(El viajero, de Bill Viola)
Tiene tanto, o a mi me lo parece, el Juan de Mairena de tratado del saber vivir (¿sólo para nuevas generaciones?) que empieza a convertirse para uno mismo en un texto balsámico y no sólo hacedor de comprensión. Sorprenderá que lo diga, pero es así. Las lecturas anteriores de esta obra tenían algo de distancia académica. Es decir, se leían como percepción de un pasado. Pero en la medida en que uno entra en años avanzados y en conflicto con los acontecimientos que nuestra sociedad vive apresurada y desquiciadamente, se percibe el valor directo y filosófico del texto.
¿No han cambiado, por consiguiente, tanto las cosas como para hacer envejecer los consejos, proverbios, profecías y recomendaciones de Juan de Mairena a sus discípulos? Pues acaso. Leo este texto, por ejemplo: “Huid de escenarios, púlpitos, plataformas y pedestales. Nunca perdáis contacto con el suelo; porque sólo así tendréis una idea aproximada a vuestra altura”. Entonces, miro en derredor, ¿y qué veo? Escenarios de medios visuales y periodísticos donde se erigen fantoches, plataformas en cualquier acto cotidiano en que la autoridad o la alternativa a serlo se muestra ilógica con cualquier excusa, púlpitos religiosos y laicos donde todavía los más insensatos pretenden pontificar en medio de un oleaje de cambios abrumador, pedestales espurios y efímeros donde más les valdría a todos callar.
Porque mientras unos y otros hablan con exceso de ruido, no escuchan lo real. Ni a los que sufren lo real. A veces parece que fuera la ficción el campo de acción en que los profesionales de la política y otras disciplinas del control social se mueven. Los discípulos del presente, que, por otra parte somos todos, pero en mayor medida quienes se arrogan representaciones y ejecuciones sobre lo público, deberían tomar buena cuenta de la actualidad del Juan de Mairena. Pienso.
Y piensas bien, como el maestro.
ResponderEliminarY no es que sea mal pensado, y a fuer que la tierra que uno pisa le tienta para que lo sea.
ResponderEliminarEl grandísimo problema es que la mediocridad de nuestros políticos, aunque fueran capaces de leer, no les permitiría comprender.
ResponderEliminar¡qué desazón!
María Jesús, sé bienvenida. La mediocridad de nuestros políticos sospecho que es paralela a la mediocridad de los españoles, más o menos. Porque si no, no se entendería que les aguantáramos. Y me da igual que sean tirios o troyanos. Los que fueron elegidos y los que se propugnan como alternancia, que dicen ellos.
ResponderEliminar¡Qué grande e inquietante desazón!, rubrico.
Un saludo.
Estoy de acuerdo con la entrada y más aún con el comentario que le haces a "mariajesusparadela"...
ResponderEliminarEn realidad, los políticos no son mejores ni peores que la inmensa mayoría de los ciudadanos. Quizá, por eso, tendríamos que hacer más autocrítica que crítica.
Un cordial saludo
Me gusta tu entrada, me gusta tu blog.
ResponderEliminarGracias por hacerme llegar hasta aquí, te añado ¿vale?
Un abrazo
Luis Antonio. Bienvenido. Estoy de acuerdo en que si todos -sociedad y representantes, y sobre todos los poderes fácticos- hiciéramos autocrítia, otro gallo nos canataría. Pero no estamos todos en el mismo nivel de responsabilidad. La sociedad, porque hace dejación. Los políticos, porque intentan gestionar lo intrincado sin que nadie les estorbe. LOs poderes fácticos, porque se consideran propietarios. Niveles diferentes donde el entendimiento resulta difícil y las causas compartidas no están claras. Demasiados intereses contrapuestos, ¿no?
ResponderEliminarSigamos adelante.
Madison, gracias por contactarme a tu vez. Participa cuando quieras. La palabra de Machado tiene una larga intención. No olvidarla.
ResponderEliminarUn abrazo.
Sigue estando vigente ese libro. Puede aún servir de guía en muchos aspectos de la vida.
ResponderEliminarVaya, me alegro que coincidamos, Arobos. Me siento más respaldado con tu opinión. Además de la gracia e ironía que rezuman esos textos, ¿a que sí?
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