aberrantes islas de pescadores,
        en el corrupto  corazón de la ciudad;
han oído y emigrado como las gaviotas o las semillas en flor.

Se aferraron como clavos a los largos trenes que se sacuden
a través de las tierras injustas, a través de la noche, a través del túnel alpino
                                                                                        flotaron sobre los océanos;
caminaron sobre los pasos de montaña: vinieron a ofrendar sus vidas.

Sobre ese pedazo árido, ese fragmento arrancado del África
caliente, pegado tan crudamente a la Europa ingeniosa,
        sobre aquel altiplano rayado de ríos
las formas amenazantes de nuestra fiebre se hallan precisas y vivas.

Mañana, tal vez, el futuro: las investigaciones acerca de la fatiga
y los movimientos de los empacadores; la exploración gradual de todas las
                       octavas de la radiación;
mañana el engrandecimiento de la conciencia con dietas y ejercicios respiratorios.             
                                                                                           

Mañana el redescubrimiento del amor romántico,
tomarles fotografías a los cuervos;  toda la diversión bajo
           la sombra dominante de la libertad;
mañana la hora del director y del músico.

Mañana, para los jóvenes, los poetas explotando como bombas,
las caminatas junto al lago, el invierno de la perfecta comunión,
              mañana las carreras de bicicletas
en los suburbios en la tarde de verano: pero hoy la lucha.

Hoy el inevitable aumento de la probabilidad de muerte;
 la aceptación consciente de la culpa en hechos criminales;
        hoy el derroche de los poderes
en el chato efímero panfleto y la reunión aburrida.

Hoy el consuelo provisorio; el cigarrillo compartido;
los naipes en el granero iluminado por una vela, el concierto malo,
        las bromas masculinas, hoy el
manoseado e insatisfecho abrazo antes de herir.

Las estrellas están muertas, los animales no desean mirar;
estamos solos con nuestro día, el tiempo es corto
        y la Historia a los derrotados
podrá decirles  ¡ Que pena!, pero no podrá ayudarlos, mucho menos perdonarlos.




2 comentarios:

  1. Magnífica entrada.
    Me ha gustado mucho el poema.En él está presente todo el desasosiego que produce una situación bélica.
    Interesante ese repaso al pasado y al futuro y ese recordar el nefasto presente y soberbios los versos finales:

    "...y la Historia a los derrotados
    podrá decirles ¡ Que pena!, pero no podrá ayudarlos, mucho menos perdonarlos."

    Saludos.

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    1. Celebro que te haya gustado. A mí me sorprendió. Primero porque no tenía ni idea que existiera y luego porque dice cosas que hoy probablemente nos cuesta escuchar y entender. Ya veo, Jerónimo, que has puesto atención tú también.

      Ha habido muchos viajeros, expedicionarios, combatientes, mirones, escritores, etc. que han pasado a través de siglos por nuestro país, dejando constancia escrita de sus impresiones.

      Saludos cordiales.

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