hoy es siempre todavía

domingo, 27 de marzo de 2011

Aristóteles y los hombres de tirantes rojos

(Imagen de Peter Birkhauser)


Uno no sabe apenas de economía, política y materias afines. Tampoco por ello tengo mayor complejo, y visto cómo todos los sesudos profesionales de las llamadas ciencias económicas y políticas (los analistas mediáticos serios se cuentan con los dedos de la mano) han tropezado sucesivamente ante todo lo acontecido en los últimos años, pues me liberan de mis ignorancias. Uno es simplemente un ciudadano más que conoce un poco de la cosa pública porque un día, saliendo de la noche de los tiempos dictatoriales, se creyó ciudadano de verdad y más tarde por el peso, cada vez más oneroso, de las medidas económicas, de los recortes sociales y de las limitaciones políticas que caen sobre sus espaldas. Ya no solamente por las leyes que se ejecutan en materia de reforma laboral y pensionista, sino por ciertos gestos y actitudes que ensombrecen el panorama de la esperanza. La esperanza de los hombres que quieren ser libres, naturalmente.




Y esto viene a cuento de la reunión que ayer mantuvieron los cuarenta y un empresarios más poderosos de España con el presidente del gobierno. La oligarquía (el término está en vigor aunque el periodismo lo hubiera dejado de lado, pero ¿qué otra cosa o ente constituyen ese grupo nutrido que concentra con sus bienes la mitad del PIB?) le pidió al presidente que no diera ni un paso atrás en la adopción de medidas enérgicas en materia económica. Naturalmente, cualquier ciudadano que no sea ingenuo sabe que eso exige un alto precio social, que las medidas económicas tienen que ser apuntaladas por las legislativas y políticas.


(Imagen de Peter Birhauser)


El acoso y derribo reciente sobre las cajas de ahorro, al margen del caciquismo y partidismo provinciano que correteaba en el interior de las mismas, es una muestra clara de hasta qué extremo se llega, con esa conversión obligada en entes prestos para ser engullidos por el poder bancario nacional o los fondos extranjeros. A las exigencias empresariales, el presidente, obviamente, respondió con promesas, se supone que a cambio del respaldo inequívoco, algo que a los tradicionales adalides de la causa de la derecha española, el PP, les estará haciendo corroerse de envidia, porque el espacio político histórico está siendo sustituido por el pragmatismo cada vez más carente de valores de los actuales gobernantes.


(Forges en El País)


Pero no escribo esto para meterme ni con el presidente ni con la élite efectiva del país. Que de eso se encargue cada cual. Sino para subrayar un tema que me inquieta cada vez más. Lo subsidiaria, subalterna o subterfugio, elijan, que resulta hoy día la política respecto a la economía. De que aquélla, y por lo tanto todo su transfondo ético, quedará cada vez más limitada e infravalorizada en función de los altibajos, caprichos, necesidades y avidez de las fuerzas financieras e industriales, internas y externas, ya que hoy todo está prácticamente globalizado e interdependiente. Mi pregunta es pues: si los que controlan los medios productivos, de consumo, de materias primas y bancarios son los que van a decidir cada vez más sobre un país o un conjunto de países (UE, por ejemplo) ¿qué carácter va a tener la representación política? ¿En qué va a quedar el noble y liberador ejercicio de la Política? ¿O la política la han socavado desde dentro los que están en ella para medrar? ¿Qué tentaciones no vendrán tras el poder omnímodo de los oligarcas del mundo?




Puede parecer que Aristóteles quede lejos, y que leyéndolo al pie de la letra no sea aplicable al cien por cien, pero aquel olfato, aquella visión, aquella duda que él tenía sobre las relaciones de los hombres ¿no permanece, de alguna manera, en vigor? Leo en Política, libro tercero, capítulo VI, De la soberanía:

"¿Debe ponerse la soberanía absoluta para la resolución de todos los negocios en manos de los ciudadanos distinguidos? Entonces vendría a envilecerse a todas las demás clases, que quedan excluidas de las funciones públicas; el desempeño de éstas es un verdadero honor, y la perpetuidad en el poder de algunos ciudadanos rebaja necesariamente a los demás. ¿Será mejor dar el poder a un hombre solo, a un hombre superior? Pero esto es exagerar el principio oligárquico, y dejar excluida de las magistraturas una mayoría más considerable aún. Además se cometería una falta grave si se sustituyera la soberanía de la ley con la soberanía de un individuo, siempre sometido a las mil pasiones que agitan a toda alma humana. Pero se dirá: que sea la ley la soberana. Ya sea oligárquica, ya democrática, ¿se habrán salvado mejor todos los escollos? De ninguna manera. Los mismos peligros que acabamos de señalar, subsistirán siempre."


(Imagen de Aristóteles en el cuadro La escuela de Atenas, de Rafael Sanzio)

2 comentarios:

  1. La política la han socavado los propios políticos a lo largo de 30 años, por medrar y medrar: las ideas e ideales que animaron la transición se fueron al carajo. Sólo estamos los ciudadanos, frente a los politiquillos todopoderosos y la OLIGARQUÍA que les manda lo que tienen que hacer.

    La imagen del señor de los tirantes rojos lo dice todo: ya no hay ni que disimular lo que se lleva bajo la chaqueta. Ya ni se disimulan las intenciones e intereses.
    Muy buen post

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  2. Sdad de Diletantes. Estoy de acuerdo, pero me preocupa un matiz. El de que la política no tiene que ser necesariamente eso. Ya sé que la corrupción es inherente de alguna manera, que está como espada de Damocles, pero no tiene por qué dominar a la política. Lo que me preocupa ya no es la corrupción en sí, que a la vez tiene como opuesta la actuación de los no-corruptos. Si las leyes existen para prevenir y sancionar la corrupción, ésta no cundirá tanto. Otra cosa es que los jueces formen parte del berenjenal.

    Lo que me preocupa es que la configuración de las relaciones de dominio estén excluyendo a los políticos de raza, es decir, a los que creen en la representación de la sociedad y más en concreto de los más débiles, por usar un término convencional. Me preocupa que exista un pacto implícito para generar un tipo de político descafeinado, domesticado, profesional y de consenso, que no pone nunca peros a los oligarcas: tal vez el bipartidismo sea esto, tal vez ya esté bastante asentada esta nueva relación en que la ciudadanía ya no tiene esperanzas porque todos (los dos) son iguales, porque nunca se consigue cambiar nada, etc.

    Esa sensación de que la oligarquía industrialfinanciera europea y mundial está controlando todo desde otras esferas porque el único objetivo es el mercado y en orden a sus objetivos y logros, la privatización de bienes públicos es algo en marcha (lo último, la gobernanta del PP de Madrid para privatizar Telemadrid)

    Cuanto más s eprivatiza, menos recursos públicos y sociales. ¿Qué tipo de sociedad se estará engendrando entonces?

    Gracias por pasar. El debate está abierto y yo sólo propongo dudas y cuitas, y da para largo.

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