hoy es siempre todavía

jueves, 18 de agosto de 2011

Volver a las tablas


Leer el Juan de Mairena como si fuera un Libro de horas, por lo que tiene de entrega a él. O hacerse acólito del mismo como si consistiera en un Tratado del saber vivir, por aquello de que uno necesita la ironía y la paradoja. Y hallar de pronto este párrafo:

“…Es la dramática un arte literario. Su medio de expresión es la palabra. De ningún modo debemos mermar en él los oficios de la palabra. Con palabras se charla y se diserta; con palabras se piensa y se siente y se desea; con palabras hablamos a nuestro vecino, y cada cual se habla a sí mismo, y al Dios que a todos nos oye, y al propio Satanás que nos salga al paso. Los grandes poetas de la escena supieron esto mejor que nosotros; ellos no limitaron nunca la palabra a la expresión de cuantas naderías cambiamos en pláticas superfluas, mientras pensamos en otra cosa, sino que dicen también esa otra cosa, que suele ser lo más interesante.”




Si eso es así, uno piensa que deberíamos tomar como ejemplo a esos artistas. Y esforzarnos en que la dramática cotidiana de nuestras vidas se elevara algo más con la palabra bien utilizada. Vivimos ordinariamente una inercia de las palabras, lo cual nos conduce ineludiblemente a un agotamiento por vaciedad, repetición o pérdida de significado. Si las palabras pierden significado en nuestro interior y en su uso con los demás lo que está retrocediendo es el sentido de las cosas. Y la sensatez se ausenta, la interpretación empieza a mostrarse extraña, la cordura ingeniosa se devalúa, el diálogo, el interior y el exterior, se torna monólogo de sordos. ¿Por qué se despilfarra tanto la palabra? ¿Por qué se la traiciona? ¿Por qué no es hacedora de entendimiento en lugar de escupitajo distante? Se me dirá: es que hay palabras y palabras. Sí, pero no me refiero a su variedad y cuantificación. Me refiero a la calidad de la palabra. A su recuperación para la cohesión en la tribu. Y para el aplacamiento de las turbulencias. Como dice el maestro, abundamos en un tiempo y en un mundo donde la nadería y la superficialidad se imponen al esfuerzo mental, a la indagación y al argumento aproximativo. Mamá, yo quiero ser artista de las tablas. Al menos ellos decían con más intención lo que había que decir y lo que los espectadores tenían que escuchar, aunque antes nadie se lo hubiera dicho.



(Las pinturas son obra de la pintora gallega B. Santos, http://santoslavandeiras.artelista.com/)

12 comentarios:

  1. don Juan ¡un grande!!
    Me encantó lo de 'naderías'
    En estos tiempos asistimos a la remodelación de algunas palabras, os diré algunos ejemplos:
    'democracia' (gobierno del pueblo) ya no lo significa cabalmente.
    'socialismo' (redistribución social equitativa) pero ¿cuál?
    'progresismo' (avance a la igualdad de oportunidades y distribución) ¿qué?
    'político' (representante del pueblo) ¿no son todos iguales?
    y seguiría así hasta buena parte del diccionario.
    Como sabes, adoro las palabras...y lamento su modificación conceptual mediante hechos reñidos con su espíritu. Porque las palabras tienen espíritu. Dolido hoy día.
    Naderías...¡qué bueno!!
    un abrazo fraterno

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  2. Sí, Omar, las palabras nos han fallado. ¿O los conceptos? ¿O han sido los hombres quienes han traicionado con su praxis las palabras y los conceptos? Tanta razón te asiste. Pero que la razón no nos defraude ni nos envenene. Nada nuevo bajo el sol, sólamente que ahora nos toca a nuestra generación probar y comprobar el sabor de la miseria cultural. Calma, mucha calma.


    Abrazo.

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  3. Se me ocurre que hoy por hoy debe ser más frecuente escuchar de la voz de los hijos alago así: -mamá, yo quiero salir en la tele!- y ahi se reduce la mediocre aspiración de tantos chicos que asimilan el concepto de "éxito mediático" con la realización en la vida. Claro que no es casualidad que las cosas sean así, en un mundo donde la palabra ha dejado de tener el valor sustancial del que quizás alardeaba en una época. No sé bien cómo se darán las cosas por allí, pero en este rincón del mundo la palabra dada está devaluada, y cada quien dice suelto de cuerpo lo que no duda en negar después, al poco tiempo, cuando la mentira se devela y le obliga a cambiar de discurso...y así se sigue como si nada, como si el valor de la verdad fuera un mito, una entelequia que se puede cambiar según sea la moda o las circunstancias del momento. Además, por aquí también se sufre lo que podemos llamar la subvalorización del idioma. Creo que en el uso cotidiano se debe haber reducido enormemente la cantidad de palabras que se manejan habitualmente y nuestros jóvenes desconocen -me atrevo a suponer- el significado de gran parte del rico léxico que manejaban los intelectuales de otras épocas.
    Dentro de esa realidad de mediocridad y banalidad expresiva , revalorizo este medio bloguero para aceitar nuestro flujo comunicacional habitual. Uno tiene la posibilidad de intercambiar opiniones, aprender modos expresivos, compartir e hilvanar ideas partiendo y considerando las propias individualidades que enriquecen y se fortalecen.

