Fuente inagotable y reflejo no solo del pasado español sino del presente arbitrario y querido por los españoles son los aforismos del Juan de Mairena que nos legó Antonio Machado. No me cansaré de echar mano de ellos porque siguen siendo fanal en la oscuridad, paciencia en la turbulencia y templanza en la acritud de los días que nos tocan vivir. Vista la incompetencia de quienes nos gobiernan, algo sobre lo que podríamos ser parcialmente comprensivos si ellos se manifestaran mínimamente honestos y coherentes, no es necesario emplear demasiadas palabras en criticarles y menos en calificarles. Lo que diariamente registran los medios de comunicación sobre sus pasos en falso, su constante desdecirse, su manifiesta incompetencia en comprender lo que ocurre y la tardía y dudosa reacción que ofrecen, más el engaño y el desprecio como táctica contra quienes no piensan como ellos, pero que se torna bumerán contra ellos mismos, está ante los ojos de todos. De todos los que quieran ver y no sean ciegos voluntarios, que los hay en abundancia.
El ridículo que el presidente y su cohorte están haciendo ante los foros económicos y políticos mundiales (nada palomas estos, por otra parte, y hartamente halcones y depredadores), la actitud de decir en un sitio una cosa y ante los españoles otra, las medidas de doble rasero, consistentes en hacernos cargar la deuda privada de la Banca a costa de los sacrificios de los sectores laborales y ciudadanos en general, y el servilismo vendido en una caída sin fondo son un triste y lamentable espectáculo de los pocos meses de ínclita gobernación del país. Para rematar la jugada, porque cada día se produce una jugada nueva, distinta o que rebosa sobre la anterior, ellos, los de la arrostrada valentía patriótica de pacotilla, pretenden escaparse de dar explicaciones. Leo ahora mismo que este año el presidente ha decidido que no tenga lugar el debate sobre el Estado de la Nación (hay que ver qué bonito suena, ¿de dónde se habrá copiado?) Me da igual cómo lo justifiquen; dice muy poco sobre su fe en la Democracia y contiene una dosis enorme de desprecio a los conciudadanos, incluidos los que les votan a ellos. En unos momentos en que se necesita urgentemente que se clarifique la embrollada situación de España donde tiene que hacerse, en el Congreso de los Diputados, que para eso existe, el señor presidente reacciona a la defensiva. ¡Y estos son los que pretenden salvar al país!
Este tipo de gente -tecnócratas de bajo nivel, politiquillos provincianos (con respeto a las provincias) y caciquiles, profesionales de la política sin mayor afán que perpetuarse como casta, cortejadores y carreristas de la pirámide de su propio partido- ya fue excelentemente dibujada por Don Antonio en sus escritos, a través de su heterónimo Mairena. Por supuesto que el siguiente párrafo no es aplicable con carácter exclusivo a los políticos y gobernantes del PP, sino que podría aplicarse a todos aquellos que medran y se regodean de la utilización del cargo público para su propio beneficio.
“La verdad es -hubiera comentado Mairena- que la química debe al arte cosmética y al deseo de engañar al prójimo tanto como a la guerra, o al deseo, no menos vehemente, de aniquilarlo. También es cierto que nadie sabe a punto fijo de qué se tiñe y que, en cuestión de afeites, el hombre propone y la tintura dispone.
Hay en el mundo -decía Juan de Mairena- muchos pillos que se hacen los tontos, y un número abrumador de tontos que presumen de pillos. Pero los pillos propiamente dichos, que no siempre son tontos, suprimirían de buen grado la mentira superflua, es decir, la mentira que no engaña a nadie, porque, como dijo un coplero,
Se miente más que se engaña
y se gasta más saliva
de la necesaria.
Pero los tontos propiamente dichos, que son un número incalculable de aspirantes a pillos, se encargan de mantener en el mundo el culto de todas las mentiras, porque piensan que, fuera de ellas, no podrían vivir. En lo cual es posible que tengan razón.”