hoy es siempre todavía

jueves, 7 de abril de 2011

Muchos eran los llamados...



Quiero ser tranquilo  -los términos optimista y pesimista siempre me parecieron oscilantes, cuando no oportunistas, cuando no poco válidos-  ante la respuesta a la convocatoria juvenil de hoy en Madrid. Se pretendía emular a la juventud portuguesa (sí, ¡a los ejemplares jóvenes portugueses! a quienes les va a caer una deuda buena con el socorro de alto precio de la Unión Europea) que salió a tomar la calle hace unas semanas. Quiero contar los decididos que han respondido y conformarme, y seguir contando en el futuro. Quiero no dejarme afectar por una cifra y tampoco me da en hacer ficciones sobre las razones de por qué hubo tan escasa asistencia a un acto que podría interesar a un número mayor.

Cada vez me cuesta más perseguir liebres que no veo. Y como tengo talante constructivo, quiero reconocer a los que han acudido, motivados no sé si por inercia juvenil, por rabia, por hartazgo o por eso tan poco claro llamado conciencia, aunque no se sepa muy bien de qué. Tampoco me apetece lo más mínimo perorar generalizadamente sobre ese ciclo transitorio apellidado juventud, ni echar mano de los recursos fáciles de si el botellón es lo que arrasa.

Hombre, supongo tan felices a las fuerzas de facto y de jure de ese sector de la sociedad española con poder. Todo está bajo control. ¡El orden reina en Madrid! De momento. Pero la consigna del sistema está clara: hay que mimar a los jóvenes, ¿futuros ciudadanos? No me parece obvio tampoco. Pero sí presentes y futuros precarios, sí presentes y futuros clientes, sí presentes y futuros…El colchón social de familias y subvenciones vigila. Otra vez será.





6 comentarios:

  1. Lo cierto es que esto no puede continuar así mucho tiempo más. El colchón de la familia se les está acabando a los jóvenes por la crisis, y estos se van a ver obligados a despertar del encanto en que parecen sumidos. Tarde o temprano explotarán, y espero que entonces encuentren apoyos en aquellos que también han sido culpables, como los sindicatos y otras asociaciones no gubernamentales, cuyo silencio hasta ahora les hace cómplices de la existencia de una generación injustamente llamada ni-ni.

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  2. La precariedad no es solo de los más jóvenes: gente de treinta y de cuarenta y tantos años están pasando la misma precariedad, con sus estudios terminados. Los que tenemos trabajo asistimos a este destrozo de lo que fue una incipiente sociedad del bienestar.
    Pienso que "los jóvenes" somos todos y todos deberíamos salir, aunque sea arrastrados por esos pocos.

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  3. Carlos Galeón, también opino que el colchón familiar tiene sus horas contadas o al menos limitadas en sus efectos. Entre otras razones porque van a pintar bastos para todos. Y todos, de una manera u otra, hemos sido corresponsables de eso que ahora muchos se enteran que se llama el modelo productivo, pero también el modelo social, el educativo y tristemente el político, que debido a nuestra precaria y joven democracia, es de baja intensidad. Veremos cómo encaramos los cambios. Cuestión de tiempo (próximo)

    Saludos.

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  4. Tenéis razón, Sdad & Casilda. Hay muchos más precarios que los que se cita, y ya entrados en edad y por lo tanto, con mayores problemas de supervivencia laboral.

    Sobre la sociedad del bienestar habría mucho que hablar. Pero el negocio y la dirección hoy es desarbolar los bienes públicos para apropiarse de ellos y enriquecerse las entidades privadas. Desamortizaciones colectivas del siglo XXI, o algo parecido.

    Gracias por tu fresca opinión.

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  5. Antes corríamos delante de los grises y no sabíamos bien porqué porque había que estar contra el sistema porque éramos jóvenes ahora que hay razones parece que ya casi nadie es joven.

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  6. Bienvenida, Ico, ¿y qué te digo? Que hoy no parezca que casi nadie es joven, en esa imagen que tenemos los de otra edad del joven como rebelde por excelencia, me resulta patético a mi también.

    Los que corrimos en otro tiempo, como bien dices y yo con considerable fortuna, hombre, creo que sí sabíamos. Tal vez perseguíamos causas enormes y difusas, cambios más allá de lo que nos dieron, pero había razones que se tocaban. Ahí dependió de lo radical que fuera cada cual. Los más idealistas nos dejamos seducir durante un tiempo por los cantos de sirenas, y luego sufrimos al ver en qué quedaba tanta causa, tanto esfuerzo y tanta repercusión en nuestras vidas personales.

    Tal vez sea una cuestión de lenguaje/s lo que sucede ahora, no sé, todo resulta muy extraño.

    Gracias por expresar tu opinión, para eso existen nuestros blogs, ¿verdad?, sin pedir mucho a cambio.

    Un abrazo, vuelve cuando te plazca.

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