Recordando los años del hambre, la década de los 40 del siglo pasado, mi padre solía decir: que no tengáis que pasar nunca penurias ni necesidades. A los que ya hemos crecido, si bien no en la abundancia y el despilfarro, como ahora, sino en una contenida y modesta subsistencia que iba cubriendo lo imprescindible y un poco más, aquello del hambre en España nos parecía cosa exagerada. Incluso había quien opinaba que todavía había sido peor aquella década de aislamiento que la guerra en sí. Bueno, la cosa iría por barrios, se supone. Pero tras el resultado del fin de la guerra civil, la situación alimentaria fue bastante precaria y homogénea para el ochenta por ciento de la población al menos. Pobreza, carencia, paro, dificultad para dar de comer a todas las bocas de una familia.
Empeñado como estuvo el nuevo régimen en una autarquía económica sin precedentes, las producciones agrarias fueron canalizadas por el estado, aunque los grandes propietarios y latifundistas se quedaban con una parte para especular y vender en el mercado negro. Fue el llamado estraperlo. Como no había por lo tanto capacidad de compra ni mercado accesible para toda la población, los alimentos llamados de primera necesidad se racionaron. Azúcar, pan, aceite, arroz, carne, llegado el caso. Para hacerlo posible se instauraron las cartillas de racionamiento. Se adjudicaban equis cantidades por persona y familia, y se arrancaban los consiguientes cupones. Por supuesto, todo resultaba insuficiente y probablemente sería irregularmente repartido. Era la intervención alimenticia sobre una sociedad sumida en la miseria, donde no obstante el férreo control de la policía y los falangistas, la gente vivía inquieta y disconforme con las carencias.
Esto viene a cuento de considerar el modo antípoda, respecto a aquellos desgraciados tiempos, en que se vive hoy día. En vísperas del gran mito, o de la adoración a ese gran becerro de oro que es el consumo desaforado de las llamadas Navidades, si te paseas por los grandes almacenes verás que la gente cae ya sobre las secciones para ejercitar el monótono culto al regalo que no es sino el tradicional impuesto al consumo, aderezado por la costumbre y el mito de lo entrañable y lo familiar. No se sabe bien todavía si las tradicionales comidas y cenas de empresa y amigos se van a mantener como en años anteriores, aunque conociendo la psicología del paisanaje sospecho que no se reducirán considerablemente. Por supuesto, desde aquella época del hambre y de las privaciones a ésta de lujo y de vivir por encima de la satisfacción de las necesidades ha transcurrido demasiado tiempo para que la memoria siga con cierto eco de vigencia. Uno no quisiera que volvieran jamás los malos tiempos, pero tal como están las cosas, al menos vamos a pasar un período difícil. Deberíamos dedicar un punto de reflexión sobre nuestros modos de vida. Dicen que hay mecanismos de regulación biológica de las sociedades. Adaptación a los cambios. Pero, ¿por qué no instaurar un modo de vida menos gastador y derrochón que aquél que ha dañado los recursos naturales y los mismos cuerpos humanos? Ah, ya, con la avaricia desmedida de las finanzas, la industria y el comercio hemos topado, amigo Sancho. Y por el volumen de basura acumulada por doquier conoceréis a los depredadores, dice una voz en off.
Hola
ResponderEliminarSociedades y países han vivido épocas de abundancia y de restricción. Las carencias y los consumismos, ambos, son extremos. El término medio parece ser la práctica que se ajusta a las auténticas necesidades.
El consumismo es lo que crea puestos de trabajo, llamémoslo así, todo se resume en usar, tirar, comprar. Los materiales y las garantías son una porquería, todo se hace con premeditación y alevosía para que se estropee pronto. Antes las cosas se hacían a conciencia y un frigorífico podía durarte 20 años, de hecho he visto algunos de ellos que aun funcionan.
Ocurre también que cada producto viene mejorado en prestaciones, así que lo del año pasado ya se queda antiguo y hay que desprenderse de ello.
Ho se tiene de todo y a muy temprana edad, los hijos ya no deben esforzarse por conseguir nada, los papas se lo dan hecho. Así que todo, a pesar de parecer que progresamos, está en decadencia, porque el esfuerzo y la ilusión duran lo que dura que te lo den hecho.
La globalización es la causa, además, de joder la marrana a gran escala, pero créeme, existen países y lugares donde aun se vive en la prehistoria, y no creas, casi les envidio.
Vivir en una choza, sin pagar propiedades, luz, ni agua. Pensar solo en el alimento diario y procurárselo, nada de impuestos, porque las incomodidades sociales son asumidas, nada de escuelas porque la sabiduría es innata y justa, la necesaria para no estresarse, ni tele, ni móvil, ni modas que obliguen…vivir, por el puro placer de estar vivo, con todas sus consecuencias, aprendiendo a afrontarlas, sin envidias, bueno, hasta que llegan los podadores y reestructuradores y pasan una carretera por ,medio para fomentar la cultura y la civilización.
