Tras las elecciones del domingo no hago más que preguntarme si los resultados son exponente de la sabiduría de los españoles o de la necedad. Supongo que para unos será lo primero. Y lo justifican: la mayoría no se equivoca nunca. Aunque de ejemplos de mayorías que votan desaguisados y errores está el mundo democrático lleno. Y de decisiones tomadas por inseguridades, miedos y apuestas a caballo ganador lo están a rebosar.
(Fotografía de una representación de Saltatium Teatro)
Los que mantienen que hay un grado elevado de necedad en nuestra sociedad se basan en que mucha gente en vez de orientarse en otras direcciones alternativas, a causa de la defección de las propuestas, se retrae y confía justo en aquellas tendencias que representan sobre todo a los poderes fácticos que más le han achuchado. Me decía ayer mi vecino: ¿cómo es posible que gente en paro o de bajos ingresos vote al partido de las señoras enjoyadas que vemos en televisión y que perciben varias y altas rentas a la vez?
(El Bosco, La nave de los necios)
Por supuesto, nadie discute a estas alturas que lo que sale en las urnas hay que respetarlo. Éste no es el tema. El tema es por qué la gente vota lo que vota, por qué cambia de opinión, qué ve y qué espera de tirios y troyanos, por qué se abstiene o por qué vota en blanco. No voy a responder a nada de esto, porque no tengo respuestas consolidadas, sino sólo intuitivas, y en este aspecto no creo que difiera mi criterio demasiado del que me lea. No obstante, sí quiero opinar que esto de votar cada cuatro años me parece una manera de participar restrictiva, de delegación personal y para tranquilidad de conciencias. Es como si la gente dijera: yo ya les doy el voto (a los míos, suelen precisar algunos) en su momento, y que hagan y deshagan que yo me desentiendo. Para mí, ése es el mal. Que votar se constituya como un cheque en blanco, como vender la primogenitura de tu pensamiento e intereses a una minoría que van a utilizarte y enmudecerte, mientras ellos gestionan con manos libres; y me da igual que sean los de pepe o los de juan. Así nos va.
De todos modos, reincidiendo un poco en las ideas expresadas por el Tao en la entrada anterior, traigo a colación una opinión expresada por el humanista alemán Sebastian Brant, en los culturalmente ricos finales del siglo XIV. Muy apropiado para aquellos diputados regionales, concejales y gentes varias que pretendan medrar a su sombra y que estos días hacen múltiples demostraciones de euforia del tipo “somos los mejores”. Dice Brand en su espléndida obra La nave de los necios:
“Un necio es quien sube alto, para que se vea su oprobio y deshonra, y busca siempre un peldaño más arriba, sin pensar en la rueda de la fortuna.
Todo lo que llega a lo más alto, cae por sí mismo al suelo. Nadie puede llegar aquí tan alto que se asegure el día siguiente o que mañana tenga suerte, pues Cloto no deja parar la rueda, o cuya riqueza y poder le salve un solo instante de la muerte.
Quien tiene poder tiene miedo y dificultades; muchos han sido asesinados por causa de su poder. El poder no se conserva mucho tiempo, hay que protegerlo con la violencia. Donde no hay amor, favor a la comunidad, muchas son las cuitas y pequeña la dicha. Mucho ha de temer quien quiera ser temido. El miedo es muy mal siervo; a la larga no puede proteger bien.”
(Sebastian Brant)
Por supuesto, entiéndase bien en su contexto histórico y extráigase en lo que hay de común y en vigor en nuestros días. Aunque si se mira bien, nada hay exagerado. Tiempos pasados fueron muy turbulentos y nada garantiza que los actuales, tan democráticos no puedan rozar desentendimientos más virulentos. Mas no seamos agoreros y aprendamos. Me quedo, por cierto con esa frase magistral: donde no hay amor, favor a la comunidad, muchas son las cuitas y pequeña la dicha. Sugiero que sea lema y norma de conducta para todos y cada uno de los miles de cargos elegidos el domingo. Es probable entonces que la lacra de la corrupción -a pesar de que a mucha gente le traiga al pairo la delincuencia, tal como ha demostrado votando en mayoría a los corruptos- baje de tono y no sea modelo de vida social.