hoy es siempre todavía

jueves, 31 de marzo de 2011

Acabados los obreros, llegan los emprendedores


No me cabe duda de que aunque textos mitológicos como el Evangelio de Juan dijera otra cosa, en el principio fueron los obreros, cuya condición originaria distaba de ser libre. Y fueron también los cazadores, y los artesanos, y los agricultores, y luego los empleados. La secuencia va un poco a lo loco. Me quiero referir a que sin aquellos que, desde el principio de los tiempos humanos, participaron en las transformaciones materiales, con su esfuerzo físico de brazos, piernas y mente, no habríamos llegado a donde hemos llegado. Con sus más y sus menos.


Pero eso fue al principio, y hasta hace muy poco, porque tal pareciera que estuvieran en trance de desaparición. Entre los cambios tecnológicos por un lado, con un amplio despliegue de robótica en los procesos productivos y de distribución, y la especialización masterizada por otro, pocos trabajadores van quedando. Al menos eso parece deducirse de lo que promocionan a bombo y platillo los organismos de las administraciones, las universidades privadas, las pymes y las cámaras de comercio e industria de las ciudades. Estamos ante el penúltimo invento sociológico: los emprendedores.



Difícil saber si en el futuro los emprendedores serán la composición básica de la sociedad, si se trata de una metáfora, de un truco para sacar ideas de los ocurrentes y hacerse luego con la patente los de siempre, o de una combinación aleatoria e imprecisa muy propia de tiempos de cambio, que otros llaman de crisis. Difícil precisar si el emprendedor es sólo quien tiene ideas y también capital, o sólo ideas mas no capital, o si el precio de un préstamo bancario para materializar sus ideas es que el emprendedor ceda sus derechos. Un emprendedor, ¿es también un empresario? ¿O se queda a medio camino? ¿Es un autoempleado especializado o se queda en aficionado? ¿Le respalda una demanda de mercado real o es la penúltima manera de disimular que el mercado de trabajo está donde está?





Raros tiempos estos en que la palabra obrero suena mal, la de trabajador a obsoleta, la de empleado a desvalorizada, la de artesano a historia y la de parado es la que reina. ¿Serán los emprendedores el recambio? ¿La nueva clase? ¿La reconducción de la vieja condición de explotado pero traducida a un lenguaje eufemístico? El caso es que este modelo que se erige en dirección de futuro desde los mass media y la publicidad suena a aquello de los autodidactas, que se lo hacían todo pero se beneficiaban poco. Y de ello bien y ocurrentemente habló Juan de Mairena, el de verdad, por boca de Antonio Machado:

“Se dice que vivimos en un país de autodidactos. Autodidacto se llama al que aprende algo sin maestro. Sin maestro, por revelación interior o por reflexión autoinspectiva, pudimos aprender muchas cosas, de las cuales cada día vamos sabiendo menos. En cambio, hemos aprendido mal muchas otras que los maestros nos hubieran enseñado bien. Desconfiad de los autodidactos, sobre todo cuando se jactan de serlo.”





(Las fotografías son del checo Michal Macku y el cuadro del suizo Peter Birkhauser)


2 comentarios:

  1. Antes de 1989 que cayó el muro éramos operarios, después,ya que el socialismo había sido derrotado,nos pedían que sugiriéramos como mejorar nuestros métodos de trabajo, es decir, como nuestro cuerpo ya era suyo querían también nuestra alma y encima gratis con grandes palabras como implicación y colaboración. Una vez conseguido esto viene el "emprendedor" que es lo mismo pero ya de "free lance": sin seguridad social,trabajando desde casa y a menudo para el mismo. Razonamiento un poco embarullado pero, vamos, que emprendedor es un currante colaborador e implicado pero más barato.
    Puede ser otra cosa pero ya directamente delictivo.

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  2. Otra palabrita que se usó mucho con los trabajadores era la de "productores". Y fíjate que tiene matices. Productor puede ser el dueño de la gran multinacional, o técnicamente los que manufacturan un producto en una fábrica. Pero calificarnos a todos de "productores" er auna manera pretenciosa de borrar el fantasma de la lucha de clases y la condición asalariada. Bueno, una manera de borrar evitando el lenguaje fuerte, el consecuente, el real. Si te das cuenta las relaciones laborales se tiñen cada vez más de eufemismos, en un intento por desvirtuar el fondo de la cuestión. Mascarita por aquí, pintalabios por allá, el caso es dibujar una sociedad convergente en intereses, esfuerzos, pero no en ganancias ni fines liberadores.

    Cuestión de tiempos y de tiempo. Gracias por opinar, Miguel. Vuelve cuando quieras.

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