    Por eso mismo, es un gusto pasar por tu blog, reflexionando y compartiendo.
    Un abarzo.

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  4. Neo, la palabara dada está de igual manera devaluada aquí. Antiguamente la palabra dada era fuente de Derecho, pero hoy como no vayas a un notario o a un juzgado lo tienes claro...Rubrico por entero tu comentario, lo que en él expones también se comprueba que pasa aquí. Además, ya se encargan los "modelos" sociales, esto es, las teles, los políticos, las iglesias, etc. de decir cada día una cosa y al otro día otra, según les interese. Hay una neurotización de las palabras, una esquizofrenia. Se ha llevado al lenguaje los males psíquicos individuales y colectivos. Pero por favor, que no se nos presenten los farsantes de la Cruz como salvadores morales, porque son los primeros en el ejercicio de la doble, quíntuple e indefinida moral.

    No sé si los blogs, por su saturación y limitaciones, pueden cumplir un papel renovador. Pero al menos resguardémonos en ellos, en los que consideremos cierta entidad útil.

    Gracias, de verdad, me parece que has hecho un comentario que remueve. Sigue.

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  5. El don de la palabra lo he llamado yo en mi blog, al que renunciamos por desidia o indolencia, sin dedicarle el esmero que merece. Cuanto más se potencia la imagen menos respeto se muestra por la palabra. Quizá sea una cuestión de prisa, de consumismo barato, de todocien...

    Las pinturas también me gustan.

    Un abrazo.

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  6. Índigo, qué bien lo interpretas. Qué terrible renunciar al don de la palabra por desidia, indolencia, desinterés (o interés comercial)...No sabemos lo que hacemos. Al traciionar la palabra desechamos el pensamiento y la acción. Y es que se potencia una imagen apresurada, estresante, de mensajes ladinos y encubiertos, todo publicitario...lástima.

    Las pinturas son muy interesantes y logradas, paraece que la artista se lo curra.

    Abrazo.

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  7. Renunciar a la palabra es renunciar al pensamiento, totalmente de acuerdo. Y con el otro enfoque también: nuestro desinterés es el interés (contante y sonante) de otros.

    Feliz domingo.

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  8. Índigo. Claro que hay consumismo barato, desperdicio, como con cualquier producto. Y eso es lo malo que se vea como un producto más de deshecho. Curiosamente, en cambio, el llamado ahorro lingüístico, que es otra cosa, que es la precisión, el uso justo de términos ricos, no se lleva. Por ejemplo: "hoy es sábado", digo yo. Pues en la tele dirían "al día de hoy que es sábado"...en fin, de pena.


    Pues eso, para mí feliz sábado.

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  9. La cultura dominante está interesada en la perdida de la capacidad intelectual, de la capacidad expresiva, e incita al éxito momentáneo, fácil y vulgar -mientras más vulgar, mejor-. La poesía redime de eso al que no quiere esa caída. Un afectuoso saludo.

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  10. Conciso y exacto, amigo Mateo. Da gusto recibir opiniones tan matizadas. Comparto tu criterio. Por eso hago blogs, para hacer lo que no quieren que hagamos. Adelante.

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  11. Decía André Gide que "todas las cosas ya fueron dichas. Pero como nadie escucha, es preciso comenzar de nuevo..."
    Los sistemas, que por inercia también, acaban autodestruyéndose, necesitan renovación constante. No sé porqué cuando alcanzamos el sentido de algo (en este caso, la palabra), acabamos por devaluarlo tanto; hasta la nadería. Supongo que también nosotros debemos renovarnos y devolverle al César lo que es del César...
    Es una lástima que algo que lleva per se la comunicación, se utilice como arma arrojadiza y desentendimiento...

    Gracias por sus palabras. Atte,
    Peter P.

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  12. Peter, Gide era muy sagaz y en esa frase hace más gala de humor inglés que francés. Yo no sé si todas las cosas están dichas, acaso sólamente pronunciadas, de la misma manera que solemos decir que todo está inventado y nada nuevo hay bajo el sol. Pero lo cierto es que los individuos de cada generación queremos probar y comprobar en nuestrs carnes lo que ya se ha dicho, lo inventado. Es como que si no lo comprobáramos no existiera. Hasta tal punto la presunción humana se recicla que parece que tenemos que relegar lo objetivo para considerarnos en el centro de la diana de la existencia. Al final, tal engreimiento nos conduce a que no hemos aprendido casi nada, probado escasamente, comprobado en mínimos y escuchado cero. Oír se oye, pero escuchar es un proceso mental diferente que nos exige, y no solemos estar por la labor.

    Lo que me molesta es que aquellas palabras que significaron algo, aplicado a conceptos más o menos asumidos, se ignoren, y andemos revolviendo terminología oscura o simplemente oscuridad y carencia léxica. Pero hay más, en el texto digo que se traiciona la palabra, pero acaso lo que se traiciona son los conceptos mismos, no querer tener claridad en el funcionamiento de las cosas. Demasiados prejuicios, intereses cruzados, ignorancias supinas, configuran todo un revolutum francamente disgregador y poco aproximativo para la buena convivencia.

    Cordialmente.

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