hoy es siempre todavía

sábado, 18 de junio de 2011

Quevedo y los diablos del poder

(Cuadro del artista chino Xue Jiye) 


Tanto venimos hablando últimamente algunos blogueros quejosos de las corrupciones y de los corruptos que tocan gobernación y, sin embargo, hete aquí que ya en tiempos de Quevedo se sabía mucho del tema. Don Francisco no podía saber obviamente qué era o iba a ser la Democracia, y todas sus secuelas bienquistas y malquistas, que hubiera dicho con su lenguaje de jerigonza y mordacidad sin igual. Pero conocía divinamente los vicios, maldades, trampas y desmanes de que se servían los hacedores de poder en las villas y cortes de las Españas. Y las características, entretelas, santos y señas de aquellos personajes que ya cometían fechorías con guante de seda no son muy diferentes de las que se acometen hoy por parte de tramas Gürtel o gobernantes valencianos, por citar casos sumamente ilustrativos.



Mas vayamos al grano, al mismo que aportaba Quevedo en uno de los libros más mordaces que haya escrito, el titulado Discurso de todos los diablos:

“…Detrás destos dos venía el diablo del cohecho, y este diablo tenía linda cara y talle, cosa que no vi en otro, y era como un oro, y me parece que le he visto en mil diferentes partes, en unas arrebozado, en otras descubierto, llamándose unas veces niñería, otras regalo, otras presente, otras limosna, otras paga, otras restitución y nunca le vía con su nombre propio, y me acuerdo de haberle visto llamar herencia, ganancia, barato, patrimonio, reconocimiento y nada; y le he conocido en unas partes dotor, en muchas licenciado, entre mujeres bachiller, entre escribanos derechos y entre confesores limosna.

Éste venía con grande séquito, pretendiendo título de diablo máximo; más se lo contradijo con notable satisfacción el diablo de la consecuencia, diciendo: Yo soy el enredo político y la fullería de los príncipes y el achaque de los indignos y la disculpa de los tiranos. Yo soy tintorero de las bellaquerías, que las doy color, y lo atropello y tengo el mundo confuso y revuelto. Yo he desterrado la razón y hecho mérito la porfía y poderoso el ejemplo, y he dado fuerza de ley al suceso y autoridad a la bellaquería y acreditado la insolencia?”




Bien evidente era para Quevedo y las gentes de su tiempo que un diablo llevaba de consorte al otro y que entre ambos no podía haber disputa sino entendimiento. Este fragmento que traslado aquí ¿no es acaso un texto sumamente moderno y actual? Va camino de cumplir cuatrocientos años nada menos, y como era frecuente en aquella época sufrió también las bondades caritativas de la censura eclesiástica que, probablemente, se veía reflejada en el infierno de Quevedo. Sugiero a los profesores de Literatura que se pongan de acuerdo con los de Historia y hagan llegar a sus alumnos textos de esta guisa para su análisis y reflexión. De paso, que recurran también al interés del correspondiente profesor de Educación para la Ciudadanía antes de que los mandatos de la derecha eclesiástica echen abajo del todo la asignatura. Seguro que entre esas tres disciplinas mencionadas y la autoría socarrona del espíritu quevedesco las generaciones jóvenes situarán más los tinos y desatinos de la vida.

 

22 comentarios:

  1. MUY interesante. Quevedo conocía el poder del gran caballero, el poderoso dinero. Creo que fue encerrado en la Torre de San Marcos allá por mi tierra. Un abrazo. Lo subo a facebook.

    ResponderEliminar
  2. Puesto que el presente, con todas sus corruptelas, tiene sus raíces históricas, habrá que mirar al futuro con distintos ojos...

    ResponderEliminar
  3. Ya que ha habido tiempo para resolver el problema ¿no?.

    Saludos

    ResponderEliminar
  4. ¿Y en tanto tiempo no hemos aprendido nada?. Pues ya va siendo hora de poner remedio.

    ResponderEliminar
  5. Ay, Mateo, lo que no conociera Quevedo...¿A que es interesante rescatar textos del pasado para que veamos de otr amanera el presuntuoso presente?

    ResponderEliminar
  6. Luis Antonio, ¿querrá la sociedad cambiar la mirada? Yo ya lo intento desde hace tiempo y posiblemente tú y otros que tenéis el gesto de pasaros por aquí loo estéis ya haciendo. Algo es algo. Un abrazo.