Navidad, dulce navidad, si no consumes eres un desgraciado, porque ese es el sentimiento que hay que destruir, ser feliz a costa de poseer, no de ser.
Realmente la crisis es mas de consciencias que material.
Perdona, me alargue un pelin.
Un abrazo
Absolutely.
ResponderEliminarAl margen de lo político confesaré mi curiosidad malsana por eso del racionamiento, porque estoy segura que dio pie a que muchas mujeres hicieran grandes creaciones en la cocina en base a muy poco y eso es todo un arte. ¿Croquetas, albóndigas, migas? por decir algo.
¿Y qué me dices de la unión familiar que producía separar las piedritas de las lentejas? Eso lo recuerdo con nitidez..... casi que lo recuerdo con nostalgia, fíjate que cosas.
En mi casa se tira una pequeña bolsa de basura cada cuatro o cinco días, dependiendo del consumo de piñas que tienen unas hojas aparatosas. ¿Rácana, yo?;) Bs.
¡Esas flores, esos colores, atraen a las abejas! ¿Tienen aroma?
ResponderEliminarNO, no, Genetticca. Has hablado bien, te ha salido un post que rubrico, con algún matiz. No creo que haya habido modo de vida idílico ni en la historia ni en la Tierra. Dificultades han existido siempre. El problema lo planteas muy bien. Tanta acumulación de consumo material de bienes, no necesarios todos, se vuelve contra todo. Contra la naturaleza, los individuos, las ciudades, las agrupaciones...La deriva que está tomando la economía en Occidente puede deparar muchas sopresas negativas para parte de sus pobladores. ¡Y zonas del Tercer Mundo quieren emularnos en nuestra riqueza desigual! Tal vez porque lo suyo es de lo peor.
ResponderEliminarEn fin, poco puedo añadir a lo que aportas, incluso comparto tus ironías. Muchos identifican SER = POSEER. Quien m´s y quien menos todos tenemos un cierto grado de identificación. Buscamos en el poseer una seguridad. Una imagen que aborrezco pero que está ahí es la de la familia proleta que llena el carro en la gran superficie con la extra de navidad. Las caras de satisfacción (y de bronca entre la pareja incluso) y de "estos son mis poderes" me parecieron siempre patéticos. ¿Se lo creerán del todo?
Buena noche.
Pues seguro que tienes razón, Emejota. De las carencias surge la imaginación. Nuevos sistemas de cocinar, de repartir, nuevas dietas, nuevas maneras de aprovechamiento. Mi padre me contaba que jamás sobraba nada. Y toda su vida gustaba de comer pan del día anterior; en parte porque le gustaba, el pan si es bueno y está bien hecho (eso ya no existe) se conserva y sabe extraordinario al día siguiente. Pero en parte porque no podía ver que sobrase comida, que se tirara.
ResponderEliminarAhhhhh, me has tocado el alma, MJ. Esa labor nocturna de las lentejas, a calor de la cocina bilbaína, me ha tocado realizarla en familia. Separar montoncitos entre los miembros de la ídem y apartar las piedrecitas, trabajo pausado, lento, que acababa poniéndome de los nervios, ja.
MJ. Esas flores tienen esencia, no simple aroma. Pero como todo lo que es exquisito resulta minoritario. A la gente le falta gusto, porque para saborear ese aroma se necesita madurez, voluntad, conciencia y ética. Elementos sensoriales, como puedes imaginar, que se usan escasamente. Tal vez algún día seamos mayores...
ResponderEliminarsi se permite libremente el enajenador anuncio de ofertas de compre al contado o a crédito, si se permite con desfachatez las contrucciones al santo pepe, si se permite la privatización de los servicios esenciales (salud, educación, vivienda) para mi es 'libertinaje' y no libertad
ResponderEliminar...
pero amigo Juan de Mairena, la estupidez ha ganado muchos adherentes, que por más que expliques sobre la racionalidad, te endilgarán de torpe, viejo de m o en el mejor de los casos te darán la razón como a los locos
saludos fraternales
PD en este tiempo, en el que estamos rodeados por el envilecimiento de este maravilloso mundo, te mando un 'abrazo compañero' que aunque no tenga fe religiosa, me vino en ganas
Omar, ya sabes que el mercado se inventó hace tiempo su propia libertad. Es decir, lo que llaman libre mercado. Claro, todo en función de la propia capacidad inversora de quien quisiera convertirse en industrial o comerciante y en la propia capacidad adquisitiva del comprador/consumidor. Una libertad mediatizada absolutamente por el hecho de la propiedad de bienes o de liquidez o de ambas cosas.
ResponderEliminarLa estupidez siempre fue ampliamente seguida; que ahora hay más seguidores -también más resortes para conquistarlos a esa fe- es un hecho.
Se agradece un abrazo de consolación y desahogo. Pero nada de llanto, aunque de rabia en ocasiones nos vengan ganas.