    ResponderEliminar
  7. Emilio M, tiempo hubo, ganas no sé. Estamos donde estamos y los viejos vicios y enfermedades del espíritu ya nos los contaban las mitologías griegas. Conque fíjate.

    ResponderEliminar
  8. MaríaJesús, debe ser genético el tema. Genética social y patriótica, jaj. Aunque, y no es consolarnos, es mal universal.

    ResponderEliminar
  9. desde siempre un puñado de hombres se levanta a sojuzgar al resto, Quevedo era la voz de muchos ojos y espaldas que lo sufrían.
    Voz intrépida si se quiere.
    Un abrazo

    ResponderEliminar
  10. Oriental, los hijos de las tinieblas no sé si son más sagaces o simplemente más aprovechados. Quevedo lo tenía claro, pero sus tiempos también estaban muy revueltos. Y cuándo no. Escucharle a estas alturas de la Historia cura complejos y enseña, ya lo creo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  11. Te he visto en el panel de seguidores de mi blog.Gracias.
    Pasaba a saludarte.

    ResponderEliminar
  12. Gracias. Te saludo también, Anna. Pásate por aquí cuando gustes de un tema.

    ResponderEliminar
  13. Una pena que nos suenen tan actuales estas líneas del D. Francisco.

    ResponderEliminar
  14. muy acertado el tema y las palabras tan calzantes de Quevedo a denominar el mal, llamàndolo por su nombre, bonita la gràfica de èsta entrada, me ha gustado
    un saludo
    Blas

    ResponderEliminar
  15. Trecce, desde luego, así es. Pero a la vez una satisfacción que podamos disponer de estas joyas. Hay que preservar, leer y dar a conocer lo que ya descubrieron nuestros antepasados lúcidos. No olvidar a los clásicos. En ellos ya estaba el mundo.

    ResponderEliminar
  16. Blas. El librito citado no tiene pérdida. La riqueza de vocabulario (en gran parte inventada por él o recogida del acervo de calle de su tiempo) y el ingenio al montar la sátira le hace grande entre los grandes.

    Me alegro que te gusten las imágenes. Creo que un buen texto debe ir acompañado de imágenes sugerentes y, si es posible, rompedoras.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  17. Voto y digo vale, que introduciendo dichos textos en los programas académicos, ya no sólo de bachiller sino universitarios otro gallo nos cantaría.

    ResponderEliminar
  18. Estupenda propuesta. El pasado más o menos inmediato siempre nos ofrece un material de contraste ilustrador, cuando no directamente alusivo. A veces resulta fácil dar con el fallo del mecanismo socio-ético : auscultemos los múltiples textos de nuestra tradición, contextualicemos lo que ya advirtieron los grandes autores.

    ResponderEliminar
  19. D. Francisco era un iluminado en su época, no tan diferente de la nuestra, ya que decía lo que pensaba sin importarle las consecuencias, al contrario que D. Félix (Lope de Vega Carpio) que era un panfletista al servicio de la corte.
    Los siglos de Oro, lo fueron por el inconformismo de los intelectuales y la precaria situación en que estaba sumido el "Imperio". Lejana y a la vez próxima a la nuestra. Sólo hay que releer el Lazarillo para ver "retratados" a muchos "tipos" de nuestra sociedad.

    ResponderEliminar
  20. Ataúlfa, tal vez. Siempre esperando que nos cante otro gallo. ¿Sabes lo que más me indigna? Que teniendo la riqueza de pensamiento y literatura que hay en este país los espoñoles lo tengamos tan poco aprovechado.

    Gracias.

    ResponderEliminar
  21. Bien dicho, José María. Y te diré más: si echo mano de esos textos es para quitarme/nos complejos. Hay mucha sabiduría entre los clarividentes de nuestra historia. Y aún sirven.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  22. CMG. Esa sensación de que la Historia e suna crisis permanente la comparto. Una cosa es la estabilidad relativa de los poderes hegemónicos (relativa mientras duraba su influencia y expansión) que indudablemente pudo tener reflejo en la sociedad. Pero todo se mueve siempre. A veces en la Historia se baraja el término establidad como ausencia de guerras. En pocas ocasiones se han vividos épocas de paz. Y las guerras siempre han costado mucho, tanto en vidas, como en penurias, como en escaseces, como en dineros. Porque las guerras de los señores siempre ha habido que pagarlas.

    PD. Ayer leí que la guerra de Libia nos cuesta 14 millones de euros a los españoles cada mes. Por ejemplo.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar